EL RÍO DESOBEDIENTE
por Pedro Patzer
La leyenda aborigen indica que el color del Bermejo proviene de la sangre
de los corazones desobedientes. En un continente en el que las y los rebeldes
nos dieron las independencias, debemos entender que el Bermejo es un río
paganamente sagrado.
Río bagual, se ensancha desmesuradamente cuando él lo decide.
Las inundaciones obligan a los pobladores a buscar refugio con sus pertenencias a bordo de una peligrosa embarcación llamada "gomón".
¿Será por eso que lo califican como el río más salvaje del norte argentino,
será que es el río que más se parece al yaguareté, o tal vez a ese chamán indígena
que sabía transformarse en yaguareté cuando las circunstancias lo requerían? El
Bermejo a veces se convierte en embarcaciones encalladas que alguna vez soñaron
llegar de las yungas de Salta al Río Paraguay. Sabemos cómo son los sueños de
chalanas del Bermejo, son sueños hechos del insomnio de la civilización y de las
vigilias de las redes, del trueno que imita a los idiomas originarios, de los
cantos de navegantes que callan cuando el río decide cambiar de curso otra vez.
Y borrar los mapas, los puertos, los sueños de una gran ruta fluvial.
El Bermejo no se deja domesticar, él se reconoce río bagual, río
contrabandista que ingresa clandestinamente desde las otras culturas.
El Bermejo cambió su curso. O redujo casi a nada su caudal. Entonces las modernas plantas para extraer su agua y enviarla a las plantas potabilizadoras de las ciudades, quedaron "adornando" el paisaje...
Por eso en el medio del monte del Gran Chaco se suelen encontrar antiguos
vapores varados, naves de selva que aprendieron la lección del Bermejo,
antiguas ciudades portuarias enclavadas en la jungla, todos víctimas de las
travesuras de este río rojizo. Los que hacen los mapas no saben distinguir
entre esa rayita azul que ellos consideran que es un río, y este relámpago
indígena que es el Bermejo. Un río así no permite que se lo utilice de
frontera, él no separa Bolivia de Argentina, ni Argentina de Paraguay, él las
hermana, del mismo modo cuando se lo quiso utilizar para colonizar a los
pueblos originarios.
Abuelos nivaklé.
El Bermejo siempre supo defender sus identidades, supo que era un dios río,
un río de idiomas y culturas que no separan lo escrito de lo oral, el
pensamiento del canto, la naturaleza de lo humano, por eso este río salvaje
sabe convivir con los dioses de los Wichís, Pilagás, Nivaklés, Tobas, Chorotes
y otros pueblos originarios, por lo que el Bermejo cobija a Chiláj, el Señor
del Agua que le enseña a la gente a pescar con arco y flecha, también este río
hospeda a Achaj, el padre de los peces que es el dorado y asimismo el Bermejo
sabe recibir a Iwun Chock, que es la lluvia, que cae con la forma de un oso
hormiguero durante la tormenta, y los chamanes wichí deben devolver al cielo
para que su presencia no genere una gran sequía.
Mujeres wichi.
El Bermejo guarda en su memoria el viaje de los franciscanos que le
hicieron conocer la Biblia, y de aquellos que intentaron usarlo como una ruta
para llevar oro de Bolivia a Buenos Aires. Este río salvaje siempre tuvo que
padecer la ambición de los traficantes de oro y la de los mercaderes de dioses.
Las Oenegés extranjeras no comprenden que el Bermejo es un río que sufre
metamorfosis divinas. Este río también sabe convertirse en Piletlelé, el Señor
del Cielo para los matacos, de esta forma convoca a los chamanes para que
protejan la selva y a sus deidades, que cuiden de Potsejalai, divinidad que
propicia el desarrollo de los frutos silvestres, de Talé, la anciana mítica
creadora de las etnias del Chaco, de Tapiatsol, el héroe que le enseñó al
pueblo wichí a hacer el fuego y a plantar semillas
A veces el Bermejo acumula infinitos recuerdos, como aquellas conversaciones
con bandoleros rurales: Segundo David Peralta, conocido como Mate Cosido, o con
Isidro Velázquez. O la fascinación que la escritora Sara Gallardo tuvo en un hotel
de la ciudad de Embarcación (Salta) con Eisejuaz, un cocinero que resultó ser
un chamán wichí, que se escondía en aquella ciudad del chaco salteño con el
nombre Lisandro Vega. Recuerdos del
deseo de los que intentaron traficar por sus aguas oro desde Bolivia, la
astucia aprendida de los contrabandistas hormiga entre la argentina Aguas
Blancas y la Ciudad de Bermejo en Bolivia. También de la zamba amarga de los
peones de los ingenios y el doloroso pim pim del chaguanco cada vez que hiere
al monte derribando un árbol. Y de la Compañía para la Navegación del río
Bermejo creada en 1824 para extraer maderas del río "en cualquier modo y
forma que sea" y que negaba la existencia de las comunidades indígenas por
lo que permitía que cualquier contingencia se abatiera sobre ellas. Y que tuvo
un rápido y triste desenlace, ya que el 12 de agosto de 1824, en la desembocadura
del Bermejo en el Paraguay la embarcación fue detenida y toda su tripulación
condenada a prisión y confinada a una goleta durante cinco años. Suceso que dio
por finalizada la breve historia de la Compañía para la Navegación del río
Bermejo.
A quienes lo respetan, suele hacerles regalos como el que se aprecia en esta foto.
Río que no olvida las desventuras de Francisco Morillo, el primero en
explorar su curso completo en 1780, un religioso franciscano devenido en
explorador: "Observamos ser tanta la copia de tigres este día, que de
cinco y de seis paseaban las riberas" escribió Morillo. Hoy el Yaguareté
está en peligro de extinción en el gran Chaco, pese a los esfuerzos de
organizaciones que trabajan para recuperarlo. La desaparición del yaguareté no
es sólo la extinción de una especie, es también el fin de una cultura, un ser
mitológico indígena, una especie de dios que ruge siglos en las riberas del
Bermejo.
Yaguareté: un ser mitológico indígena.
Este río montaraz recuerda la
congoja de sus pueblos por las guerras organizadas en confortables despachos de
ciudades lejanas en las que se enfrentaron hermanos que tuvieron como única
diferencia haber nacido del otro lado del río.
El Bermejo tiene sus nacientes en la Sierra de Santa Victoria, en el
Departamento de Tarija (Bolivia) y en Salta y Jujuy.
Forma en dirección Este la unión entre las provincias del Chaco y Formosa
para desembocar en el río Paraguay. Tiene una longitud de 1.450 kilómetros,
aunque deberíamos medir su extensión por todas las identidades indias, criollas
e inmigrantes que han sembrado vida en su lecho. Por todas las maneras de
cantar, callar, estancar y hacer fluir la otra historia de la que también
estamos hechos.