ALGUNAS COSAS QUE SÉ SOBRE MI MADRE,
A DIEZ AÑOS DE SU PARTIDA
por Jorge Falcone
"Yo soy la descamisada,
a la que al fin se le escucha,
la que trabaja y que lucha
para el bien de la Nación".
Fragmento
de canción popularizada por la inolvidable Nelly Omar
(Letra de Antonio Helú y música de Enrique Maroni)
La
Maestra Nelva Alicia Méndez de Falcone tuvo la fortuna de nacer
hermosa. Quizás por ello conquistó al galán que pretendía, con apariencia de
mago "Mandrake". La vida la puso a prueba desde temprano quitándole a su madre
a la edad de ocho años. Criada por una tía a la usanza de entonces - que no
veía con buenos ojos la recomposición de la vida matrimonial de un viudo
- , jugó a destajo con su prima y hermanas. Antes de la veintena bregó
por el voto femenino junto a la Abanderada de los Humildes. Durante una
primavera le arrebataron a la niña de sus ojos. Su revancha fue no sucumbir
ante la pena. Nunca fue Directora de Escuela, ni Profesora - como alguna vez
declaró - por sentirse más cómoda organizando kermeses con la cooperadora.

Reconociendo para la CONADEP sus sitios de cautiverio y tortura
Le gustaba hacer
rosquitas, pero el cine de terror no. Sin embargo alguna vez experimentó
sobre su propio cuero el martirio de terrores más ciertos que los que suelen
atribuirse a cualquier castillo medieval. Nunca hizo papelones con su dolor.
Siempre bailó y cantó. Parecía una mujer frívola, porque la conmovían los
culebrones, se olvidaba pronto de los disgustos y volvía al centro del
ring. En una sociedad patriarcal, mi viejo la engañó "como
corresponde". Acompañó a su hombre aun sabiendo que los genocidas no la
buscaban a ella. Una vez, mientras la torturaban en el Centro de Detención
Clandestina "El Banco", advirtió que sus verdugos también lo golpeaban a él, y
les dijo "ensáñense conmigo, no ven que mi esposo es mayor y sufre del
corazón..."

En Madrid junto al ex gobernador bonaerense Oscar Bidegain
Mi viejo alguna vez
también la rigoreó para imponer su criterio. Pero esa descendiente de vascos y
extremeños era dura de entendederas. Y lo amó contra viento y marea.
La Gorda Nelva encarnó
como pocos aquel arquetipo de argentin@ que tan bien definió otro gordo
(Osvaldo Soriano) con la frase atribuida por Favio a su "Gatica El
Mono": "Yo nunca me metí en política, siempre fui
peronista".
Referente indiscutido del
peronismo revolucionario, en la década del 90 llegó a ser Secretaría de DDHH
del PJ de su ciudad natal. No concibiendo aquellos derechos como humanos sino
sociales - acorde con la Constitución de 1949 -, recorrió las barriadas
periféricas del Gran La Plata junto a compañeras como Norita Ungaro o Nora
Centeno, procurando desarrollar microemprendimientos productivos tendientes a
devolver la dignidad a tantos compatriotas degradados por el modelo de
exclusión social. Le tocó en suerte intentarlo en una Argentina que ya no era
aquella en la que los únicos privilegiados eran los niños, ni mucho menos esa
otra en que construiríamos el Hospital de Niños en el Sheraton Hotel. Sufría
cuando uno que otro compañero de base arrojado a la desesperación por el
menemismo le soltaba: "Tía, guárdelo pa`otro que ya esté cocinado... Yo,
saliendo de caño, hago mejor diferencia".

En la isla de Solentiname (Nicaragua) con el sacerdote sandinista Ernesto Cardenal
Contabilizaba 79 años
cuando tuve que comunicarle que su única chance de supervivencia era la
traqueotomía. Y en un hilo de voz me dijo "traqueotomía ni loca". Alcancé a
informarle el deceso del dictador Pinochet, entonces - entubada y todo -
agitó los brazos eufóricamente. Juntando valor, me atreví a expresarle
"vieja... si no salís de esta, quiero que sepas que ha sido un honor
luchar a tu lado". Sonrió guiñando un ojo e hizo el gesto de cerrar el
puño elevando el pulgar, acaso satisfecha de haber llegado lúcida a librar la
última batalla.
Ocupando la trinchera que
mi viejo dejó vacante, dignificó su pañuelo blanco en toda latitud de Nuestra
América. También pidió el cese de persecución a los jefes montoneros, portando
un megáfono casi sola en la estación de trenes de Constitución,
en una época en que la mayoría de los organismos de derechos humanos adhería
a la Teoría de los Dos Demonios. Soportando estoicamente el empeño
familiar en preservar su dieta, murió a consecuencia de un último atracón de
empanadas criollas. Orgullosa de sus hijos y en vísperas de Nochebuena.
Para no joder la celebración de la fiesta que la ponía más contenta.
Fue una mujer
desaforada.
En el amor y en la lucha
por la Justicia Social.-
JORGE
FALCONE
con
admiración y respeto