Ñandutí en guaraní significa tela de araña.
Este bello encaje se teje sobre bastidores radiales en
círculos y sr bordan motivos geométricos o geomorfos, ya sea en hilo blanco o
en vivos colores-
Se considera a la ciudad de Itauguá la iniciadora de
este maravilloso arte guaraní.
Dicen que dicen...que Samambí, una hermosa y amable
jovencita de tez morena y exquisita figura, era codiciada por todos los
guerreros de su pueblo, todos la querían conquistar.
Jasyñemoñare y Ñanduguasú eran dos de sus más
insistentes enamorados.
Ambos jóvenes deseaban conquistarla y no ahorraban
formas para hacérselo saber.
Jasyñemoñare la observaba desde lejos, pero aquel día
le suplicó al Todopoderoso Tupá que lo ayudase a conquistar el amor de la
bellísima Samambí.
Guayra, el padre de la jovencita, sabiendo que muchos
eran los pretendientes de su primogénita, impuso que sólo aquel guerrero que le
obsequiase el presente más original a su joven hija, podría acceder al corazón
de la muchacha.
Cierta noche, en que Ñanduguasú daba un paseo a la luz
de la luna, vislumbró en lo alto de un enorme árbol, un encaje de color plata,
que al filtrarse los rayos de luna a través de ellos, lucía aún más hermoso.
La exquisita visión lo hizo actuar imprevistamente y
trepó al árbol para alcanzarlo.
Desde las sombras y sin mediar palabras apareció de
repente Jasyñemoñare.
Sin dudas ambos jóvenes pensaron que ese sería un
fabuloso obsequio para Samambí.
A pesar que Ñanduguasú la había visto primero,
Jasyñemoñare, en su afán de ganarle la partida a su rival, intentó atraparla,
pero al tocar la tela se le diluyó entre los dedos.
Los muchachos se enfrentaron y lucharon
fervientemente, pero sucedió algo inesperado, cuando el uno increpaba al otro
por semejante torpeza, se descargó una brutal tormenta, ellos se convencieron
que era una señal enviada por Tupá y entre maltrechos y angustiados, cada cual
regresó con su familia.
Por la siguiente mañana, la madre de Ñanduguasú al ver
a su hijo con las múltiples señales de la pelea lo interrogó y él le narró lo
sucedido.
La mujer que era una hábil tejedora, le prometió a su
hijo, que ella misma iría esa misma noche a la selva, y buscaría el colosal
tejido visto por él la noche anterior.
Mientras tanto, otros pretendientes le hacían llegar a
la joven increíbles obsequios, pero ninguno parecía ser el indicado para
satisfacer a Guayra.
Había bellos tocados de plumas, collares de semillas o
de caracolas, cómodas hamacas y muchas cosas más, pero ninguna era tan
formidable para que el cacique entregara a su hija como consorte.
A la caída del sol, madre e hijo se encaminaron en
busca del enorme árbol.
Ñanduguasú condujo a su madre, atravesaron el monte y
al fin lo vieron, ahí estaba, una pequeña araña tejía afanosamente, mientras
que que un luminoso rayo de luna se filtraba entre la trama asemejándolo al más
fino encaje jamás visto por la tejedora.
Ambos, madre e hijo, felices retomaron el camino de
vuelta a su maloca.
Sin pérdida de tiempo la madre de Ñanduguasú eligió el
mejor hijo y se dispuso a diseñar el regalo para Samambí.
Una vez finalizado el fino trabajo de hilado,
Ñanduguazú se engalanó con sus mejores prendas para presentarse ante Guayra y
su hija.
Se Alistó con su mejor tocado de plumas, su exquisito
collar de semillas y colmillo de jabalí, su llica, esa que su madre le había
obsequiado y no olvidó su tembetá.
Luego, antes de ponerse su tocado, peino sus largos y
renegridos cabellos con una prolija trenza, saludo a su madre y partió en su
canoa llevando consigo la preciada ofrenda.
Luego, al atardecer, cuando el sol se escondía en el
horizonte, Guayra y Samimbí lo recibieron y al revisar el regalo, ambos
quedaron maravillados con el obsequio.
Sin dudarlo Guayra consintió en otorgarle la mano de
su hija.
No tardaron mucho tiempo en formar una hermosa
familia, tuvieron varios hijos fueron y muy felices.
Ahhhhh! la amorosa abuela les enseñó a sus nietas el
arte del Ñandutí y ellas fueron las que se encargaron de transmitir el bello
trabajo, y así, fue enseñado a las generaciones venideras tal como hoy en día
lo conocemos.
Segunda versión de la leyenda del Ñandutí. ( de origen
guaraní)
Una versión muy parecida a la anterior, pero cambian
los personajes
.
Dicen que dicen ... que Ko’e era bellísima. Su figura
esbelta, sus largos cabellos renegridos y aquellos ojos brillantes y sugestivos
la hacían sobresalir de las demás mujeres del lugar.
Juky le había pedido al padre de Ko’e le permitiera
conquistar a su hija, cualquier padre hubiera estado orgulloso, pero no fue
así.
A Guyra no le sorprendía que muchos guerreros
quisieran intimar con la bella Ko’e, pero él adujo, que quien le hiciese el
mejor obsequio y luego se sometiera a una competencia, se ganarla, sería el
guerrero que tuviese el honor de ganarse como compañera a la bella Ko’e.
La dulce muchacha había mirado a Juky con tristeza y
eso a él le hacía galopar el corazón. Ella era tan bonita, su piel cobriza, su
cintura de mimbre y sus cabellos más allá de su cintura, no lo dejaban dormir.
Sin dudas él debería elegir el más espectacular
obsequio para la hermosa Ko’e.
Una tarde Juky observó a su madre y experimentó una
profunda admiración e infinita ternura al ver como el hilo de algodón se
deslizaba hábilmente agujas mediante, entre sus mágicas manos, sus dedos
morenos iban y venían haciendo piruetas en el aire, el resultado era
espectacular, él le agradeció a su madre
y ella adujo que él se lo merecía por ser un buen hijo.
El joven se despidió de su madre con un beso en la
frente y tomando su arco y sus flechas y salió rumbo al monte cercano, camino
un largo rato, la sequía se hacía notar, no había llovido en semanas y la
tierra polvorienta se le pegaba al cuerpo sudoroso.
En un rellano del camino, donde un rayo de sol caía
vertical, se topó con un gran quebracho y sobre las ramas un enorme, un boyero
que se posaba sobre ellas, estaba a punto de dispararle con sus flechas cuando
vio a Ñandú , ella tejía una tela que lo dejó perplejo.
Juky pensó que era lo que tanto había estado buscando,
pero al quererlo tomar en sus manos la tela se le deshizo entre sus dedos tal
como si fuesen pompas de jabón. Este encaje era digno de su amada Ko’e.
Al llegar a maloca le relató a su madre del hallazgo y
de lo sucedido cuando él quiso tomar en sus manos la bella labor de Ñandú, su
madre le dijo que ya era tarde, a la mañana siguiente, bien temprano,
resolverían el problema.
Juky se acostó y no pudo dormir, él sabía que otros
aspirantes ya le habían hecho obsequios como collares de semillas y caracolas,
bellas diademas de plumas multicolores, hermosos tipoys, pulseras y aros de
hueso tallado entre muchos otros regalos.
A la siguiente mañana, madre e hijo volvieron monte
adentro en busca del colosal quebracho y para sorpresa del muchacho, nuevamente
Ñandú había vuelto a recrear su fino encaje y otra vez los rayos matutinos se
filtraban entre el tejido.
_¡ No la toques ! _ advirtió su madre, buscó dos ramas
que fueran flexibles y les fueran útiles para usarlas a modo de agujas, luego
cortó un mechón de sus largos cabellos y con premura ensayó las idas y vueltas
del preciado trabajo.
Cuando ambos regresaron a su maloca con el modelo en
sus manos, la madre de Juky se dedicó a elaborar el tejido, seguramente ese
obsequio sería peculiarmente especial.
Una vez finalizada la labor, ella se lo extendió a su
hijo con manos temblorosas, él quedó impresionado.
Juky no perdió el tiempo, y se vistió para ocasión, su
madre le imploró a los supremos le concedieran los deseos a su primogénito y a
sus antepasados que lo acompañasen.
Luego el muchacho remontó el río en su canoa hasta la
aldea de Guayra y le presentó el regalo al cacique, él lo tomo en sus manos y
sonriendo hizo un gesto de aprobación.
Por supuesto que no tuvo ningún inconveniente con la
competencia, el era un guerrero avezado y venció a los demás sin ninguna
dificultad.
Ko’e estaba emocionada, la prenda la hacía lucir
fascinante, ella elogió el tembetá que Juky estaba usando, y luego juntos
fueron a caminar, poco tiempo paso para que ambos formaran una hermosa familia.
Con el tiempo la pareja tuvo muchas hijas y la abuela haciendo honor a Ñandú,
les enseñó a todas sus nietas el arte del tejido y en homenaje a la laboriosa
araña llamaron a ese encaje artesanal Ñandutí.