Amílcar, doña Dora, don Martín y Néstor
Texto y Fotos: Ricardo Luis Acebal
La visita al rancho de Don
Martín se produjo el 10 de agosto de 2003.
El buen humor y la
cordialidad de la familia más el buen asado proveniente de vacunos "no
vacunados" y la compañía de Benito Aranda, paisano creador y conductor del
recordado programa "Voces Cardinales" (Radio Provincia, La Plata), produjeron
la nota que, espero, usted disfrutará a continuación.
A Ranchos casi nadie la
conoce por su nombre oficial: General Paz. Fue fundada hace casi dos siglos y
medio y su primer alcalde se llamó Martín Faramiñán, quien vivió durante siete
años en una casa que le vendió a familiares de doña Dora, la esposa de don
Martín Gómez, maestro soguero de fama internacional.
Don Gómez con Benito Aranda y Néstor Aníbal.
Don Martín es el padre de
dos sogueros que han heredado su apellido y su talento: Amílcar Martín (60) y
Néstor Aníbal (58).
Actualmente, en 2018,
Amílcar Martín se ha alejado de la profesión de soguero. No así su hermano
Néstor Aníbal, que continúa por la huella de lonjas y tientos que abrió el
Tata.
Seis generaciones
conversaron bajo el alero de la casa donde, como dije, en
2003 dialogué con estos
artistas.
Néstor, don Martín y Amílcar, "la Gomería" completa en Ranchos.
Nací en la estancia "El espartillar", administrada por
ingleses, en el Partido de Chascomús,
arranca don Martín. Fuimos 18 hermanos,
10 varones y 8 mujeres.
-¡Prolífico el matrimonio
Gómez!...
-Y, eran mil hectáreas -ironiza- y tenía que asegurar que no se
escaparan porque si se escapaban no agarraba más. (risas) Trabajé de todo: hojalatero, tachero,
zapatero... Menos robar, de todo.
-¿Cuándo se puede decir
que empezó con las trenzas?
-Tendría 9 o 10 años. Se dio que en un invierno no había tanto trabajo y
sogué unas riendas pa` domar, porque yo domaba, y les gustaron a los otros. Así
fue. Todavía había arreos, se salía con tropas pa` un lado y pa` otro. Los
otros preguntaban ¿y ese cabestro? ¿y esa manea? ¿y esas riendas? Y me
empezaron a encargar. Cada tanto aparecían a encargarme trabajos. Igual que
ahora. Cada tanto aparece alguno.
Desde los años 61, 62 en que empezó a venir mucho
trabajo fui cambiando, buscándole las vueltas. Los porqué: del cuero fuerte,
del cuero que sea bien reforzado... Y le encontré varias cosas que no se las digo
a nadie.
-Secretos profesionales
que les dicen. ¿Y a sus hijos tampoco se los dice?
-No, es pa` uno. Secreto de dos es secreto de Dios, secreto de tres de
todos es... (nuevas risas).
Todo a pulso, vista y talento: obtención del tiento.
-¿Qué origen tiene el
trenzado fino? ¿puede provenir de la fibra que trabajaban los charrúa?
-El primer soguero que conocí que tejía fino fue un peón que tenía
Blaquier. En ese tiempo los Blaquier criaban una caballada blanca y cada tanto
sacrificaban una potranca o un potrillo para sacarle lonjas y que este peón
hiciera cosas. Don Juan Nelson, gran polista argentino, me hizo conocer su
oficina en Buenos Aires donde tenía un escritorio adornado con piezas de cuero
hechas por este hombre. Había un par de boleadoras, un bozal, un rebenque,
todos hechos más o menos en 1923. Hechos para usarlos, aunque ahí estuvieran de
adorno.
Trenzando sueños...
Durante los años 25 al 30 conocí gente que hacía
trenzas patrias, bozales, riendas, cabezadas... todos trabajos muy buenos pero no
podrá encontrar usted un juego completo. No existen dos sogueros que trabajen
igual. Pero esto también sucede con los que tocan la guitarra. Cuando suena la
de Abel Fleury que los demás guarden su guitarra en la bolsa. Y en el recitado
¡Fernando Ochoa! ¡Páaa! ¡Qué cuadros que ya no se ven, ni los vamos a ver
tampoco!
-¿Lo conoció a Ochoa?
-No, lamentablemente no.
NO ES PA` TODOS
-Así como usted tiene esas
botas de potro (confeccionadas por don Martín, están colgadas en su cuarto de
trabajo) Ochoa tenía las que calzaba don Martín Miguel de Güemes. Se las habían
regalado los descendientes de Güemes cuando él protagonizó una película sobre
la vida del gran caudillo.
-¿Y esas botas tenían la punta cortada?
-No.
-Porque la primitiva bota de potro tenía la punta cortada, para
estribar...
-Se supone que Güemes no
necesitaría estribar entre los dedos, que tendría estribos cerrados. Y éstas, don
Martín ¿para quién las está haciendo?
No es pa` todos la bota e` potro, dicen...
-Cada tanto, cuando encuentro algún interesado curioso, hago botas de
potro. Hace un tiempo cayó un norteamericano que había venido a la exposición
de ganadería de Buenos Aires. Cuando entró al escritorio de Bullrich dijo:
"vengo a la exposición por tres días, pero antes de irme quiero llevarme un par
de estribos pampas". El jefe de la oficina les dijo a los empleados: llévenlo a
Ranchos, a ver si Gómez se los hace.
Cuando lo trajeron le dije: venga a buscarlos el
sábado. Apareció ese sábado, le pagó a los chicos y con los dos estribos en la
mano se puso a conversar un rato con ellos, haciéndole de traductor el chofer
que lo trajo. En un momento el muchacho se acercó y me dijo: me pide que le
diga a usted que le ponga precio al rancho, que se lo quiere comprar, ponerle
ruedas y llevárselo a su país
(risotada
general de don Martín y de quienes escuchábamos). Le contesté entonces al muchachito: Habla algo de castellano? No, me
dijo. Entonces le comenté ¿le parece que los norteamericanos se han llevado
poco de nuestro país? (nueva risotada).
¿Le parece que se han llevado poco, que también quieren llevarse mi casa?
-En cuanto al grosor del
cuero ¿cómo debe ser don Martín?
-Hay una equivocación grande en cuanto a que el cuero grueso es diez
veces más resistente que el fino. No. El fino no le tiene envidia al grueso.
Los cueros sirven todos -apunta Amílcar- no hay cueros que no sirvan.
-El terror del cuero es el cuchillo. Aquí se cuerea todo a golpes o a
cincha, no se toca con el cuchillo. Se elijen las partes, se raspa y después a
cincha o a golpes. En vez de usar el cuchillo usted le pega y se despega. A los
matambres les pega y hacen una espuma. Entonces cuerea con el cabo del
cuchillo, con la parte de atrás. Hay animales duros pa? cuerear y otros no
tanto.
-Eso debe tener que ver
con la crianza de los bichos ¿no?
-Yo vengo notando que hay diferencia con todas las pasturas. Le cambió
el gusto a la carne. El pasto que es natural, que no ha sido casi arado ¡hay
que ver el gusto que le da a la carne!
-Y la alimentación de los
animales también le cambió la calidad al cuero...
-Todo, todo. La mosca es terrible lo que le hace al cuero. Pero lo que
echan para combatir a la mosca le hace peor.
Amílcar y Néstor Gómez: hijos e`tigre.
Benito Aranda comenta: Con
esto de la contaminación por las fumigadas y la alimentación de los animales tengo
un vecino en Punta Piedras que no come más carne de vaca. Consume oveja.
-Claro, a la oveja no le ponen inyecciones...
Aranda: dice este hombre
que a las vacas les están dando hasta diez vacunas por año. Por eso no quiere
más carne de vaca.
-Hay que comer ñandú, peludo... (y cambiando bruscamente el tono grave
que ha tomado la conversación) ¿cuál es
el bicharraco que cuando dispara dice Jesús, Jesús, Jesús? (risas a cuenta)
El peludo, cuando está gordo. Usted lo
corre de noche y dice ¡Jesús, Jesús, Jesús!
Néstor apunta: hace como
un quejidito ¿vio? Que suena como Jesús, Jesús, Jesús.
Benito Aranda agrega: debe
pedir que Jesús lo salve de la olla... (nuevas risas).
Bruce Grant.
EL AMIGO AMERICANO
El señor Bruce Grant, investigador norteamericano
que ha publicado hace cuarenta años un libro muy importante sobre artesanos del
cuero ha incluído a don Martín Gómez en las reediciones de esa obra. Eso hizo
que muchos visitantes que llegan a la Argentina buscando lo más auténtico, lo
más tradicional de nuestro país, prácticamente desde Ezeiza se dirijan
directamente a Ranchos a buscar a don Gómez.
Néstor nos muestra el
libro de Grant con una dedicatoria para don Martín fechada el 18 de febrero de
1974.
Amílcar: almorzó con
nosotros cuando anduvo por aquí en el 74.
Fotos publicadas en "Encyclopedia of Rawhide and leather braiding" de Bruce Grant (Cornell Maritime Press, Inc.-Cambridge 1972-Maryland EEUU)
-¿Cuándo empezó a darse a
conocer en las ferias y encuentros criollos?
-La gente de la exposición ganadera de Coronel Brandsen fue la primera
en convocarme. Cuando me hicieron la primera invitación no acepté porque
consideraba que no estaba preparado para exponer. Pasó una semana que dije que
no y apareció un auto. Bajó un hombre y me dijo: "a usted lo vengo a buscar" ¡A
la miércoles! dije yo. Encima la escopeta la tenía lejos... "Por orden de don
Pedro (el presidente de la sociedad) vengo a buscarlo".
Me corrió una cosa por todo el cuerpo. Me dije: si voy
quedo mal y si no voy quedo peor...
-Parecido a la letra de
una milonga que canta Moreno Palacios...
-Y me fui. Bueno, éramos dos expositores nomás. Dos en yunta tiran más
que uno ¿no? El presidente me dijo: "sepa una cosa, que desde hoy está invitado
para el año que viene". Así que fabriqué más piezas. El año siguiente ya hubo
tres o cuatro expositores y el tercero 14 o 15...
A los tres días que se hizo la exposición de Brandsen
me vino a buscar el
señor
Augusto
Raúl Cortazar
, del Fondo Nacional
de las Artes. Me tuvo un montón de días en Buenos Aires mostrando lo mio, hasta
que me llevó a La Plata el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, don
Saturnino Llorente. Allí estuve también unos cuantos días. Cuando volví a
Ranchos me pusieron a dar clases en el museo por cuenta del gobernador. En esos
años nos conocimos con el señor Luis Flores,
que escribe sobre sogas y lonjas. A él lo becó el Fondo Nacional de las Artes
para recorrer todo el territorio argentino. Es el hombre que más conocimiento
tiene sobre este tema.
Amílcar Martín, Néstor Aníbal y don Martín.
Empezaron a llegar los
premios y los reconocimientos para don Gómez. Y también para sus hijos, "los
chicos" como él los define. Refiriéndose a sus herederos y entre risas exclama:
"¡Guarda con la Gomería, que es juerte!"
-¿Es cierto que sus hijos
aprendieron sus secretos?
-Si ellos lo dicen... Yo no me he dado cuenta (reímos todos) Con esto pasa como con cualquier otro
trabajo, si uno presta atención aprende. Hay que saber mirar. Al trabajo hay
que estudiarlo, hasta que se le hace una certeza. Entonces queda cómodo y queda
bien.
-Sus hijos ya han tenido
premios por sus trabajos...
-¡Y cómo no! Fíjese, los premios ya están saliendo p` afuera del galpón
(risas).
-¿Hay partes de cuero
especiales para alguna pieza?
-¡Sí, cómo no! Por ejemplo pa` sacar maneas y pa` sacar atadores fuertes yo doy la vuelta de afuera del cuero, cortado redondo...
Cortando en tiras sí. La flor del cuero son 80 centímetros. La tira del lomo,
los costillares. Siempre que no sea cuereado a cuchillo.
-¿Y entonces cómo hace? ¿siempre cuerea usted?
-No. Hay gente que cuerea y sabe cómo lo quiero. Alguna vez me recorrí
casi todo el partido buscando animales cuereados sin cuchillo y me contestaban:
"¡Claro, vamos a andar con el martillo en el recado pa` sacar las lonjas!"
Otros, en cambio, se ocupaban. Los sacaban a tirones, perfectos. Y pretendían
20, 25 pesos la lonja y yo les decía que sí, ahí tienen la plata. Tampoco
compro cuero sin mirarlo, porque cuero con un rayón es descarte.
-Siempre tienen que ser
animales sacrificados, no muertos por epidemias...
-¡Claro!
Amílcar dice: sirven
también los cueros de animales que mueren en el campo, pero al no degollarlos,
al no deshollarlos la sangre mancha y el color es otro.
Néstor agrega: El cuero
"de epidemia" se busca para lazo.
-Pero es muy duro. Porque el animal al sufrir la peste se le aprietan
los tejidos y queda como un alambre. Cuando a mi me toca hacer un lazo con
cuero de epidemia tengo que lidiar como con un alambre San Martín. El cuero no
tiene que ser duro ni blando. Tiene que ser cómodo.
El trabajo principal que hay que hacer con el cuero es
estirarlo bien cuando está fresco. Le va a dar más trabajo pa` sobarlo y todo
lo que se quiera, pero a tres centímetros cuando lo corte un potro va a sentir
el ruidito.
-¿Todas las zonas
geográficas son iguales en cuanto a los cueros que dan los animales?
Amílcar opina: El cuero de
todo el Norte es mucho más seco. Y en cuanto al Sur a nosotros nos han traído
de La Pampa, animales gordos, de pastura natural, muy buenos. Pero pensamos con
papá que como la parte de General Belgrano no hay. Algo tiene la cuenca del
Salado, le da algo a los animales en el cuero que no tienen otros.
-Los minerales del pasto, los minerales del agua. Es cuero que usted lo
trabaja, lo agarra pa` sobarlo, lo deja blando en el momento que ha tomado
temperatura, viene lo toca y está igual. Sigue vivo.
-Esta insistencia en darle
tiempo al cuero y no usar químicos ¿está logrando que se imponga lo natural?
-Sí. A los cueros que van a curtiembre los ácidos se le ganan entre los
tejidos. Aunque uno agarre una manguera y lo lave bien lavadito y quede bien
presentado, los ácidos que se ganaron adentro siguen actuando y eso hace que se
corten las lonjas. Por ahí pasa un año o pasan dos, usted va a echar un nudo o
pega un tirón y ya se cortó. Es un polvo.
-Esa forma de estirar los
cueros sobre una mesa al aire libre, estaqueándolos con clavos ¿responde a una
técnica especial?
-Si usted me ve cuando yo los estiro va a aprender. No le puedo decir
cómo lo hago (ríe). Se estira al sol nomás, con una cantidad de clavos para que
quede bien formado para sacar tientos.
-¿Y los diseños de dónde
salen?
-Ahí sucede como con la música. Un guitarrista va tocando y va creando.
Uno tiene en cuenta al hombre que anda muchas horas arriba de un caballo. El
recado tiene que ser liviano, con cosas buenas, fuertes.
-¿Usted puede llegar a
"escribir" algo en una trenza?
-No. No se puede contrariar al tejido que
tiene que formarse.
-¿Cómo queda plasmada su
personalidad en las trenzas? ¿cómo hará alguien dentro de cien años para darse
cuenta que fue hecha por usted? Capaz que usted esté todavía en vida. Ojalá...
-Capaz que le hago señas (ríe). Y, la cosa será que querrán imitarla.
Les va a llevar tiempo. Capaz que hagan una, pero otra igual no.
Va rejuntando sus cobres sobre los campos la tarde (A. Yupanqui).
Capaz que hagan una, pero otra igual no.