Es una de las
aves más abundantes en los alrededores de Buenos Aires, se lo ve frecuentemente
en parques y jardines.
Su andar, muy
terrícola, es dar pequeñas carreritas a los saltitos. Es un ave sedentaria y su
bello canto se hace oír tanto al amanecer como al anochecer.
Es el macho el
que derrama su melodioso canto buscando pareja.
Dicen que dicen...que
Zorzal era un joven guaraní que amaba profundamente a una hermosa doncella cuyo
nombre era Agüaí, de ellos eran testigos el río, los montes, las aves, las
flores y toda la infinita naturaleza que abundaba en su lugar. Ellos daban fe
del infinito amor que los jóvenes se profesaban.
Zorzal conocía
todos los secretos del monte porque era conocido como hábil cazador.
Todas las
mañanas, bien temprano, salía Zorzal en busca de sus más preciadas piezas y por
las tardes guardaba el tiempo para pasear con su bella Agüaí.
Como el joven
tenía la virtud de tocar la flauta dulce le hacía canciones y se las dedicaba
amorosamente.
Así transcurría
los días y la pareja gozaba de su amor y su felicidad.
Lamentablemente
la relación de los jóvenes no a todos los conformaba y a raíz de ello, sucedió
algo inesperado.
El chamán celoso
de Zorzal, fue a ver al cacique, le habló en contra de la pareja y lo convenció
que el joven traería desgracias a la comunidad.
El cacique, sin
objetar los dichos del chamán, buscó a Zorzal y lo puso en cautiverio,
Pronto
decidieron ejecutar al cazador, lo ataron a una gran piedra y sin mediar palabras una
lluvia de flechas cayó sobre su pecho, al instante, con el corazón deshecho,
Zorzal se desplomó.
Agüaí
desesperada corrió en busca de Zorzal y para su sorpresa, del cuerpo herido de
su amado surgió un ave que tenía su pecho rojo empapado en sangre y un bello
sonido de flauta tal como era el canto de amor de su joven cazador.
Agüaí comprendió
que Tupá les había obsequiado éste ave de pecho rojo y dulce canto, para que
nunca se olvidaran de él.