REFRESCAR LA MEMORIA EN ESTOS DIAS VALE LA PENA
por Juan "Tata" Cedrón
Lo que vengo a
plantear son temas que desde hace mucho estamos discutiendo con mis compañeros.
Especialmente con los miembros del Cuarteto Cedrón pero también con otros
músicos, algunos muy jóvenes.
Y con otras
personas que no son músicos y con quienes hemos podido tener un diálogo sobre
cuestiones como ¿qué es la cultura? ¿Con qué se come? Si no se come ¿para qué
sirve? ¿Para qué la queremos o porqué la queremos? Pero sobre todo, ¿cómo
se inserta la cultura en un proyecto de país?
Respecto a esta
última pregunta, quiero señalar algunas reflexiones.
La primera
tiene que ver con la cultura como genuina expresión de lo nuestro.
Esto no es una
característica argentina. Todos los pueblos tienen su cultura o sus culturas. O
sea, sus propias maneras de hacer las cosas, todas las cosas: no solamente las
canciones sino también el pan, las comidas.
Me gusta el
ejemplo de las comidas. La cocina de un pueblo se hace con lo que se tiene a
mano y en función de algunas necesidades específicas. Eso va variando con el
tiempo, se pueden producir mestizajes, dentro de ciertos límites. Esos límites
también van cambiando con el tiempo. Lentamente. Los cambios brutales no son
tan frecuentes en la cocina.
Voy a dar un
ejemplo criollo: en Argentina se toma café y se toma té, pero a nadie se le
ocurriría que eso signifique que hay que dejar de tomar mate. Si el hecho de
tomar café o de tomar té implicara dejar de tomar mate, me parece que generaría
un conflicto bastante grande. Pero no solamente porque nos gusta el mate,
porque tiene un rico sabor sino porque es la expresión de un modo de ser y,
sobre todo, de un modo de compartir con los demás. Ese modo es algo que une.
Todos o casi todos toman mate: los rubios y los morenos, los ricos y los
pobres, los jóvenes y los viejos, los rockeros y los tangueros, la gente de la
ciudad y la gente del campo, gente de todas las ideologías, etc. Y más allá de
las diferencias, uno puede suponer que todos lo comparten más o menos de la
misma manera: con ciertos modales. Porque si bien es cierto que siempre cabe la
posibilidad de terminar a los gritos, el mate se ofrece de mano en mano y eso -en algún punto- lo asemeja a una forma de fraternidad. Entonces, renunciar al
mate sería renunciar a todo esto que rodea el mate.
Yo me imagino
que si el día de mañana nos invadiera alguna potencia extranjera y nos
suprimiera el mate a favor de una bebida XX, esto generaría algún tipo de
discusión. Y si cien años después, ya olvidada la forma en que se introdujo la
bebida XX y hasta considerando que esa bebida XX ha pasado a ser una bebida
nacional, sin duda persistiría el recuerdo del mate como algo que tenía valor:
no tanto por su sabor sino por lo que permitía compartir. Ese recuerdo no lo
borraría esta nueva bebida nacional... y colonial... O al menos eso
espero.
Hay otro
ejemplo que me viene en mente cuando se habla de cultura. Tiene que ver con la
arquitectura. En especial con la manera de hacer las casas. Esa manera depende
de muchos factores pero, básicamente, tiene que ver con las necesidades de los
que van a vivir dentro de esa casa y con un entorno. No es lo mismo construir
una casa en un lugar donde nieva que en una zona tropical. Las necesidades no
son las mismas. Y esto no quita que algunos ignoren el entorno y hagan su casa
según el gusto del constructor (caso de los ingleses que instalaron sus chalets
con techo a dos aguas en la Pampa donde no había nieve...)
Pero bueno, el
tema es que la cultura se relaciona también con necesidades y con un entorno. Y
su carácter genuino está dado por el grado de libertad con que vamos generando
nuestros saberes en función de esos entornos, de las necesidades y de los
materiales de los que disponemos, etc. Para mí son palabras que van
juntas: genuino, autenticidad, libertad.
Pero la cultura
es algo más que la expresión genuina de lo nuestro. La cultura, entre muchas
otras cosas, puede ser una herramienta política. Y en nuestros países esa
herramienta ha sido más frecuentemente utilizada como herramienta de dominación
que de liberación.
Todos sabemos
de qué manera las grandes potencias han usado diversas producciones culturales
como un instrumento de penetración. Todos sabemos también de qué manera
esas producciones vehiculan siempre un estilo de vida, una forma de ser, una
manera de vestirse, de hablar, de cantar y hasta una manera de caminar. Los
mecanismos no son diferentes de los de cualquier tipo de
colonización. Porque la colonización nunca es meramente económica y
política, siempre es también cultural. Y lo peor que le puede pasar a un pueblo
colonizado es no tener conciencia de estar colonizado. Ocurre que el
proceso de colonización es tan complejo que lo ajeno termina por dar lugar a
muchas elaboraciones y es así como probablemente algún día llegará en
que la Coca-Cola (o sus derivados) nos parecerá una auténtica bebida
nacional. Respecto a este tipo de situaciones hay dos temas que me parecen
especialmente relevantes:
- que
se tenga masivamente conciencia de que estos procesos de dominación
por lo cultural existen, que se informe, que se discuta;
- más
allá de sus orígenes, que se tenga conciencia de que no todas las formas
culturales están coexistiendo hoy en Argentina en igualdad de condiciones.
Don Buena y el gran Homero
Sobre estos
temas, puedo indicar algunos autores que me parecen importantes como puede ser Homero Manzi, cuando escribe ese texto
que se llama "Lo Popular". Pero también Buenaventura
Luna que tiene toda una reflexión sobre estos temas: sobre la música que
escuchamos y el desconocimiento de lo propio a beneficio de otras formas
musicales que no coexisten simplemente con lo propio en condiciones de respeto
e igualdad sino que lo desplazan, lo avasallan y lo terminan marginalizando.
Marginalizando de tal manera que uno -siendo un músico argentino- puede llegar
a sentirse un invitado y hasta un extranjero en su propia
tierra. También señalo un texto de Carlos
Semorile, escritor, llamado: "Para no ser turistas de nuestra propia
cultura" que publicamos en estos días en "El Cedroniano".
Carlos Semorile
Respecto a
estas situaciones, lo que me interesa es poder plantear la siguiente pregunta:
¿puede la cultura argentina -como expresión de lo genuinamente nuestro- ser
parte del proceso de independencia que estamos construyendo en lo económico y
en lo político? O definitivamente cabe asumir que nuestra cultura hoy es "otra"
y viene de afuera: no necesariamente de las grandes potencias sea dicho de
paso. Los fenómenos de sometimiento cultural a veces toman formas muy sutiles y
pueden hasta presentarse como "liberadores", tanto más cuando son del gusto de
algún sector de la sociedad considerado como particularmente relevante. Sobre
este punto el texto de Carlos Semorile es muy interesante cuando aborda el tema
de las orquestas creadas en Venezuela gracias a las cuales muchos chicos en
situación marginal saben tocar el violín pero ignoran lo que es un cuatro.
En definitiva:
¿Qué es lo que la cultura nos permite compartir? ¿Con quienes? Ahora me quiero
referir más precisamente a lo que es una canción. Porque una canción puede ser
muchas cosas pero es también algo que nos forma, lo mismo que un libro y quizás
mejor que un libro. Una canción es algo que todo el tiempo nos está indicando
algo que mirar, algo que escuchar, algo que atender. Entonces, cabe preguntar,
¿qué pasa si por voluntad o por inercia, dejamos de lado cierto tipo de
canciones argentinas? ¿De qué nos estamos privando? ¿Qué es lo que no estamos
escuchando? ¿Qué es lo que no estamos viendo, atendiendo?
Yo me pregunto
si todos los chicos de Argentina, junto con escuchar todo aquello que les llega
a través del flujo permanentemente abierto de las radios, de la televisión, de
Internet, no deberían poder también escuchar palabras como éstas:
- Desde
lejos se te embroca pelandruna abacanada...
- Vallecito
de Huaco donde nací, sombra del fuerte abuelo que ya se fue...
¿Deben o no? ¿Por
qué? Pero no solamente se trata de palabras sino también de sonidos. De un modo
de decirlos, de tocarlos, de interpretarlos. Un modo que tiene sus códigos y su
razón de ser (caso del bombo).
Estos sonidos
que conforman la canción criolla en todas sus facetas tienen que ver con ese
mate compartido al que me refería. Que luego, con conocimiento, los niños
convertidos en jóvenes adultos, puedan pensar que esas formas ya no los
representan, es una posibilidad. Pero que no las conozcan es negarle
una parte fundamental de su propia tierra, de una forma de riqueza, de legado
que generó este país en un momento específico de su historia.
Tata Cedrón: "¿de qué nos estamos privando? ¿qué es lo que no estamos escuchando?"
Volviendo a un
ejemplo que he usado otras veces: en Francia se dice habitualmente "no podés no
conocer a tus clásicos". El colegio se encarga especialmente de esa tarea. A
nadie se le ocurriría desechar a los "clásicos" porque la sociedad francesa hoy
es otra. Tampoco a nadie se le ocurriría pensar que "Los Miserables" ya no
tienen nada que decir porque la pobreza es otra. Desde este punto de vista me
parece fundamental identificar dentro de cada cultura aquello que tiene un
valor más allá de su tiempo porque nos remite a un tipo de humanidad, porque
reivindica un tipo de humanidad y un tipo de vínculo entre las personas. Me
parece que la canción criolla con todos sus matices, en toda su diversidad, es
atemporal y es parte del bagaje que necesitamos si queremos fomentar ciudadanos
libres, lúcidos, responsables y, sobre todo, justos.
Mucho se ha
hecho en Argentina en estos últimos tiempos, especialmente a través de algunos
canales de televisión que dependen del Ministerio de Educación para hacer
escuchar otras voces. Pero todavía queda mucho por hacer respecto al rol de la
cultura y de los artistas argentinos en estos momentos claves que estamos
viviendo. Uno de los temas importantes tiene que ver con
los interlocutores. ¿Con quién habría que hablar estos temas? Habría que
considerar de una vez por todas que si el tema es la cultura, lo primero
es hablar con quienes la hacen, con los artistas, con los creadores.
Tata: "Me parece que la canción criolla con todos sus matices, en toda su diversidad, es atemporal".