Por la calle Amenedo que es todo un barrial
con las botas Pampero dele chapotear
allá van estos cuatro, en la oscuridad.
¿Dónde irán a estas horas? ¿Y qué van a buscar?
Donde el campo se extiende hacia el basural
donde humean los hornos del ladrillo invernal,
no hacen caso a la lluvia, ni el estar sin fumar.
Bajo el brazo dos bultos envueltos, sin mojar.
¿Dónde irán estos cuatro? Han entrado en el campo,
se quitan lo pesado del barro por el pasto.
Van donde aquél candil ?tá señalando el rancho
que aparece en la noche a la luz de un relámpago.
Rompe un grito en lo oscuro, a garguero pelado.
Desde adentro otro grito más fuerte lo ha tapado.
Remolino de perros, un caballo asustado
y el gallinero inquieto. -¡Aquí estamos carajo!
En la puerta un cristiano petiso y barrigón
hace un tiro en la noche que es como una explosión.
"-No gastés tus cartuchos entrerriano maricón
que aquí llegan los hombres. ¡Guardá ese pistolón!"
"-Hay un costillar dorado, esperando en el fogón.
Así es que ¡dentre la gente! que el tiro fue de emoción.
Venirse con esta noche. Más que locos, creanmeló...
Tengo vino en damajuana y ginebras en porrón".
Ya desenvuelven los bultos que traían bajo el brazo:
bien sequitas las guitarras, los fósforos y el tabaco,
los documentos de todos y la plata que juntaron
pa? poner lo que haga falta, aunque no hay donde comprarlo.
Y acá les vemos las caras a la lumbre del fogón:
está el Cacho Petitero, guitarrero y boxeador
y está su hermano Raúl, que es Guitarrero Mayor.
Su guitarra es una orquesta y Raúl, el orquestador.
Tiritando junto al fuego se seca Ramón "Gambeta".
Este no toca ni canta... seca también las botellas.
Un mocoso e? doce años entre todos se entrevera.
Sin ruegos abre la noche con una zambita vieja.
Era una misa el silencio, la lágrima y el respeto.
La canción entró en las venas de los jóvenes y viejos.
La milonga entró a codazos cuando el tango se hacía dueño
y el chamamé misturaba con jazmines asuncenos.
Jamás se cantó tan lindo y en medio de tal silencio.
La única luz el fogón, como en mágico misterio.
La música agradecida abrió todos sus secretos.
Tan sólo el cielo aplaudía con relámpagos y truenos.
Se paraba pa? comer, o pa? mear en campo abierto
y pa? comer otra vez, porque los cantos siguieron
hasta alcanzar la mañana. Se paró para el almuerzo.
Se fue a buscar a caballo las cosas para un puchero.
Ese rancho era de Mota, pero Mota estaba preso.
Se lo cuidaba el Petiso al rancho, caballo y perros.
Allí, entre Pasco y Solano, yo estuve en ese concierto.
Mis doce años cantaron con alma y con sentimiento.
Después volvimos al barrio, como vuelven los guerreros
embriagados de victorias, embarrados y altaneros.
Si esto no sirve pa? nada que me sirva de recuerdo.
Señores no tengo olvido para esa noche de sueño.
Por la calle Amenedo, que es todo un barrial
con las botas Pampero dele chapotear
acá vuelven los cuatro y se termina acá
esta sencilla historia que acabo de contar.
Juan Alberto Giménez
La Florida, Quilmes, marzo 10 de 2015.
tomaselvinobueno@gmail.com