En las sobremesas de domingo, un Hugo Crexell niño
escuchaba a su papá relatar cómo había subido a un avión para defender a Perón
durante los combates del 55. Décadas después, curioseando en una mesa de saldos
en calle Corrientes, encontró el nombre de su padre en un libro sobre la
Libertadora, y comprendió que aquellas anécdotas escondían un capítulo que la
historia oficial había ocultado. De esa tensión nace su
documental, Ensenada ‘55, que retoma la historia poco conocida sobre el
bombardeo al barrio Campamento. En el marco del 70º aniversario de los
hechos, la película se proyectará
el
viernes 19 de septiembre en el Gaumont.
El recuerdo infantil se resignificó al encontrar el
libro, explica Crexell, que había vivido las historias de su padre como
fragmentos de una película de guerra, granulada y en blanco y negro. "Empecé a
investigar a mis cuarenta; mi viejo había fallecido cuando yo tenía veintitrés.
Más allá de lo familiar, tenía pocos datos", recuerda. Reunir información no
era fácil: se sabe muy poco sobre los hechos en Ensenada y sobre las distintas batallas que tuvieron lugar en Córdoba,
Bahía Blanca, Tandil, Rosario y Sierra de la Ventana. Se conoce el
bombardeo a Plaza de Mayo, en junio del 55, pero otros episodios quedaron
velados. Eso llamó la atención de Crexell, quien decidió investigar y se
contactó con Paula Tagliabue, productora del film y ensenadense encargada
de la investigación sociohistórica del proyecto.
Primero recopilaron historias familiares, recuerdos,
algunos archivos. Después, hicieron un trabajo de campo, "la parte más
interesante", en palabras de Crexell, que implicó recorrer el barrio, charlar
con los vecinos, preguntar quién se acordaba de que el Campamento había sido
bombardeado cuando el almirante Isaac Rojas impulsó el levantamiento
de la Armada para derrocar a Perón. Los vecinos repetían un nombre, "tienen que
buscar al Flaco Ortiz".
Se referían a Rodolfo Ortiz, hijo de Rodolfo "Cholo" Ortiz,
uno de los civiles fallecidos en el bombardeo. El Cholo era ferroviario y se
quedó en el barrio para ayudar al regimiento 7 de Infantería, sector fiel a
Juan Domingo, cuando una bomba estalló sobre su casa y el techo se vino abajo.
El Flaco, su hermana y su mamá sobrevivieron porque el Cholo los puso bajo una
mesa; él, en cambio, murió. El Flaco, ante el desconocimiento oficial del tema,
investigó durante muchos años qué había pasado, quiénes tiraron las bombas. Ahí
se produjo un encuentro central para la película: Crexell, hijo de un aviador
naval que bien podría haber sido quien tiró la bomba o dio la orden, y el
Flaco, hijo de un civil bombardeado. "Más allá de lo que pasó con nuestros
padres, se armó un vínculo de compartir memorias, de ir armando un tejido
colectivo. Yo me acordaba de algunas cosas, él de otras. Así fuimos completando
retazos de esas memorias, construyendo un sentido", explica Hugo.
Entre los distintos testimonios de vecinos y
ensenadenses, apareció el recuerdo del éxodo de la ciudad, ya que Rojas apuntó
los cañones de su buque hacia la destilería de YPF, dándole a Perón un
ultimátum: si no se rendía, iba a destruirla, algo que hubiera sido un desastre
para Ensenada y La Plata (en ese entonces llamada Eva Perón). Por esa razón hubo
evacuaciones masivas, camiones de YPF llevando gente, como escenas de alguna
película sobre la Segunda Guerra Mundial, de otro tiempo y otros territorios.
"Mi trabajo dejó de ser solo el del hijo que buscaba validar las anécdotas de
su padre, para pasar a rescatar este evento de un olvido forzado. La historia,
según quién la gana y quién la escribe, decide qué callar. Y acá quedó oculto que hubo cientos de muertos, que hubo casi una
guerra civil durante una semana en distintos puntos del país. Era imposible
contarlo todo, pero sí al menos documentar con rigor lo sucedido en Ensenada",
explica el director.
Lograr que las luchas sean individuales y cada vez
inicien desde cero, sin la memoria de reclamos anteriores, es una forma de
desarticular el conocimiento y las herramientas del oponente. De forma
deliberada, la Libertadora se encargó de borrar las huellas de lo sucedido. La
película, entonces, apunta a recuperar esa historia. "Todo el tiempo fue luchar
contra el silencio: buscar que cada testimonio tuviera rigurosidad, chequearlo
con otros, contrastar versiones. Al no haber casi datos oficiales, la única
manera era corroborar por repetición en distintas voces", explica Crexell.
Me importaba que la película se viera bien", dice el
director.
Este tejido de voces y archivo necesitó encontrar un hilo
conductor para transformarse en relato, por lo que Crexell decidió narrar en
primera persona la voz que hila los distintos testimonios. Gracias al apoyo del
INCAA, una vez escrito el guión el equipo pudo filmar en varias locaciones
ensenadenses. "Me importaba que la película se viera bien, que Ensenada con su
delta, su monte, su industria y su río apareciera con toda su fuerza visual.
Filmamos mucho territorio, más allá de las entrevistas", cuenta el director.
Donde no había archivo, el equipo recurrió a la
animación. A partir de fotos, mapas y registros aéreos, reconstruyeron escenas
con animación digital de recortes, a modo de collage animado. Ese material se
mezcló con archivos de otras guerras, adaptados para recrear aviones, bombas y
despliegues. Todo en un registro monocromático y granulado, imitando el estilo
de los documentales de época. El diseño sonoro también jugó un papel clave a la
hora de darle peso a la animación y generar una inmersión en esa atmósfera.
En el marco de los setenta años del bombardeo, la
película está realizando sus funciones de estreno el viernes 19 será el estreno en el Gaumont, a las 20:15 hs, en
función única. Antes de este recorrido, la pieza tuvo varias funciones de
preestreno: en Humanidades de la UNLP, en la Facultad de Ciencias Sociales de
la UBA, en la Casa de las Abuelas en la ex ESMA y en la Biblioteca Nacional. La
primera proyección fue en el marco de la apertura del Festival
Internacional de Cine de Ensenada (FICE), donde recibió una mención
especial del jurado.
La película reúne los testimonios de Marta Susana Lucero,
Guillermo Povalej, Emiliano Segovia, Rodolfo Ortiz, Gogo Morete, Raúl Corzo,
Rita Vitali, Domingo Marrafini, Filomena Bologna, Jorge Demarco, Mónica Demarco
y Claudio Tagliabue. Bajo la dirección de Hugo Crexell, también a cargo del
guión junto con la colaboración de Mónica Salerno, la producción estuvo en
manos de Paula Tagliabue y del propio Crexell. La música es de Pablo Crespo; la
fotografía de Martín Turnes; el sonido, de Martín Vaisman; mientras que Jorge
Gutiérrez Giménez trabajó en diseño sonoro y edición. El montaje fue realizado
por Emiliano Serra y la corrección de color por Lucila Kesselman, con la
asistencia de producción de Agustina Mestorino y las animaciones de Joaquín
Zelaya. El proyecto contó con el apoyo del Instituto Nacional de Cine y Artes
Audiovisuales (INCAA), el Fondo Nacional de las Artes (FNA), Mecenazgo y la
Municipalidad de Ensenada.
El bombardeo silenciado a Ensenada
El cono de silencio ya no
es tan abrumador. Durante décadas la noticia de aquel siniestro bombardeo
circuló poco y sin información precisa. Incluso en la zona de Ensenada y La
Plata apenas se habló del episodio. El bombardeo al barrio Campamento no suele
estar en la "agenda" de los aniversarios de derechos humanos. Y eso pese a que,
para los historiadores, el
bombardeo de una ciudad por parte de las Fuerzas Armadas del mismo país
constituye un acto terrorista sin antecedentes en la Argentina.
El 16 de junio de 2025 se cumplieron 70 años del
bombardeo de la aviación naval a la Plaza de Mayo
. Este año se editó el libro de relatos El bombardeo, una lúcida antología que
reunió a un grupo de escritoras y escritores argentinos bajo la idea de narrar
el horror, el trauma colectivo de aquellos días. Mientras las denuncias para que se investigue esa masacre sobre la
población civil como delitos de lesa humanidad nunca avanzaron en la Justicia
argentina, por las bombas del barrio Campamento todavía no hubo ninguna
presentación.