El girasol
(Acahual Heliánthus Annuus)
Es ésta una planta herbácea muy particular ya que
alcanza una altura de hasta tres metros,
tiene hojas grandes, de limbo oval, pecioladas, dispuestas en espiral, capítulos grandes, solitarios de receptáculo
plano y con escamas, flores amarillas cuya particularidad es que siempre giran y
giran buscando el sol.
Su fruto, las pipas, son blancas con rayas negras.
El girasol es extensamente cultivado en muchos países.
Sus semillas, comestibles, son muy ricas en aceite y
con ellas se elabora uno muy utilizado en la cocina, también se fabrican
jabones, lubricantes, etc… con la fibra se puede elaborar papel.
Dicen que
dicen...
que sobre las márgenes del río Paraguay se
asentaba una tribu cuyo cacique era un
joven llamado Pirayú.
Cerca de allí, en otra aldea vivía Mandió. Pirayú y
Mandió habían crecido juntos y habían entablado una verdadera amistad, de allí
que ambos pueblos solían intercambiar cotidianamente enceres y alimentos.
Transcurrió el tiempo y Mandió se enamoró perdidamente
de la hija de Pirayú.
Mandió creía que si su amigo Pirayú le concedía la
mano de su hija, los dos pueblos se unirían y serían uno solo.
Cierto día, después de darle vuelta al asunto, Mandió
decidió hablar con su amigo Pirayú, sobre los sentimientos que albergaba en su
corazón.
Pirayú escuchó a su amigo con preocupación y enseguida
le confesó que ningún hombre podría esposar a su primogénita Carandaí porque
ella le había ofrecido su vida a Cuarajhí, el Dios Sol.
A lo que agregó: - no
la has visto con tus propios ojos, no has visto que desde muy niña pasa horas y
horas contemplándolo. Solo vive para él, debieras haberte dado cuenta cuán
triste se pone los días nublados,
agregó - Mandió tomó la respuesta como el peor desprecio y se alejó
intespectivamente prometiendo venganza.
Pirayú nada pudo hacer y pensaba que Mandió en algún
momento iba a castigar a su pueblo.
Con el correr de los días, cierta tarde, mientras que
Carandaí recorría el río en su pequeña canoa contemplando el Sol, divisó fuego
en la aldea.
La muchacha llena de desesperación, remó lo más fuerte
que pudo pero las lenguas de fuego eran tan intensas, que Carandaí no podía
desembarcar.
Allí, en una herradura de la orilla estaba Mandió
riendo con crueldad.
- ¡ pídele a tu
Dios Sol, pídele a Cuarajhí que te libere de mí ! - le gritó Mandió.
La indiecita trémula, desesperada, aterrorizada le
rogó a Cuarajhí que por favor no permitiese
que Mandió acabara con su pueblo y con ella.
No había terminado de pronunciar sus súplicas, que un
potente rayo luminoso bajó en torbellino, envolvió su bello y cobrizo cuerpo
hasta hacerla desaparecer de la vista de Mandió.
En el mismo lugar en que Carandaí había suplicado por
clemencia brotó una planta esbelta, de flores doradas y que al igual que ella siempre
de cara al cielo busca al Dios Sol.