Dicen que dicen
.. .que se derrumbaba la ciudad de Chichén Itzá que ardía envuelta en llamas, ni
Chaac, el ser supremo de la lluvia, la salvó de fuego ardiente, sólo derramaba
lágrimas por los Itzáes.
Las hogueras habían
comenzado después que el joven Canek fuera elegido ahaw en la ciudad.
Canek era un joven
valiente enamorado de Sac-Nicté, la más hermosa flor blanca y hermosa del
Imperio Maya.
Lejos quedaron los
cenotes desde donde se podía ingresar al mundo de los dioses, sólo las
estatuillas sagradas fueron cargadas por los vencidos Itzáes que derramaban
salobres lágrimas por la pérdida de la tierra, pero no se rindieron ni
abandonaron a sus dioses.
Canéc supo que
debía partir, debía presentarse ante Itzamná, su Dios, el que regía el día y la
noche, pero nada le importó, ni su trono, ni que fuera de oro y piedras
preciosas. Ni que tuviera forma de jaguar.
En el templo había
una joven bellísima, su nombre era Sac-Nicté, pero la conocían como la
perfumada,
Para Canék fue
verla y perder el aliento, con sólo verla, la amó. Verla y amarla fue un sólo
paso.
Al cruzar sus
miradas, ella también lo amo. Fue un amar repentino, instantáneo, desmesurado.
Ambos se enamoraron
perdidamente, se enamoraron para siempre, claro que ninguno de ellos sospechó
que esa pasión casi desenfrenada que ellos abrazaban, iba a cambiar tanto sus
vidas como la de Chichén -Itzá.
El padre de
Sac-Nicté era quien gobernaba Mayapán, un pueblo vecino y ella era una princesa
a quien su padre había prometido por esposa a Ulil, príncipe de Uxmal, otro de
comunidades de la región.
Cuando ambos
jóvenes se conocieron faltaba apenas un mes para la unión de la joven con Ulil.
Una tarde llegaron dos
mensajeros enviados del Ahaw de Mayapán, venían a presentarle sus respetos e
invitarlo a la boda de su primogénita con el príncipe Ulil.
Canek se enteró de
la situación y quedó devastado. Sin embargo, luego de presentar sus respetos al
ahaw de Mayapán y prometió asistir al festejo.
Él estaba
destruido, por la tardecita, cuando caía el sol decidió caminar, después de
horas los sacerdotes lo hallaron con un deambular incierto y la mirada perdida
murmurando:- ¡no puedo perderla !-, muero si la pierdo.-
Las luces, la
música y los bailes anunciaban que la ceremonia estaba próxima, los tocados de
bellísimas plumas se veían ir y venir de un lado a otro. Entre los obsequios se
encontraba una generosa vasija con granos de cacao para la prosperidad y entre
los granos sobresalían un sin fin de piedras preciosas, el regalo del padre de
Ulil era un collar de jade para que Sac-Nicté usara esa noche en la ceremonia,
claro que ella se oponía a usarlo, no le interesaba, no le interesaba ni el
collar ni el vestido bordado con gemas, plumas y finísimos bordados, nada de
eso le importaba. Sólo Canek, sus ojos estaban hinchados de tanto llorar y lo
único que atinaba a dar eran profundos suspiros.
Las horas pasaban,
un noble le comunicó al padre de la novia que el ahao de Chichén Itzá ya
debiera haber llegado, pues había prometido su presencia, pero él ordenó
comenzar con la ceremonia porque ya habían esperado demasiado.
Sac- Nicté estaba
exultante, sus ropajes eran magníficos y su delicada y bien esculpida figura la
destacaban de todas las demás, ella olía también que sólo al pasar dejaba una
oleada aromática dulce e inconfundible.
Ella se deslizó con
toda su elegancia desplegada hacia quien iba a ser su consorte, pero no dejaba
de sollozar.
Allí estaba Ulil,
el sagrado humo del copaquáhuilt inundaba el ambiente y los oficiantes estaban
a punto de iniciar la ceremonia, cuando un estrepitoso grito quebró el
inmaculado silencio del momento.
De repente, un
grupo comandado por Canek interrumpió en el templo y sin dar lugar a reacción
alguna, arrancó a Canek del lugar y huyó tan rápido como había llegado y
desaparecieron usando los túneles subterráneos que proliferaban en la región.
Al verse vulnerados, se oyeron gritos de guerra
en toda la ciudad de Uxmal y los guerreros de Mayapán gobernados por el padre
de Sac-Nicté hicieron lo propio
La guerra era
inminente, si bien los Mayas la rechazaban, debido a los recientes
acontecimientos, la proclamaron llenos de odio.
Tanto unos como
otros olvidaron sus predicas y costumbres para iluminar la selva toda con sus
antorchas encendidas y feroces gritos de guerra desenfrenados.
Los fugitivos
huyeron, conocían a la perfección la red de senderos subterráneos que abundaban
en la región.
-¡ Guerra !,
¡Guerra ! Gritaban los furiosos guerreros de Mayapán y otro tanto hacían los
Mayas que lo gritaba a viva voz y se
precipitaron sobre Chichén Itzá.
A pesar de ello,
sólo encontraros silencio, un silencio donde acechaba el misterio..., fue cuando
los invasores se hicieron dueños de todo, pero no encontraron nada, sólo
viviendas vacías.
Sac- Nicté había
desaparecido, y los Itzáes habían peregrinado a otras tierras, la flor blanca y
perfumada de Mayapán era quien conocía el camino, ella los guiaba y Canek orgulloso la seguía.
Ella abandonó todo,
su tierra y los lujos para disfrutar del gran amor que sentía por Canek, todo
un pueblo la seguía y la respaldaba.
Ellos peregrinaron
hasta alcanzar otras pirámides en medio de la selva lujuriante, allí todo el
pueblo, al son del hompak cantó y bailó recuperando la alegría, en cuanto a Canek y Sac-Nicté
tuvieron muchos hijos y fueron felices disfrutando el amor y la paz de una vida
plena.