Dicen que dicen... que en el principio de los
tiempos el pueblo Toba vivía en total tranquilidad disfrutando de un clima
benigno y apacible con plena beatitud.
Ellos desconocían los fenómenos
meteorológicos.
Casi todo el pueblo agradecía a Naktä Noón
por ese estado de bienestar, pero vaya uno a saber porque algunas personas no
se conformaban con esa bienaventuranza y pedían a gritos un cambio.
Para ello convocaron a Nahuet Cagüen
representante de las tinieblas para hacer notar su descontento.-
Nahuet Cagüen despertó a Nomaga, el
invierno.
Para producir el cambio, Nomaga soltó las
bajas temperaturas, los fuertes vientos y las lluvias persistentes acompañadas
de granizo.
Cuando finalizó su acción rió con fuertes
carcajadas jactándose de su pavorosa obra, y les advirtió que padecerían el
frío hasta que la sangre se les congelara y que habría grandes hambrunas ya que
el frío, las nevadas y las fuertes tormentas matarían a todo ser vivo que
quedase a la intemperie.
Los Tobas llamaron con gritos desesperados a
Naktä Noón para que con tierna calidez y firmeza detuviera el accionar de
Nomaga y que volviese a abrigarlos nuevamente con un clima apacible.
Para que el calor volviese a abrigar la
Tierra los Tobas convocaron a cuatro representantes, sin dudas los predilectos
fueron el picaflor, el palo borracho, la pequeña viuda y la planta de patito.
Informados de la situación el "Bien "les
obsequió Gualok, las semillas del algodón.
Cierta día, cuando el cielo estuvo más
despejado, los cuatro dejaron que las semilla de Gualok echaran a volar y se esparcieran por toda la
tierra Toba, éstas fructificaron y nuevamente fueron plantas que a su vez
dieron semillas. que otra vez ayudadas
por los cuatro elegidos más la complicidad del viento volvieron a esparcirse
hasta que los algodonales blanquearon toda la Tierra Toba.
Las mujeres con sus hábiles y diestras manos
hilaron los níveos copos en hebras y los transformaron en blancuzcas telas
utilizando telares de madera de urunday. Aquellos tejidos tomaron color gracias a las esencias vegetales y con
esas telas fabricaron túnicas con las que al fin, pudieron cubrir sus ateridos
cuerpos.
Agradecidos dejaron fluir en el aire animados
cantos al protector Naktä Noón.
Nagüet Caguen había sido derrotado,
enfurecido se transmutó en una lagarta rosada, que no es más ni menos que la
peor plaga de los algodonales que perdura hasta hoy en día .