Texto: María del Carmen Tormo
Selección de ilustraciones: Ricardo Luis Acebal
Al encontrarme frente al papel para poner en
palabras mi experiencia como profesora en Danzas Folklóricas, confieso: tuve
unos cuantos prejuicios. Ya los grandes maestros han escrito textos muy
valiosos para nutrirnos del conocimiento acerca de las danzas tradicionales.
Entonces me he planteado qué decir para aportar, para sumar. Simplemente contar
cual fue el germen que me motivó a realizar un trabajo afín a una idea, qué
observaciones me influenciaron para determinar un rumbo que permita traducir
esa idea, qué deseos me motorizaron para expresar un sentimiento.
Cuando comencé a bailar, de cada maestro que me
transmitía sus conocimientos, tomé elementos que constituyeron un saber que me
permitía expresarme; más cuando realicé mi profesorado descubrí un mundo al
tomar contacto con los textos de quienes investigaron y estudiaron
profundamente los momentos históricos, las tradiciones y tuve un sentimiento de
responsabilidad que me acompaña hasta hoy pretendiendo con mi tarea ser fiel a
los datos conocidos.
Hay vastas discusiones acerca de lo folklórico o la
proyección, lo tradicional o lo estilizado. Creo que el transcurrir del tiempo
implica progresos en la creatividad humana y es muy natural que así sea, luego
los pueblos se ocuparán de naturalizar los temas que van surgiendo y quizás
también puedan subsistir.
He observado en el mundo de los certámenes y
festivales de danza, que se presentan
trabajos de estilización muy acabados en los que se han tomado temas de
raíz y enriqueciéndolos con técnicas contemporáneas se han logrado productos
artísticos que permiten al espectador
reconocer una obra de raigambre con aspectos estéticos valiosos; también he observado tristemente cómo en
nombre de la estilización se han deformado hasta lo inadmisible nuestras
danzas, con obras en las que lo único que se reconoce es el ritmo y luego las
trayectorias coreográficas y figuras no conservan un solo elemento de la danza
original, sin profundizar acerca de los atuendos con detalles de brillos y
confecciones llamativas que no evocan en nada las vestimentas acordes a la
danza que se interpreta, acompañados por un maquillaje que responde más a una
obra de danza jazz que a la danza folklórica.
Matias Gallardo-María Eugenia Alvear-Héctor Aricó-Emiliano Zerbini
Me pregunto entonces ¿cuántas Chacareras aparecerán
a lo largo del tiempo? ¿Tantas como la imaginación personal de cada intérprete?
¿Cuál de todas las que surjan mostraremos al mundo explicando que ésa es
folklórica argentina? ¿Cómo haríamos para sostener esos argumentos endebles? ¿Quién
se ocupará de preservar nuestros bailes?
Estas dudas que se me plantearon desde la
observación, me ubicaron en el rumbo a seguir.
Pues es muy fácil, allí están los documentos, las pinturas costumbristas, los escritos de
los investigadores, la historia, las tradiciones... ¡y los profesores! que tenemos una gran responsabilidad con quienes
eligen bailar folklore. Debemos aprovechar el interés de los bailarines por
interpretar las danzas y orientarlos al conocimiento de lo puro, lo genuino, lo trascendente. Es necesario
revalorizar lo nuestro con respeto, porque de otro modo se perderá.
Los elementos históricos innegables nos reflejan claramente de donde surgen los
modos de bailar, la forma de vestir y lo más interesante cómo perduraron las tradiciones
del pueblo, de las artes y en este caso de los bailes que nos identifican. Aún
hay lugares en nuestro país en donde las tradiciones están intactas y es una
gran responsabilidad la de los directores de grupos de danzas, al momento de
recrear esos ambientes costumbristas, el ser leales al folklore que se cultiva
en cada región. Así como al recrear danzas que no son vigentes pero son
históricas.
Cualquier persona espontáneamente puede reconocer
un ritmo folklórico, o un baile, o un atuendo típico, ése es un hecho natural
que significa sabiduría popular que se transmite de unos a otros, y ése hecho
también debe ser preservado.
Siento que mi misión como profesora de danzas
folklóricas es trabajar en el rescate de estos aspectos para realizar una
construcción lo suficientemente fuerte que no nos haga perder de vista, que nos
permita reconocernos e identificarnos y cuidar esa identidad. No debemos
permitir que se deformen los bailes tradicionales con innovaciones y modas
sencillamente porque en el tiempo se perderían.
Siempre tuve la idea que nuestras danzas argentinas
bailadas en un escenario, con una distribución estéticamente equilibrada, con bailarines expresivos interpretando el
espíritu picaresco propio de los bailes criollos, con los atuendos y
acompañamiento musical acordes a la época y ambiente que se desee evocar;
habrán de constituir un espectáculo digno de ser apreciado por los espectadores
y por sobre todo auténtico.
Nuestras danzas están plagadas de detalles
picarescos, sus figuras son variadas y ricas en cuanto a formas, la gracia de
los movimientos de una paisana zarandeando, la destreza de un paisano zapateando
son un manifiesto del carácter social y festivo y nos ubican en un momento
fundacional de la identidad y el acervo popular.
Ésta idea no invalida las iniciativas de
coreógrafos que deseen tomar la raíz folklórica y realizar obras estilizadas
para brindar un espectáculo, siempre y cuando se diga al público de qué se
trata el trabajo, no debemos engañar al espectador.
En virtud de las reflexiones precedentes y con
motivo de plasmar las ideas en concreto, en el año 2005 realicé la formación de
un elenco de bailarines con el objetivo de interpretar las danzas tradicionales
argentinas en sus formas originales. Han transitado por mi Compañía de Danzas
Argentinas infinidad de bailarines de distintos lugares y diversas formaciones
académicas y hemos representado a nuestro país en festivales internacionales de
folklore con la satisfacción de expresar nuestras danzas argentinas,
compartiendo con elencos de otras
culturas la misma pasión por el folklore y el empeño por no desvirtuar su
auténtica belleza.
De la creatividad de cada director dependerá la
calidad de la presentación. Los recursos de iluminación, calzado de baile,
maquillaje escénico, textura de telas, variedad de colores, excelencia
interpretativa, fidelidad en la evocación de costumbres y ambientes, pueden
hacer de cada presentación un hermoso espectáculo. Personalmente he vivenciado la aceptación de las obras y la alegría al
interpretar los bailes que nos identifican.
Finalmente esta breve nota no es más que compartir
mi experiencia y manifestar con entusiasmo mi felicidad por ser una trabajadora
inquieta por la preservación y la puesta en valor de nuestros "Bailecitos de la
Tierra"...
Santiago Ayala "El Chúcaro"