PALABRAS PRELIMINARES SOBRE POR QUÉ REALIZAR
HOY ESTA OBRA
A fines del siglo XIX José Martí
advirtió ya, a propósito de Nuestra América, que ella no saldría de su letargo
colonial si el indio no lo hacía antes, y las últimas décadas vinieron a darle
la razón a este poeta visionario. Ante el fracaso de los modelos impuestos por
las potencias occidentales, presentados siempre como una panacea universal, la
única salida a la vez racional y ética proviene hoy de la sabiduría de estos
pueblos ancestrales que se afirman aún en sus raíces, señalando que hay otro
mundo posible, libre de opresiones, que dé así cuenta de la madurez de la
especie humana. Pero en este punto se advierte que marchamos hacia atrás, pues
mientras antes se nos colonizaba con culturas prestigiosas, las que en buena
medida fueron apropiadas y convertidas en parte de nuestro patrimonio
simbólico, lo que hoy nos coloniza son productos híbridos y mediáticos que
banalizan el mundo, lo homogenizan en base a meras pautas de consumo y
destruyen el lenguaje, que es lo que caracteriza al Homo sapiens. Se trata entonces
de algo más que de un nuevo proceso de colonización cultural, pues podríamos
estar cayendo por esta vía en una verdadera mutación antropológica, en la que
el hombre que explora los abismos del pensamiento y los sentimientos está
siendo desplazado por un individuo conformista y sin solidaridad alguna, cuyo
único objetivo vital no es ya saber y producir en base a ese saber grandes
obras espirituales, sino consumir y vaciar a las pocas palabras con las que se
ha quedado de su contenido de verdad: bien sabemos que para ponerlas al
servicio de la mercancía es preciso abolir su vínculo con la acción.
La historia europea no es la historia
universal, sino apenas una parte tardía de ella. No obstante, toda otra forma
de saber, de experimentar y dar cuenta del mundo, es calificada de arcaica,
primitiva, tradicional o premoderna, aunque se la mira con más benevolencia si
se expresa en la lengua dominante y ajustándose a sus categorías
conceptuales.
La rebelión de Chiapas sacó a los
pueblos originarios del pasado, de su triste papel de referencia inmóvil para
medir la modernidad o "progreso" de los sectores dominantes, para instalarlos
en el futuro. Un futuro no sólo para ellos, sino también para América y otras
partes del mundo que adopten sus sabios principios. El mismo día en que México
traicionaba su rica historia, consumando su boda con Estados Unidos, en su afán
de ingresar al "Primer Mundo", los mayas, pueblo al que homenajeamos en esta
obra, rechazaron dicho modelo, para no embarcarse en ese regreso a la barbarie.
Se mostraron así fieles a la gran civilización de sus ancestros, que fuera
comparada con la griega.
Cabe destacar asimismo que el Foro
Social Mundial, como alternativa al de Davos, nació en la selva Lacandona y no
en las grandes ciudades de América y Europa. Los sectores progresistas pusieron
de inmediato sus ojos en el Movimiento Zapatista, así como en Bolivia y
Ecuador, países que dieron entonces al mundo constituciones políticas
plurinacionales muy avanzadas y también principios filosóficos y jurídicos
válidos para toda una humanidad que parece hoy, por sus guerras y disputas,
haberse quedado sin propuestas.
Esta
defensa de las culturas de los pueblos originarios no implica circunscribir a
ellos el tema de la diversidad cultural. Son nuestras raíces más antiguas, pero
no las únicas, y todas ellas deben juntar sus saberes recuperados para
desbrozar las sendas de nuestro despegue como civilización propia, tema este
(el civilizatorio) que sigue sin ser asumido por nuestra región. Defender la pluralidad
cultural es defender las matrices simbólicas, no las infinitas hibridaciones a
las que éstas dieron lugar. Hacia el final de su vida, Darcy Ribeiro se atrevió
a decir que surgimos de una negación, de la desindianización del indio, de la
desafricanización del africano y la deseuropeización del europeo, pero eso,
añade, no nos convirtió en seres culturalmente más ricos, sino en gente tabula
rasa y hasta más pobre culturalmente que cualquiera de las matrices. Lo valioso
de la afirmación de Darcy Ribeiro es la idea de que lo que fue desindianizado,
desafricanizado y deseuropeizado puede ser recuperado desde una conciencia
residual y recompuesto. Bonfil Batalla defendió esta idea en su libro México
profundo. Una civilización negada y otros textos. Éste será nuestro verdadero
aporte a una humanidad plenamente consciente de sí misma, que permita coronar
la ya larga y sangrienta aventura de la especie con una racionalidad fundada en
la solidaridad y no en el más crudo individualismo consumista que en forma acelerada
se precipita en la barbarie. La modernidad y la comunidad no se oponen. La
modernidad de su comunidad -a la que llamaremos propia o paralela, no
periférica- es lo único que permitirá a las matrices culturales liberarse de la
opresión y conquistar un lugar digno en el mundo.
Ante
el notorio retroceso de los ideales emancipatorios que padece hoy Nuestra
América, esta obra quiere ser no sólo un homenaje a la civilización maya y nuestros antiguos esplendores, sino
también un arma cultural que nos permita recuperar nuestra historia y un lugar
digno en el mundo, desterrando toda forma de colonialismo.
Adolfo Colombres, autor
ACERCA DE LA OBRA
Podría decirse que la literatura
indígena de América nació signada por el fuego. Así, en su "Relación de las
cosas de Yucatán", escribe fray Diego de Landa: "Hallámosles gran cantidad de
libros de estas sus letras, y porque no tenían cosa en que no hubiese
superstición y falsedades del demonio, se los quemamos todos, lo cual sintieron
a maravilla y les dio mucha pena". Tan sistemático fue este auto de fe, que de
la civilización maya sólo se salvaron tres códices, y los tres están hoy en
museos de Europa.
El
POPOL VUH, tal como se lo conoció hasta ahora, o POP WUJ, según la versión descolonizadora
de don Adrián Chávez, el primer maestro indígena que tuvo Guatemala, llegó
hasta nosotros gracias a una serie de afortunados azares, ya que se perdió el
manuscrito original y sólo quedó una
copia del mismo, no del todo fidedigna. Junto con los documentos sagrados
fueron eliminados los sabios, las capas intelectuales que asesoraban y
desarrollaban la herencia cultural maya, una de las más altas civilizaciones
antiguas del continente. El resultado fue un brusco y pronunciado retroceso
evolutivo por la pérdida del patrimonio simbólico, que en el caso de los mayas
se insertó en un periodo ya de declinación.
Cuando
en 1690 llegó a manos del padre Jiménez, un misionero dominico, en el actual
Chichicastenango, el manuscrito redactado por un escriba indígena hacia el año
1550, no había ya un kiché con el nivel de conocimientos necesarios para ayudar
al fraile a realizar una fiel traducción
al castellano. Se unía a esto la falta de signos y letras en dicho idioma para
representar ciertas consonantes indígenas que no son más que ruidos vocales,
algo que dio lugar a varias y serias confusiones.
Chávez
comienza rectificando el nombre del libro, arguyendo que Popol no significa
nada en la lengua kiché, por lo que rebautiza al texto sagrado como Pop Wuj.
Pop en su lengua significa papel, libro, y wuj es el nombre del primer mes del
calendario maya, por lo que en castellano podría llamarse Libro del Tiempo. Así
denominamos a la traducción de este poema mito-histórico realizada por Chávez,
prologada por Carlos Guzmán Böckler y revisado en lo literario por Adolfo
Colombres, quien escribe asimismo una nota preliminar para la edición que sirve
de base al presente drama danzado. Para la realización escénica de esta obra,
Colombres se basa principalmente en la versión de don Adrián Chávez, aunque
tomando en cuenta también otras versiones, en busca de convergencias y de un
mejor sustrato poético, ya que Chávez lo presenta como poema mito-histórico.
Los mitos (o la historia) de los
kichés habrían empezado a contarse desde su llegada a Siwán Tinimit, la actual
Guatemala, ocurrida en tiempos anteriores a la era cristiana, transfiriéndose
por vía oral durante siglos. Adrián Chávez, en su intento de descolonizar este
libro capital de la América precolombina, tuvo que crear siete letras y dos
tildes. Con éstas y otras consideraciones logró erradicar la idea de los
gemelos, así como las florituras románticas añadidas en las distintas
versiones, haciendo que las palabras suenen como las piedras que arrastran los
ríos profundos, aunque también sorprendiéndonos con ricas metáforas, como los
400 hijos convertidos en una constelación, Shbalanké subiendo al cielo para
transfigurarse en el Sol, y un escupitajo en la palma de la mano de la doncella
Ishkik como símbolo de la generación humana.
El
castellano de Chávez acusa un fuerte impacto de la sintaxis kiché, así como el
quechua se hace presente en la escritura de José María Arguedas y el guaraní en
la de Roa Bastos.
Para
esta obra tomamos como referencia el Rabinal Achí, que se presentó ya en su
lejano origen como drama danzado, lo que nos permite sustituirlo en nuestro
caso por una danza-teatro de carácter experimental y contemporáneo. Quien pasó
a este texto a la escritura en kiché fue Bartolo Zis, un indígena del pueblo
guatemalteco de Rabinal. En 1855 se lo dictó al abate Brasseur de Bourbourg, a
la sazón cura de ese pueblo, quien lo vertió al francés y lo publicó en esa
lengua, dándolo así a conocer en Europa poco tiempo después. Se representó en
enero de 1856, y se dice que la puesta en escena culminó con un sacrificio
humano sobre una piedra ritual. Se supone que este drama viene del siglo XII.
Recién en 1929 se lo tradujo al español, en una adaptación del escritor
guatemalteco José Antonio Villacorta. Fue publicado en nuestra lengua en 1942,
con un anexo de seis páginas de partituras musicales, a las que tomamos en
cuenta en la musicalización. En 1944 lo publicó en Buenos Aires la Editorial
Nova.
(Para una mayor comprensión de esta
obra, consultar el volumen 7 de la Biblioteca de Cultura Popular, dirigida por
Adolfo Colombres y publicada en Buenos Aires por Ediciones del Sol).
ORGANIZACIÓN
PARA EL MONTAJE DE LA OBRA
Director
General: Galileo Bodoc
Director Musical: Alejandro Iglesias Rossi
Asistente
del Director Musical: Juan Pablo Nicoletti
Dirección
coreográfica: Cecilia Hopkins
Directora
de Artes Escenográficas y Visuales: Susana Ferreres
Asistente
en Artes Escenográficas y Visuales: Celeste Gomis
Autor
del texto dramático y su ajuste a la puesta: Adolfo Colombres
Producción
y logística: Mara Gassibe y María Sol Colombres
Elenco
de danzantes: Cecilia Hopkins, María Soledad Márquez y otros
Elenco
actoral: María Victoria Felipini, Gilda Sosa, Ludmila Acierno y otros
Músicos
en Escena: Juan Vila y otros de la Orquesta de la UNTREF
Realización
de máscaras: Orquesta de la UNTREF
Escenografía,
artes visuales y vestuario: Celeste Gomiz