El ceibo: crece en diversos países de América, en
nuestro país se lo encuentra en Salta, Jujuy, Tucumán, Formosa, Chaco,
Santiago del Estero, Santa Fe, Buenos Aires y en toda la región
mesopotámica Argentina (Entre Ríos, Corrientes y Misiones). Su flor ha sido
adoptada como "flor nacional" de la República Argentina y de la
República Oriental del Uruguay.
Puede alcanzar en algunas zonas, una altura
que llega a los veintiséis
metros.
Se lo conoce como ceibo, chopo o zuinandi y
cuando florece da unas hermosas flores rojas encarnadas.
El ceibo tiene grandes aplicaciones dentro
de la farmacopea tradicional y popular.
Con su madera se construyen excelentes
bombos o tambores de un espectacular sonido, esto lo logran ahuecando el tronco
hasta dejarlo de un grosor apróximado a unos cinco milímetros en sus paredes.
Dicen
que dicen ...
que
esta versión de la flor del ceibo corresponde a la época en que el blanco venía
a estas tierras con afanes de codicia e irrespetuoso de la vida y las
costumbres de la América morena.
Según
cuentan los abuelos,
Anahí
era una muchacha no muy
agraciada, pues sus rasgos eran demasiado marcados, su nariz prominente y su
boca enormemente grande. Pero eso no era todo, ya que la joven tenía el
carácter fuerte y belicoso y su espíritu era indomable.
Sin embargo, algo endulzaba los rasgos
de aquella indiecita, cuando entonaba una canción en su bello idioma guaraní,
toda su fealdad desaparecía, pues de su garganta brotaban las más hermosas
melodías.
Vivía
Anahí
en una humilde choza a orillas del río
Paraná y fue allí donde un capitán español que remontaba el río en su
embarcación, escuchó su bellísima voz.
El
hombre, sin conocerla, quedó prendado de
Anahí
y atraído por las dulcísimas
melodías fue en su busca y exigió los favores de la joven.
La
muchacha puso en ridículo al capitán y lo despreció con altivez. El español,
herido en su orgullo llevose a la joven prisionera.
Durante
un largo tiempo, el despechado español, por las noches mandaba a buscar a la
joven solicitándole cumplir sus deseos, pero ella cada noche lo rechazaba con
más ímpetu.
Con
el transcurrir del tiempo y desengañado el capitán condenó a la muchacha a
morir ardiendo en la hoguera.
Fue
así como una noche llevaron a
Anahí
hasta un árbol al cual la ataron, a
sus pies echaron leños y luego encendieron una ardiente fogata.
Vieron
a la joven agitar su cuerpo mientras las llamas rojizas envolvían su figura y
los leños crepitaban súbitamente, entonces ella comenzó a transfigurarse.
Al
alba, con los primeros rayos del sol, vieron que del árbol al cual habían atado a la muchacha florecían
hermosas flores rojas.
A
partir de ese momento el alma de
Anahí, la indiecita de
la dulce voz, anida en la flor del ceibo
Audio de la nota:
Anahí
- canción guaraní
Letra y música: Osvaldo Sosa Cordero
Intérprete: Ramona Galarza