Falleció el 3 de noviembre
de 2019.
Con la excepción de Omar
Moreno Palacios, que en su programa de los domingos de 7 a 10 por Nacional
Folklórica lo homenajeó el 10 de noviembre, su deceso "no fue noticia". Esta
página agradece a Raúl Alberto Vigini,
que publicó en el Suplemento Cultural del periódico "La Palabra" de Rafaela,
Provincia de Santa Fé, las notas que aquí transcribimos y a Schubert Flores Vasella por su video y
sus fotos.
Flores informa:"ELEODORO VILLADA BUSTAMANTE: Canto de nadie
(Flor de cartón) milonga de Alfredo Zitarrosa - Festejo de los 80 años del
formidable artista surero Moreno Palacios. En "Los nativos" del
Partido de Almirante Brown nos congregamos el 9/9/2018 inmensa cantidad de
amigos y admiradores. Además del fogón bien surtido con asados y exquisiteces,
hubieron legiones de guitarras y cantores... ¡Gran animación del rincón
criollo!"
Ricardo Luis Acebal
Para Eleodoro Villada Bustamante, el
cantorazo*
Lo conocí
una noche sentado él en un rincón del escenario mayor del Festival de Cosquín
casi imperceptible en su figura pero tan gigante en su decir cantado y
guitarreado. Después fueron encuentros y varias charlas intensas a su estilo
profundo. Un tipo diferente a todos. Bastaba conocerlo nomás. Hijo de padre tan
sabio como humilde, pero cantor. Y él, joven pero sabio como pocos. Aunque
antiguo. Ingenuo como nadie. Reflexivo siempre. De lágrima fácil. Emprendedor
con la música. Empedernido con la Patria. Le dolía toda injusticia. Seguía
luchando para él y para los demás. Cercano a los hermanos Expósito. Guitarrero
pero sin púa. Ladero de Vicente Correa amparando al prestigioso uruguayo
Alfredo, el de Doña Soledad. Le pesaba Zitarrosa en el hombro cada vez que
cantaba en el escenario. Y otra vez las lágrimas cuando recordaba. Gran tipo.
De códigos inalterables. Lo seguiremos queriendo. Vamos Lele... ¡Ay!... las
cosas, Vacío al horno, La mariposa, Casa vacía, El chinguichingui, Duele la
Patria, o Amanda. La que quieras... o todas, mejor.
Raúl Alberto
Vigini
Suplemento
Cultural "La Palabra"
En busca
de... Domingo Eleodoro Villada Bustamante, músico
Lo heredado
y lo adquirido
Es tan
importante en su vida haber sido guitarrista de Alfredo Zitarrosa como ser el
hijo de un gran cantor de pueblo, y el hecho de ofrecer su arte en espacios no
convencionales lo expuso a una realidad que lo dignifica, como cada
emprendimiento que encaró en su vida. Con la emoción del recuerdo y la
presencia espiritual de su ídolo y amigo uruguayo, compartimos esta charla de
café y de grandes significados.
LP - Le
pedimos que se presente en sociedad.
D.V.- Nací
en Segunda Usina, provincia de Córdoba, el 29 de agosto de 1942. Cursé la
escuela primaria y profesorado de guitarra y música. Soy músico y cantor. Hijo
de don Reynaldo Villada y de doña Dominga Bustamante. Cordobés hasta los
huesos, nací y crecí entre cerros bajos y con el Río Tercero frente a mi casa.
Soy el sexto hijo de nueve hermanos entre varones y mujeres, casi todos
cantores. Desde chico me gusta la lectura, tal vez, lo que más me gusta después
de la música. Me apasiona hacer canciones, porque es mi mejor forma de
expresión. Soy bastante solitario y me enoja la vulgaridad. Me interesa mucho
estar seguro del sí, del no y del tal vez y por sobre todo, saber elegir entre
lo correcto y lo fácil.
LP - Encarar
la vida con un padre cantor.
D.V. - Fue
todo muy natural, mi papá era un hombre sencillo pero inteligente, nos enseñó a
vivir, viviendo, actuando en consecuencia a lo que pregonaba, siempre admiré
eso. Oírlo cantar era muy bueno, un cantor con todas las letras, de aquellos
que cantaban sin micrófono y se los escuchaba de todos lados, en realidad, más
que cantor, un gran artista, que solo cantó en los boliches de aquellos
pueblos, nunca buscó trascendencia.
LP - Del
toque de oído a lo clásico con la guitarra. Tu experiencia.
D.V. - Fue
una experiencia extraordinaria. Tuve la suerte que allá por los años sesenta y
pico, un gran concertista de guitarra bajara desde la ciudad de Córdoba hasta
Almafuerte, un pueblo progresista, cercano a Segunda Usina para dar clases. Un
amigo de mi papá, Tito Chiavaza le dio la noticia y le comentó: Mire don Villada
tiene que mandar al Lele a estudiar, tiene muchas condiciones y parece que el
profesor es de los buenos. De chico me decían Lele, achicando Eleodoro y
agregándole una L delante. Mi papá habló con Carlos Valdéz, así se llamaba ese
fenómeno y arregló que yo fuera a visitarlo para comenzar las clases. Esa
primera vez fue fantástica. Apenas entro y me presento, él recuerda haber
hablado con mi papá y me invita a sentarme. Palabra va palabra viene, me
preguntó si tocaba algo la guitarra, le contesté que sí y me dio su guitarra,
una hermosa Ramírez...Toque, me dijo y me puse a cantar Luna Tucumana con un
pobre acompañamiento aprendido de oído. Cuando terminé Valdéz serio me dice...
¿usted cree que eso es tocar la guitarra?... Déme dijo y me sacó la Ramírez de las
manos y se puso a tocar un fragmento de Recuerdos de la Alhambra de Tárrega.
Con el tiempo me enteré que así se llamaba esa maravilla. Cuando vi y escuché
eso, no lo podía creer. Lo poco que sabía era tocar con el dedo pulgar como lo
hacía mi papá. Este hombre tocaba con todos los dedos y de qué manera!... Me
enamoré de inmediato de esa forma de tocar. Recuerdo que Valdéz me dijo: si
quiere estudiar conmigo tiene que olvidarse de todo eso que sabe, porque está
mal. Y como fue amor a primera vista, dejé todo y comencé desde el vamos, con
las cuerdas al aire, como se debe. Claro, con el tiempo, Valdéz me tomó mucha
estima y se entusiasmó conmigo porque le resulté un buen alumno y en poco
tiempo estaba tocando con todos los dedos y eso me emociona de solo recordarlo.
LP - Ser
protagonista en el desarraigo y reiniciarlo todo pero desde Buenos Aires.
D.V. -
¡Ay!... la pucha, qué jodido eso del desarraigo. Teníamos una hermana casada
con un porteño hijo de tanos, trabajador como él solo. Papá se jubiló en Agua y
Energía Eléctrica y cobró unos pesos atrasados que le debían. Mi hermana, con
el asunto del trabajo y estudio de los más chicos lo convenció para que
comprara una casita en el barrio de Caseros en la provincia de Buenos Aires y
levantó su rancho como él decía, con todos nosotros adentro (los más chicos) yo
tenía 18 años. Fue muy duro para mí, dejar mi lugar y sobre todo, la gente que
rodeaba el estudio de la guitarra. Los cerros, el chañaral, el Río Tercero
frente a mi casa, fue duro. Pasé un primer año malísimo. Valdéz me dio una
carta de recomendación para seguir mis estudios con Maria Angélica Funes. Tardé
en ir a verla, estaba muy mal, después me arrepentí, cuando fui, me encontré
con una mujer fuera de serie. Me metí de lleno a estudiar con ella y pude
preparar un repertorio de música clásica. Por ella, descubrí que podía dar
clases, para no trabajar de otra cosa. Las heridas fueron cerrando, Buenos
Aires me hizo un lugar y aquello que parecía haber perdido el rumbo se
convirtió en nuevos caminos que me enriquecieron.
Reciente Eleodoro Villada Bustamante (Foto: Schubert Flores)
LP - Los
primeros intentos con la música como profesión.
D.V. - Con
tres de mis hermanos varones, armamos un conjunto vocal que se llamó...Los
Chañaraleros y comenzamos a intentar subir a los escenarios. No fue fácil pero
igual lo intentamos y no nos fue tan mal. Estoy hablando de los años `60 cuando
la música de raíz folclórica tuvo un pico muy alto y nosotros algunas miguitas
de la torta pudimos comer. Por esos años, grabé un simple con Hernán Figueroa
Reyes, recién desvinculado de Los Huanca Hua. Acompañé a Julio Molina Cabral
poco tiempo y pasé a intentar cantar como solista, comencé el derrotero por las
radios y algún canal de TV . No pude lograr mucho, tal vez porque había mucha
mercadería en el negocio de la música y ya sabemos, cuando uno no hace ciertas
concesiones, queda afuera y yo fui como decía el Tata Yupanqui, galopiador
contra el viento. Así fueron los primeros intentos.
LP - Llegan
los años `70 con todo su desafío.
D.V. - Había
pasado ya mucha agua bajo los puentes y estaba arraigado en Buenos Aires.
Conseguí trabajo en Radio Municipal, donde pasé los años `70 . En esa radio me
pasaron muchas cosas buenas y de las otras, sobre todo cuando llegaron los
milicos, tuve que renunciar en el año 1980, fue por no darle una piña a alguno
de esos cosos ignorantes con uniforme.
LP - Conocer
a los Expósito y lo que significó ese momento.
D.V. - Bueno
eso pasó en los `70 para ser más exacto, año 1973, un locutor llamado Oscar Guerrero
me comentó que Virgilio Expósito andaba buscando un cantor para armar un trío y
a él le parecía que yo era el indicado y así fue. Apenas me escuchó Virgilio me
dijo: El puesto es tuyo y con Roberto Alonso, bajista, nos pusimos a trabajar
un repertorio de canciones nuevas que eran letra y música de Virgilio. Con ese
trío pasamos a ser parte de un grupo de personas, la mayoría actores, para
dedicarnos a armar espectáculos en el teatro IFT de Buenos Aires. El grupo se
llamó GATT (Grupo Argentino de Teatro para Todos). También conocí a Homero
Expósito y pude tomar muchas cosas buenas de esos dos capos con mayúscula.
LP -
Encontrarse un día con Alfredo Zitarrosa.
D.V. -
Guillermo Benassan que era el director del grupo, vino con la noticia que
Alfredo Zitarrosa estaba en Buenos Aires y que debíamos proponerle que cantara
en el teatro. Me pidió que lo acompañe para ver si lo podíamos convencer.
Fuimos a un departamento que Alfredo tenía en el barrio de Palermo y nos
recibió muy amable con el termo y el mate, infaltables en Alfredo. Le pareció
buena la idea, ya que él venía escapando de la dictadura militar en Uruguay y
tenía la idea de quedarse un largo tiempo por estos pagos, porque allá estaba
prohibidísimo su arte. Dijo que le interesaba la propuesta, pero que estaba sin
guitarristas, ya que Siro Pérez y Alfredo Sadi habían conseguido unirse a un
capo nuestro... Roberto Grela... Cuando Benassan escuchó eso me dio un codazo,
para que recordara que yo era guitarrista y así en un acto de total
inconciencia le dije a Alfredo... no se preocupe, yo puedo armarle un grupo de
guitarras que lo acompañe, conozco su repertorio.
Alfredo
chupó el mate hizo una pausa y me dijo, bueno amigo ¿cómo se llama usted?
Eleodoro, dije, con la impresión que me estaba metiendo en un baile que no
sabía bailar. Mire Eleodoro voy a hablar con Siro y don Gualberto, para que le
pasen los arreglos, ¿le parece bien?... Sí dije yo. A los dos días me llama
para preguntarme si podía ir al día siguiente por los arreglos. Le dije que sí
y allí estuve... fue un suplicio. Me di cuenta de que conocía el repertorio
nada más que de escucharlo en los discos y que era algo que no dominaba ni por
las tapas. Para colmo Siro me pasaba los arreglos a mucha velocidad y además
tocados con púa, que para mí siempre fue mala palabra. Cuando terminó el
suplicio, nos quedamos solos Alfredo y yo. Le dije: le pido disculpas pero me
equivoqué. Creo que no voy a poder acompañarlo. Quise salvar el problema pero
veo que no soy lo que usted necesita... Pero no Eleodoro... dijo Alfredo, usted
es un gran guitarrista, si me permite voy a convocar a un amigo que con su
guitarra hemos recorrido caminos juntos. No tengo dudas de que nos va a sacar
del pozo. Quedamos en eso. Me llamó a los dos días y me citó para el día
siguiente.
Alfredo Zitarrosa:"...Eleodoro, usted es un gran guitarrista, si me permite voy a convocar a un amigo que con su guitarra hemos recorrido caminos juntos..."
Cuando
llegué, me encontré con un negro grandote sentado con su guitarra en la mano,
Alfredo le dijo: Vicente, tocá un candombe para que escuche Eleodoro y Vicente
que era nada más y nada menos que Vicente Correa, se largó un candombe que me
hizo llorar mucho. Ese llanto, fue la mejor carta de presentación para con
Alfredo. Luego con Vicente que tuvo mucha paciencia conmigo, trabajamos los
arreglos. Él con púa y yo con dedos. Se unió don Gualberto López con su
guitarrón, hasta lograr lo que Alfredo quería. Fue la más grande experiencia de
mi vida de músico.
LP - El
trabajo compartido con el cantor uruguayo más afamado.
D.V. -
Compartir escenarios con estos uruguayos, fue lo máximo. Muchas emociones. Esas
que sólo Alfredo sabía transmitir con su canto. Y el sonido de esos arreglos
que alguna vez creí imposibles, dejaron una marca de fuego, que me hicieron
cambiar el enfoque que tenía de la música popular. Basta de novenas y oncenas,
sólo el acorde natural, para vestir esas canciones que son lo que el pueblo
quiere.
LP - La
marca de fuego que queda a partir de ese camino compartido: ¿un antes y un
después?...
D.V. -
Realmente fue un antes y un después muy marcado. También porque pude hacerme
muy amigo de Alfredo, por unas sensibilidades bastante parecidas. Nos unían los
recuerdos y el concepto del hombre que teníamos y sigo teniendo. El decía:
Aunque uno cante smoking, tiene que ser de a caballo. Otra: Crear no siempre es
creer...cuando ambas cosas se juntan, recién saltan las lágrimas. Y yo digo:
Zitarrosa era un ángel, tenía algo de diablo y cantaba como los dioses.
LP - Hablar
de la vida desde tu lugar de cantor.
D.V. - Desde
mi lugar de cantor, la vida es hermosa y macabra. Porque uno quiere cantarle a
la flor, pero la naturaleza es cruel y mata para vivir. Eso no cabe en mi
corazón porque me duele pertenecer a esa cadena de alimentos. Esto de la vida,
es la muerte.
LP - La
importancia de llegar a cada uno de los discos.
D.V. -
Conseguir editar un disco es placentero, sobre todo cuando uno lo está
haciendo. Después viene la crítica, los elogios, pero uno ha perdido ya el
supremo momento de la creación, que en definitiva es lo que alimenta el alma.
Contratapa de uno de los discos de Villada Bustamante
LP - Las
épocas difíciles.
D.V. - Todas
las épocas son difíciles, cuando uno es más o menos sensible. Anda tanta macana
suelta que uno no puede más que chocarla y tener conciencia de que existe. Los
perros abandonados me duelen mucho, las barras que van al fútbol a pelearse y
romper cosas... ¡Qué triste!
LP - La
poesía en tu creación
D.V. - Las
canciones en general -perdonando la palabra- tienen algo de poesía. Pero la
verdad es que los que hacemos canciones ponemos letra y música. La poesía tiene
vida propia. No necesita de ninguna música para decir lo suyo. Me gusta la
poesía. De hecho cuando se me da, escribo alguna. De todas maneras me gusta la
canción. Los agudos y los graves de las notas y las letras. Es apasionante que
coincidan ambas.
LP - La
composición. Valores asignados a las melodías propias.
D.V. - El
valor que le doy a mis melodías, pasa exclusivamente por la emoción. Aunque sea
una canción alegre debe tener emoción. Si no es plantita seca.
LP - ¿Si
tuvieras que definir tu proyecto de vida con la música?
D.V. - La
definición es que la música fue y será mi proyecto de vida. Desde la galería de
mi casa hasta alguno de mis nietos cantando algo. También quiero decir, que
nunca hice proyectos con la música, lo que conocemos como proyecto. Esto me
sale solo, es lo que respiro, es mi comida diaria, es mi amor.
LP - Una
anécdota.
D.V. -
Cuando éramos chicos, íbamos a pescar con mis padres al lago de Segunda Usina.
En invierno hacíamos grandes fogatas, para calentarnos, para hacer el asado, y
calentar el agua para el mate. Cuando el día terminaba, nos gustaba, a los más
chicos, apagar las brasas orinándolas. Mi papá decía... No hagan eso, rodeen
esas brasas con piedras para que aguanten... ¿se imaginan si viene alguien sin
fósforos?... Qué alegría... ¿no?