Cuentan los abuelos sabios, que antes que el
colonizador arribara a estas tierras, los mocovíes habitaban lo que hoy
conocemos como el gran Chaco.
Los mocovíes eran fuertes y
excelentes guerreros, ellos se dedicaban a la caza, la recolección, la pesca y
la agricultura incipiente.
Sus vecinos los lules y
avipones conocían muy bien de sus ataques e intervenciones, es más se los
conocía como los que arrasaron la ciudad de Esteco.
Dicen que dicen ...que Ipenac, el
cacique de los mocovíes había tenido una sola hija a quien dieron el nombre de
Ciriago.
Ipenac había criado a su hija
en un ambiente de plena libertad. Desde niña, Ciriago había tenido un compañero
de juegos y aventuras que, al llegar a la adolescencia eligió como su compañero
de vida.
El padre, consentía a todos los
pedidos y aventuras. Poco después, aprobó la unión sabiendo que el
muchacho era un guerrero.
Por muchas lunas la joven pareja
disfrutó del amor que se profesaban, pero como nada es para siempre, en una de
esas violentas incursiones, el joven perdió la vida.
Ciriago cayó presa de una gran
tristeza y profunda soledad.
Una mañana de otoño, mientras
Ciriago recogía frutos del monte, fue capturada por tribus enemigas.
Lo cierto es que la inconmensurable
belleza de la muchacha no pasaba desapercibida, su luz iluminaba a quien la
viese a sus ojos, su mirada altiva y penetrante había llamado el interés de
cacique y prontamente le propuso ser su esposa.
Sin embargo, Ciriago prefirió ser
prisionera a serle infiel a quien había sido, desde niña, su amor eterno. Ella
le había prometido a su pareja fidelidad por siempre y se mantuvo firme con su
promesa.
El cacique, que no
estaba acostumbrado a los desplantes, ordenó realizar los preparativos
para la unión por la fuerza e invitó a muchos para la celebración, desoyendo
las insistentes negativas de Ciriago.
Desesperada la muchacha, lejos de
los suyos y sin saber que hacer, le rogó a Cotaá, su ayuda.
El día fijado para la celebración
se presentaba gris y bella Ñusta no cejaba en su pedido a Cotaá.
Ya caía la tarde, al fin
Cotaá se apiadó del profundo dolor y el inconmensurable amor que
Ciriago profesaba por su amado muerto, así fue que, ante el asombro de los
allí presentes, el cuerpo de la altiva Ciriago, se encendió luminicamente, y
tal como una figura etérea ascendió a los cielos y se convirtió en luna
llena , redonda y luminosa y desde allí ilumina eternamente a su pueblo.