Dicen que dicen
... que al terminar la
creación, el hacedor le entregó las tierras del gran Chaco a Guarán para que
administrara esos dominios.
El gran Guarán aceptó con responsabilidad
esa importante tarea y por mucho tiempo
condujo a su pueblo con respeto y sabiduría.
Todos le rendían honores ante la nobleza de
sus decisiones y logró por mucho tiempo, mantener a sus compatriotas unidos y
en paz.
Con el transcurrir del tiempo los dos hijos
de Guarán dejaron la niñez y se hicieron
hombres.
El mayor era un guerrero, algo impaciente y
muy decidido cuyo nombre era Tuvichave, el
menor, Michiveva, era pacífico, de
carácter tranquilo y solidario, amaba a su pueblo y trataba de pacificar
cualquier conflicto.
Cuando Guarán llegó a la vejez y vio que sus
fuerzas le abandonaban legó en sus hijos el gobierno del Chaco.
Ya nada fue igual, ambos hermanos tenían
otra visión de la gobernabilidad y fue
así que ellos entraron en una feroz y sangrienta pelea.
Sus proyectos eran opuestos, el mayor
deseaba convertir la comunidad en una población guerrera y combatiente y así
poder apoderarse de tierras vecinas para
acrecentar las tierras de su territorio.
El otro hijo, sereno y soñador, ansiaba efectivizar la paz
con sus vecinos y lograr más y nuevas amistades.
Con el transcurso de las lunas, la disputa
entre hermanos era cada vez peor hasta
que una noche, en medio de la reyerta Añá, el Dios
del mal se hizo presente en el lugar instándolos a que compitieran entre
sí, Tuvichave y Michiveva cegados por sentimientos adversos resolvieron
enfrentarse entre sí.
Ambos hermanos acordaron realizar diferentes
pruebas para lo cual treparon al cerro más alto. Ellos querían medir su
destreza, su resistencia y sus
habilidades en el manejo del arco y las flechas.
Bien saben ustedes que donde Añá mete sus
narices, nada bueno se puede esperar.
En uno de esos alardes de superioridad y cuando uno
trataba ser mejor que el otro, acordaron
hacer blanco en determinado punto de un árbol.
Michiveva era el primero en disparar, trató
de buscar el objetivo, apuntó pero Añá metió la cola y desvió la flecha que fue
a dar justo en el corazón de su hermano.
Tuvichave cayó mortalmente herido y su sangre corrió
veloz inundando los cerros, luego bajo
al llano y fue tiñendo las aguas del río.
Al irse internando en los bajíos, la fuerza
de la caída fue socavando la tierra hasta formar un río rojo, el I-phytá, cuyo significado es bermejo.
Michiveva, no podía asimilar el tremendo
drama, resultado desafortunado del enfrentamiento y lloró y lloró, amarga y desconsoladamente
por días y noches, pero el destino ya
estaba trazado.
Las lágrimas de Michiveva siguieron el camino al río, paralelo al de
sangre que había dejado su hermano y formó otro río, que al reconocer el fuerte
arrepentimiento de su hermano se pobló de pájaros, en consecuencia se lo llamo
Pilcomayo, hoy esos dos ríos sirven para
recordarle al pueblo lo que puede suceder cuando los hermanos se enfrentan.