CINCUENTA Y CINCO AÑOS DE EDUCADOR
por
Ricardo Luis Acebal
En "Identidad Cultural"
usted podrá encontrar notas relacionadas con Enrique Manson escribiendo su
nombre y apellido en el casillero "Buscar en notas..." ubicado en la mitad derecha.
Nació en Buenos Aires el
16 de julio de 1942. Después de su egreso de la Universidad del Salvador en
1965 desarrolló una actividad intensa como profesor y director de
establecimientos docentes de nivel secundario, formación docente y educación de
adultos.
Fue director del
"Instituto de Formación Docente José C. Paz" de la localidad del mismo nombre,
desde su creación en 1978 hasta 2008.
Fue presidente honorario
del Centro de Estudios Históricos y Sociales del Oeste del Conurbano (con sede
en José C. Paz) y fue también vicepresidente de la Comisión Nacional Permanente
de Homenaje a José María Rosa.
Ha sido también profesor
en las universidades nacionales de Buenos Aires , de Luján y en la de Lomas de
Zamora, donde fue adjunto de la Cátedra de Historia Argentina de la que era
titular Fermín Chávez.
En 1997 fue galardonado por
el Instituto Superior Dr. Arturo Jauretche con el "Premio a la Cultura Arturo
Jauretche" por su labor educativa.
Además de una extensa
lista de libros con su exclusiva firma (las tapas de algunos de ellos se
publican en esta nota), escribió conjuntamente con Fermín Chávez, Juan Carlos
Cantoni y Jorge Sulé los tomos 14 a 17 (1946/1976) de la "Historia Argentina"
iniciada por José María Rosa (publicada por Editorial Oriente en 1993).
En 2005 publicó bajo el
sello de Oriente los cuatro tomos finales de la obra (1976/2001) y en ese mismo
año, en colaboración con Fermín Chávez el "Diccionario Histórico Argentino y de
la Reseña de Acontecimientos Históricos 1553-2003" (Editorial Fabro).
Los 21 tomos de la "Historia Argentina por José María Rosa"
José María "Pepe" Rosa, Enrique Manson y Fermín Chávez
A LA FINAL NOS SOBRA IDENTIDAD
En el entrañable libro que Manson dedica a "historiar" a Fermín Chávez, en el
que se declara "su discípulo y amigo" y en el que incluye un poema de Osvaldo
Guglielmino, se puede leer en la página 13: "Folclorista o Historiador".
Lo transcribo aquí
textualmente como una muestra del lenguaje que utiliza en la totalidad del
libro, a años luz de distancia del rebuscado y presuntamente "culto" que
emplean numerosos "académicos" de
Literatura:
"¡Estoy
hablando de historiadores y no de folcloristas!" respondió la académica a
la pregunta de su alumno.
La escena ocurrió en la Facultad de Filosofía y Letras
de la Universidad de Buenos Aires. La docente enumeraba, con unción, la lista
de los historiadores argentinos que merecían el nombre de tales. Naturalmente
estaba encabezada por el nombre de aquél que desde la universidad californiana
de Berkeley fungía, por razones nunca bien explicadas, como el historiador más
importante de la Argentina contemporánea, recordando al personaje a quien Leonardo
Castellani había bautizado El Taita oficial de la Historia, en los años
treinta. Lo seguían otros devotos de la misma religión histórica establecida,
cuyo primer mandamiento es el escribir de modo que sea difícil entender el
texto, lo que da, como se sabe patente de erudición.
Uno de los alumnos, un hombre grande en realidad, que
había empezado a estudiar historia como una forma de completar con un título
formal su vasta cultura, preguntó tímidamente: ¿Por qué no se nombra a Fermín
Chávez?
La docente detuvo su exposición, miró al imprudente
con desdén y disparó la frase arriba mencionada.
Folclorista era, para la catedrática, una referencia
descalificadora. Chávez no era, a su juicio, un historiador serio. Pese a la
abundancia de su producción y a la fundamentación de sus asertos, a la prolija
utilización de los métodos de la historia científica, no había alcanzado a
acumular currículum, como suelen hacer los cazadores de becas y subsidios, como
para merecer integrar el olimpo del saber científico.
Lo suyo era folclore. Entendido esto como el
pintoresco manejo de las exterioridades de la gauchesca y el atávico alarido,
acompañado de retumbar de bombos y golpear de boleadoras en las tablas de los
escenarios.
Sin embargo, la pretendida descalificación podía ser
interpretada como elogio. Porque el saber, la erudición, la profundidad de
análisis de Chávez, centraba sus esfuerzos en la indagación acerca de la
identidad de nuestro pueblo (de nuestro "volk"), y de su creatividad cultural,
desde un punto de vista historicista.
Desde esa línea de pensamiento, para la cual la razón
no es suficiente para comprender la realidad, trabajó en el rescate de nuestra
identidad mestiza y múltiple que lo hacía decir, siguiendo a Manuel Ugarte y a
Guillermo Magrassi: "los indios somos nosotros, los criollos somos nosotros,
los gringos somos nosotros,... A la final nos sobra identidad".
El 13 de marzo de 2008, participando de una Misa, a continuación de la cual se trasladaron los restos de Fermín Chávez desde un cementerio en la Provincia de Buenos Aires a su lugar de nacimiento: El Pueblito, Nogoyá, Entre Ríos. A su derecha el doctor Antonio Cafiero. (Foto: Ricardo Acebal)
El profesor Alberto Sorzio, frecuente y siempre
bienvenido colaborador de Identidad Cultural, despidió así a nuestro compañero y amigo Enrique Manson:
Bella Vista 19 de mayo de
2021.
Se nos fue Enrique Manson
¿se nos fue?
Lo conocí cuando ambos
éramos directores nacionales en el entonces Ministerio de Educación y Justicia
en las controvertidas épocas del menemismo. Difíciles momentos en los que no
éramos muchos los que creíamos que era posible gestar una política educativa
con sentido nacional y popular. Hicimos, bien o mal, lo que pudimos.
Las vueltas de la vida hicieron
que nos encontremos en el partido de San Miguel, más concretamente en Bella
Vista, a donde Enrique se mudó y donde yo vivo desde 1977. Vivíamos a pocas
cuadras uno del otro. Se reforzó nuestra antigua amistad alimentada por la
coincidencia de pensamiento político, y participando en encuentros y reuniones
del peronismo de la zona. Nos encontrábamos todos los sábados a la mañana con un
grupo de amigos con cerveza y pizza. Inolvidables encuentros.
La salud le jugó malas
pasadas, durante mucho tiempo. La pelió como mejor pudo, hasta esta mañana.
Pero no nos dejó. Nos queda su cálida y bella amistad, su obra de investigador
plasmada en sus publicaciones, las interesantes conversaciones sobre política e
historia, siempre muy didácticas, el ejemplo de su conducta, su amor y
compromiso con la Patria y los imborrables recuerdos inclusive asentados
geográficamente en los lugares que frecuentábamos.
Gracias Enrique por lo que
nos dejaste con tu vida. Hasta que construyamos la Patria Justa, Libre y
Soberana con la que soñamos.
Tu amigo Alberto Sorzio