El
Mistol es un árbol coposo de 4 a 9 metros de altura, cuyo tronco es gris
plateado y con ramas retorcidas con abundantes espinas fuertes y rectas,
de hojas color ceniza en la cara inferior, con una nervadura algo pilosa. Sus
flores son pequeñas, de color verde amarillento, y su fruta es una drupa de
color castaño rojizo que al madurar es comestible. Su raíz es utilizada en la
construcción.
Este maravilloso árbol, cuyos usos múltiples lo hacen muy especial,
también es parte de la farmacopea, púes de él se extraen varios productos
medicinales.
Dicen que dicen...que mucho tiempo antes que arribara el
conquistador a nuestra América, vivían tribus Tonocotes que disfrutaban
recolectando frutos silvestres y miel o cazando pecaríes, y las mujeres
sobresalían como hábiles hilanderas.
Mistol y su familia eran felices allí, él era un gran bailarín, le
gustaba bailar al son del knobiké y todos lo reconocían como el bailarín
del monte.
Mistol amaba el color verde, por eso utilizaba el teñido de plumas para
su pollerín con esencias vegetales de ese color y solía pintarse el cuerpo con
círculos rojizos de una pintura que él mismo obtenía de la arcilla.
Mistol era un hombre generoso que repartía su amor entre sus muchos
hijos, que vivían dichosos gozando de la naturaleza y compartiendo la vida en
comunidad.
Sin hacerse anunciar, inesperadamente un día se desató una fuerte
tormenta que derribó muchos árboles. El desastre fue total.
Al no poder obtener el sustento la hambruna creció tanto que muchos
enfermaron y entre ellos los hijos de Mistol. El comenzó a desesperarse.
Era triste oírlos pedir comida y no poderlos satisfacer.
Fue así, que Mistol le imploró a Cacanchac, que al menos les devolviera
lo que el viento y la lluvia les había quitado.
Mientras tanto, los suyos se preguntaban dónde estaba Mistol y recorrían
el monte llamándolo a viva voz, lo buscaban por todas partes, caminaron y
caminaron sin ningún resultado. pero de repente se escuchó un trueno ensordecedor y allí, frente a
ellos, se vio un rayo rojizo que fue a dar sobre la figura suplicante y de
rodillas del mismísimo Mistol.
En ese instante, como por arte de magia, el cuerpo de Mistol se
transformó en un robusto árbol, de cuyas ramas cargadas de pequeños frutos
rojizos, hacían doblar sus ramas debido a gran peso e invitaban a quien se
acercara, a darse un copioso banquete.
Los chicos comieron hasta sentirse satisfechos.
Sin dudas Cacanchic había cumplido los deseos de su padre, y desde ese
momento, no sólo alimentó a sus hijos, sino que saciaría el apetito de las
generaciones venideras con aquel follaje tan verde como sus plumas y sus frutos
del mismo color que él pintaba los círculos de su cuerpo.
Más tarde descubrieron que también Cacanchac le había concedido poderes
curativos.