NODAL CULTURA PREGUNTA: MAURICIO KARTÚN,
DRAMATURGO ARGENTINO "ES EXTRAORDINARIO CUANDO UNO COMO ARTISTA PUEDE DEJAR
FLUIR LA VIDA"
por Daniel Cholakian - Nodal Cultura
18 de mayo de 2018
Mauricio
Kartún es uno de los principales dramaturgos y directores de teatro en
Argentina. Conocido en toda la región, Kartún es uno de los pocos exponentes
del teatro popular en el país, enraizado en tradiciones que, como el mismo
explica en esta entrevista con Nodal Cultura,
vienen desde comienzos del siglo XX y fueron fundamentales en su propia
formación como autor primero, y director después.
Parte
también de una forma de trabajo que también ha dejado de ser predominante, la
construcción de la obra a partir de un texto de autor, preciso y dado previo al
trabajo escénico, Kartún trabaja desde hace unos años los mitos como fuente de
sus obras.
Terrenal,
la puesta que por quinto año consecutivo se presenta en el
Teatro del
Pueblo
de
la Ciudad de Buenos Aires, es una trabajo a propósito del lugar del trabajo y
el dinero, los mandatos, el poder y el deseo, surgido del mito bíblico de Caín
y Abel.
Con
la actuación de Rafael Bruza, Claudio Da Passano y Claudio Martinez Bel, Terrenal se presenta de jueves a
domingo y aún lo sigue haciendo a sala llena.
Sobre
Terrenal, las particularidades de su puesta, su relación con el arte popular,
los mitos y el presente del teatro en el contexto de ajuste económico, dialogamos
con Mauricio Kartún
Están ya en la quinta temporada de Terrenal. Es un hecho sorprendente
que una obra de teatro se sostenga durante cinco temporadas, con cuatro
funciones semanales y siempre a sala llena. En algún momento me dijo que era
"de casualidad", pero está claro que este fenómeno no es casual ¿cuáles son las
claves para entender lo que ocurre con Terrenal?
Cuando
hablo de casualidad, quiero decir que la embocás de chiripa. Me refiero a que
uno no puede fabricar un proceso así. Tiene que ver con la naturaleza del
fenómeno artístico. Uno no puedo predecirlo ni puede prepararlo. Es algo que
sucede.
Ahora, de lo que puedo ver qué pasa con los espectadores, veo que les atraen
mucho las actuaciones. Son actuaciones muy vivas, tienen un humor muy singular
y se han naturalizado muy bien dentro de la rareza del texto y entonces
consiguen que el espectador disfrute mucho. Ríe y la pasa bien en el acto
básico del teatro, que es la relación de un tipo que está sentado con un tipo
que está parado ahí arriba.
Me parece que eso es fundamental. Son trabajos sorprendentes. Y me parece que
la obra toca algo que está vivo, que está sensible, y tiene que ver con el
sentido de la vida en relación con el trabajo y a nuestra presencia
trascendente en el mundo. Lo toma con humor y tirando algunas ideas, sin querer
absolutamente nada, exponiéndolas, proponiéndolas como un lugar de debate. El
público lo ha tomado así y lo disfruta.
Entonces lo han transformado de una ceremonia, en un rito. Muchos se han hecho
al rito de ver Terrenal. Tenemos mucha gente que la ha visto cuatro o cinco
veces. Es muy habitual. A ese espectador lo adivinamos porque de pronto hay una
risita antes de que suceda algo, entonces decimos "estos que están riendo es
porque ya la vieron". Este fenómeno, que por supuesto es de particular
felicidad para cualquier creador.
Efectivamente hay poesía en el modo en que los actores dicen el texto,
que es muy rico y complejo
Eso
también es virtud de poder hacerla durante tantas temporadas. El actor tiene
dos posibilidades frente a la repetición. Una es volverse mecánico y trabajar
de taquito. La otra, y es la característica de este elenco, es ponerle garra
para encontrar siempre algo nuevo. Entonces han encontrado cosas que a mí me
sorprenden aún. Yo veo la obra al menos una vez por semana. Y cuando la veo
siempre me pasa lo mismo, yo disfruto. ¿Por qué disfruto? Porque los actores
están encontrando cosas. Porque encuentran la sutileza del humor en una frase
que, a lo mejor, hace cuatro años no la habían encontrado y la encuentran
ahora. Lo que es interesante es que lo encuentran haciéndola. No es que
nosotros ensayamos afuera algo y después se reproduce. Se ponen allí, se miran,
y a la vieja usanza de la comedia del arte, hay algo de pequeña improvisación
en la que van surgiendo cosas. Eso lo vuelve muy gozoso.
El trabajo musical del texto es muy marcado en el caso de Terrenal ¿cómo
se trabaja para que suene como suena, más allá del sentido literal?
Tiene
que ver en realidad con cierto sentido de lo rítmico. Yo hace 20 años atrás,
tenía un amigo, Jorge Valcarcel, un gran guitarrista, que me acompañaba en los
cursos que yo daba para hacer un ejercicio. Les proponíamos a los actores que
escriban, mientras Jorge en guitarra tocaba cierta forma musical. Cuando
terminaban de escribir les pedía que lo lean y él acompañaba con la misma forma
musical que había creado. Luego él tocaba otros acordes diferentes y les
pedíamos que lean en el marco de eso, y se cortaba. Era leche y limón. El texto
no se podía decir sino dentro del propio medio musical en el que se había
creado. Esto significa que cuando escribís asumís un marco rítmico, está
presente. Mi teatro tiene algo de ese verso blanco, de ciertas formas medio
primitivas del verso, que si no es consonante, está presente, tiene algo de
rítmico y musical.
En el primer juego escénico entre los dos personajes, inmediatamente
surge la imagen del Gordo y el Flaco y un conjunto de referencias de lo luego
va a pasar en la obra: humor muy rápido, muy ácido, de choque
Sí,
claro. Lo que ocurre es que estos dúos son arquetípicos. El gordo y el flaco
son un arquetipo. Llevado a ciertas formas teatrales siempre hablamos del clown
y el payaso blanco. En el caso de ellos el Pierrot y el Payaso. El
idealista y el tonto. El cínico y el bobo. Son mezclas que siempre son
efectivas a la hora del humor. Y si además encontrás, como en este caso, dos
actores que dominan muy bien esas técnicas, se vuelve muy gozoso verlo.
Y eso, ¿lo encontró el Kartún director o el Kartún autor?
Naturalmente
el director. Tiene que ver con la decisión original de cómo armar el elenco. Yo
fui muy seguidor de Juan Carlos Gené, aprendí mucho, militamos y trabajamos
juntos. Él siempre me decía que el 80% del secreto está en el armado del
elenco. Le doy mucha bola a eso. No descuido a ningún personaje, no trabajo por
amistad, no me dejo llevar por el gusto de trabajar con alguien. Soy muy
consciente en la búsqueda de esos actores. En este caso, los tres resuelven
perfectamente las dificultades del texto. Es su profesión. Claudio Martínez
Bell trabaja dando clases de clown, por lo tanto trabaja sobre esa técnica
todos los días. Da Passano ha hecho una experiencia larguísima en "La banda de
la risa", fue payaso durante mucho tiempo. Lo que ponen en el escenario es una
experiencia muy larga.
Esa idea de estética actoral, ¿apareció en el momento de la escritura o
en la puesta?
Cuando
empezamos a ensayar yo buscaba otro efecto, un realismo que se pudiera
enrarecer con este texto. Quería que en el oído suene algo, y no lo conseguí,
no encontré la manera de instalarlo. Esto otro se instaló como resultado
natural de los talentos de estos artistas.
¿Cómo fueron las giras de Terrenal?
Venimos
de una sucesión de viajes. No hacemos más porque estamos en cartel y no vale la
pena perder el público acá para tener un público en otros lugares. En noviembre
pasado tuvimos una experiencia muy interesante en Madrid, una mínima temporada.
Allí la distancia con el lenguaje debe influir en la relación con el
público
Fue
muy interesante pensar en qué se entiende y qué no. Ya habíamos estado por
allá, en Cádiz, Girona, País Vasco y más o menos veíamos que funcionaba bien.
Pero Madrid ¡es la gran plaza! cinco funciones a sala llena, y por encima de
eso un público con un entusiasmo muy insólito. Yo además di un seminario que
también se llenó. A fin de año los críticos españoles la consideraron uno de los
dos mejores estrenos extranjeros en el país. Lo interesante es el fenómeno con
el público: ver que entiende cosas, que se identifica con cosas que son de
nuestra historia. Uno se pregunta: ¿qué valores se enfrentan en Terrenal?
y era muy gracioso, porque los diarios españoles decían: "el enfrentamiento
entre el capitalismo y el eco-socialismo". ¡Nosotros no pensamos en eso desde
Argentina! Pero en España, la hipótesis es la dialéctica entre Capitalismo y
Ecosocialismo. Son lecturas pertinentes, pero que uno ni las sospecha.
Usted trabajó en el viejo mercado de frutas y verduras ¿Cuánto tiene que
ver esta historia personal con su capacidad para entender y rescatar los
detalles de la vida cotidiana de los sectores populares?
Si,
la sede principal de nuestro laburo estaba en el mercado de San Martín, en el
gran Buenos Aires. Pero como trabajábamos con el mercado Dorrego y con el
mercado de Abasto, estaba mucho en los tres mercados.
La estética, la creación es muy buchona. Es muy difícil que uno pueda ser en ese
ámbito otra cosa que lo que verdaderamente es. Uno puede encubrirse, uno puede
ponerse máscaras, puede disfrazarse, pero hay un momento en que tu vida aparece
inevitablemente. En mi caso aparece mi gusto por cierta forma de humor, por
ciertos géneros populares, pero también cierta mirada sobre la vida. En
Terrenal está muy presente eso. De hecho Terrenal está construida sobre cierta
experiencia verdulera. Cualquiera que la vea y vea las referencias, por
ejemplo, a los morrones, se va a dar cuenta. Esa es experiencia verdulera de
acá a la China. Él es un productor morronero y habla de las chatas del Abasto
que vienen a cargar cajones. Es extraordinario cuando uno como artista puede
dejar fluir la experiencia, cuando uno puede dejar fluir la vida.
Cuando la vida se transforma en un fenómeno expresivo, uno se da cuenta que no
hay que hacer fuerza. Que para crear arte no hay que vencer ninguna barrera. Es
dejar ir y construir con lo que uno tiene. Con el paso de los años,
naturalmente, pues uno se pone más audaz para tomar todo lo que ha conocido en
la vida.
Si a trazo uno grueso pensara las grandes tradiciones del teatro
argentino moderno, una más vinculada a el Circo criollo, el humor popular y
cierto grotesco, y una más realista, que ganó fuerza en los años `50, su obra
parece tener raíces fuertes con aquel teatro popular de los orígenes. ¿Cómo se
ve en la tradición teatral argentina así pensada?
Si,
estoy de acuerdo. Además son géneros de los que yo disfruto. Y una vez más
tiene que ver con la experiencia. No porque yo no haya visto en mi juventud
cierto teatro realista. Pero en realidad del que disfrutaba era del otro.
En casa, mis viejos eran teatreros. Nosotros vivíamos en San Martín y los
sábados veníamos al centro. Mi viejo tenía un coche que parecía un transatlántico.
Un Pontiac `47 en el que flotábamos como en una pecera. Agarrábamos la avenida
San Martín y nos veníamos al centro los sábados a ver teatro. La cuestión
era así. Si ganaba la opinión de mi vieja, veíamos comedias. A mi madre, que era
española, le gustaban, por ejemplo, las de la compañía de Pepe Cibrián. O
íbamos a algún varieté español, que también le gustaban mucho. Si ganaba mi
viejo, veíamos teatro de revista. En los dos casos estás hablando de géneros
populares. A mí me gustaba mucho el humor del teatro de revistas. Yo disfruté
desde muy chico de ese humor, me reía mucho. Además era muy lindo compartirlo
con mi padre. Había una suerte de complicidad muy curiosa en esa obscenidad
compartida con el adulto.
Pero había una tercera posibilidad. En la familia hay una rama pequeña, pero
muy fuerte, bolche. Comunistas militantes, que invitaban habitualmente al
teatro. Entonces, si predominaba la invitación de mi tío Aaron y mi tía Aída,
íbamos a ver teatro independiente. Así vi, por ejemplo, las primeras
producciones de Chacho Dragún. Veíamos mucho de eso. Yo conocí todo ese teatro
en la infancia, pero el que verdaderamente disfrutaba era ese teatro popular. Y
a la hora de empezar a escribir, se me impuso de manera natural.
Su trabajo puede definirse como el de un autor teatral, en el
sentido de quien escribe un texto para ser representado y no que lo construye
en el propio escenario. De hecho monta sus obras recién de haber finalizado el
texto. ¿Puede separar en el trabajo el lugar del dramaturgo y el del director?
Sí.
Yo trabajo como un poeta. El teatro fue tradicionalmente un espacio de
concreción de un material poético. Yo creo mucho en la poesía del teatro, y
escribo como tal. Me parece que el texto teatral es un texto que no solamente
tiene letra, sino que tiene música. Uno trabaja con esa música, con ese sentido
y también con esas imágenes.
Alguna vez me preguntaron cómo me definiría a partir de un signo manifiesto de
mi producción, y yo contesté que es el lenguaje. El lenguaje, el trabajar el
lenguaje como materia delante de todo. También utilizarlo como medio. Llegar a
donde sea a través del lenguaje. Crear un mundo insólito, como es el de
Terrenal, con un lenguaje que mezcla lo bíblico con lo popular a través de un
juego con el lenguaje que logra armar algo armónico con esa cosa tan inusitada.
En gran parte de sus trabajos de los últimos años, hay una suerte hilo
que las ata en relación a lo mítico y la identidad. Aparecen en tensión el
origen y la identidad argentina.
Lo
identitario tiene que ver con un hecho orgánico, un fenómeno diría, natural. Y
lo mítico tiene que ver con un gusto o con una revelación, a cierta altura de
mi producción, de todo lo que contienen esos relatos. La sensación de que todos
los relatos ya están escritos, de que hay una enorme biblioteca universal
abierta las 24 horas, disponible para uno la tome y vuelva a plantar un mito.
Tengo la sensación que los mitos son como semillas dormidas. Como cuando los
arqueólogos encuentran en el fondo de una pirámide una semilla y cuando la
plantan, vuelve a nacer. Los mitos tienen algo de eso. Son verdades encerradas
en un relato. Son relatos que contienen una verdad y la explican de una manera
extremadamente más sencilla que sus propios conceptos.
Me pongo a trabajar y siempre encuentro lo mismo. Encuentro los mitos que son
antiguos y tienen significados nuevos. Este reciclado que da como una nueva
planta de una vieja semilla. Me apasiona ese trabajo. Soy un lector de
mitología y un observador de la mitología popular, del mito urbano. Siempre hay
un pequeño relato que encierra una verdad. Inteligencia narrativa. Trabajo
mucho con eso.
En los últimos años le di mucha bola a la Biblia. A partir de Salomé de chacra,
me metí. Leí sobre el mito de Salomé. Leyendo sobre mitología hebrea, me volví
a vincular con el mito de Caín y Abel y salió Terrenal. Y ahí la tengo, para
ver cuánto jugo más se le puede seguir sacando al viejo libro.
Hablando de mito y de
Salomé de Chacra, ¿cuánto hay de verdad en que el título surge de un cartel mal
leído?
Todo. Estaba en Villa
Giardino y había un cartel en una casa que decía "salame de chacra" y yo leí
"Salomé de Chacra", y me reí de la confusión. A los 100 metros ya estaba
pensando qué pasa con el mito de Salomé en una chacra. Entonces inmediatamente
asocié "embutido viene siempre de la matanza, siempre está la carneada". Qué
teatralidad tiene la carneada, pensé.
¿Cuándo empezó a dirigir
sus obras?
Fue con La Madonita hace doce o trece años.
¿Y por qué tomó la decisión
de hacerlo?
Por dos o tres razones: la
primera, me estaba yendo muy bien como autor de escritorio. Terminaba de
escribir, buscaba al director con el mejor perfil para montarla, la llevaba, en
general lo aceptaban, y trabajaba con directores que me gustaban mucho. Pero
empezaba a aparecer algo que me perturbaba: como mi material en general siempre
tuvo mucha demanda, se esperaban en teatros oficiales, se transformaban en una
especie de moneda de cambio. Al director que yo le llevaba el material ponía en
segundo lugar el hecho de si verdaderamente le gustaba o no la obra, porque
sabía que era una obra que se podía representar. No en todos los casos, pero me
ha pasado en algunos. Entonces yo pensaba "¿tiene sentido esto? ¿Escribir para
un director, que no está apasionado, sino porque le conviene?".
En segundo lugar sentía que mucho de lo que lo escribía quedaba atrapado en el
texto. No salía porque no encarnaba en las estéticas de estos directores.
Justamente porque teníamos distintas experiencias de vida, por esto de lo
popular y lo que hablábamos antes.
Y lo tercero mucho más banal: me empecé a aburrir. Realmente lo más divertido
del teatro está en los alrededores del escenario. Cuando te alejas un poco del
escenario, te vas a una zona solemne. Si la querés pasar bien tenés que estar
ahí: en la sala, en los camarines.
Empecé con mucha humildad, sabiendo que podía equivocarme, sabiendo que lo iba
a hacer peor que lo harían los directores con los que trabajaban. Pero que
incluso así iban a salir cosas que de otra manera no hubieran salido.
Pensando en este
presente, es muy interesante la diversidad estética que hay en el teatro
Claro, y eso es
parte justamente de su riqueza: no quedar atrapado en alguna forma. Yo en las
giras encuentro que en muchas ciudades latinoamericanas trabajan con estéticas
dominantes, homogéneas. Acá es muy heterogéneo. Yo creo que tiene que ver con
que lo curioso del teatro porteño es que hay una gran cantidad de artistas,
productores, sub 30 e incluso sub 20. Y están en roles que en mi generación ¡ni
loco te permitían!, a la dirección llegabas por la edad, incluso por la vejez.
Con escribir lo mismo, los escritores eran cuarentones. Yo tengo alumnxs de 20
años que escriben, dirigen y trabajan con una libertad estética extraordinaria.
Eso es lo produce este material diverso y heterogéneo.
Tiene muchos años en
teatro, es un hombre comprometido con Cultura, preocupado por la Política.
¿cómo ve la Cultura de la Argentina en este momento?
Se
podría resumir así: el teatro en los últimos años tuvo un desarrollo insólito,
porque Buenos Aires se transformó en capital teatral de habla hispana. Nosotros
viajamos mucho y vos no encontrás un lugarcomo Buenos Aires, con este nivel de
maestros, formaciones, carreras especializadas gratuitas, tanta gente que viene
a estudiar para acá. Se había armado una suerte de parque temático teatral,
además en expansión. La expansión es un espiral que crece. Durante los últimos
20 años, a partir de la Ley Nacional de Teatro comenzó la expansión de forma
interminable y uno se preguntaba "¿Hasta dónde?". Se crearon nuevas salas,
nuevos públicos...
Pero en los últimos dos
años la espiral comenzó a girar al revés. Pero dada su amplitud, todavía hay
espacios para que no aparezca la angustia. Se aprovechan las salas que todavía
hay, el público que se mueve: pero se cierran salas todos los meses, la gente
empieza a prescindir de la cultura, la educación, porque tiene menos plata en
el bolsillo. Las épocas de crisis generan que se saque la plata de la educación
y la cultura y se pone "donde se necesita". Por eso uno empieza a ver en este
momento la espiral al revés.
Es un panorama
preocupante. Tal vez se ha visto más en el cine. Ahí fue más escandalosa la
reducción. Hay algo en la reconsideración de los presupuestos del Instituto de
cine que dejó muy claro que hay una nueva política. En el teatro todavía no lo
vemos de manera tan escandalosa, pero vemos que el teatro que marcha hacia esa
dirección. Hay que pararse frente a eso, hay que piquetearlo, porque en
muy pocos años se derrumba lo que se había construido.
Habló sobre las partidas
presupuestarias públicas que se asignan al teatro y cine. Uno tiende a creer
que la conducción del Instituto Nacional del Teatro no tiene necesariamente la
misma mirada reduccionista que tiene la del Instituto de Cine
Sin duda...
¿Estamos ante una falta
de apoyo de las instituciones tradicionales, una carencia del público para
llegar a cubrir los costos o una "violencia simbólica" contra todo producto
cultural?
Todo eso, y además yo le
sumaría el aumento tremendo de los servicios, que ponen en crisis a las salas.
Nosotros, a veces en broma, decimos que las salas son revendedoras de
servicios: luz, calefacción, espacio. Todo lo que se paga, a la vez se tiene
que cobrar al espectador. O aumentás las entradas o trabajás a pérdida. Los
presupuestos se han achicado, se mantiene cierto parámetro, pero ya no se
crece. Ahí están las alarmas que yo creo que hay que atender. La combinación de
todos estos factores es lo que da la reducción.
El colectivo del cine
tuvo una reacción fuerte contra las decisiones de recortes. En el caso del
teatro, ¿hay una comunidad que esté pensando estos temas?
Tal vez sin tanta fuerza.
Me parece que en aquel momento se juntaron voces de profesionales. El cine está
compuesto por profesionales, y el teatro mayoritariamente por vocacionales. Hay
mucho amateurismo, y también las voces del teatro tienen menos peso en los
medios. Está la alarma, pero me parece que aún no apareció la avanzada que
pueda plantarse.