Dicen que dicen...los abuelos sabios, que el
pueblo Tehuelche amaba a todas las aves, pero la que ocupaba un espacio
preferencial por su sacrificio y bondad, era el cisne, y hoy, aún lo sigue
siendo.
Según cuentan, allá por el principio de los
tiempos fueron los pájaros los que con sus cuidados hicieron posible la vida de
los Tehuelches.
Según dicen, fue el gran cisne el que un día
voló hasta la cueva del Tucu-Tucu. Vivían allí una mujer llamada Terr-Wert y su
hijo. Ella misma fue la que hizo un cómodo nido sobre el lomo del cisne, luego
trepó a su niño, que se apretujó feliz sobre el mullido lomo emplumado.
El cisne carreteó un rato con el muchachito
sobre su cómodo lomo, tomó impulso y se lanzó al aire, buscó por el oeste un
lugar donde jamás había estado, abriendo y cerrando el abanico de sus alas con
la preciada carga sobre sí.
El trayecto le llevó varios días, esto hizo
que el pájaro y el niño pudieran charlas y conocerse muy bien.
Surgió entre ellos una verdadera y cálida
amistad.
Como el niño carecía de nombre, el cisne lo
llamó Elal.
En el trayecto atravesaron el ancho mar,
sobrevolaron islas, atravesaron una verde pradera hasta que visualizaron una
bellísima montaña azul de la que tanto Kóoch le había hablado.
Por cierto, el viaje había debilitado mucho
al cisne, quien se posó sobre la montaña a la que él le daría el nombre de
Chaltén, que en Tehuelche significa azulado e hizo que el muchachito descendiera
de su lomo. Él lo cuidó como un verdadero padre.
Solo le llevó tres días y tres noches para
que el niño creciera y estuviese listo para emprender la misión que Kóoch le
había asignado.
Elal debería crear vida donde solo había
tierra, piedras, agua y nubes.
Se dice por allí
que el cisne una vez que vio la obra de Elal terminada se retiró a descansar y
de vez en cuando grazna fuerte para saludar a su fiel amigo, otros piensan que
volvió para hacerle compañía al gran Kóoch.
Es por esto, que los que conocen y respetan
la cosmovisión Tehuelche reconocen al cisne como un ave sagrada, la veneran,
jamás osan cazarla ni atraparla para tener en cautiverio, porque de hacerlo el
ave moriría.
Si esto sucediese, ni las aves de rapiña se
atreverían a picotear su carne, porque ellas conocen la historia y eso sería
desafiar la nobleza de Elal.