Aunque
últimamente parece que poco importan las leyes que en años anteriores se
sancionaban en el Congreso Nacional, hay que recordar que en la República
Argentina no es ilegal ser transexual, lesbiana, homosexual y cualquiera otra
opción que se haga libremente, aunque contraríe las tradicionales costumbres
del Siglo 18, que para algunos parece que son inconmovibles.
Así como
cuando se estableció el divorcio civil hubo asustados que preveían la
destrucción de miles de hogares (cosa que para nada ocurrió) en tiempos
recientes también incluir socialmente a quienes optan por su sexualidad pareció
anunciar el fin de los tiempos. Por lo tanto el apocalipsis se haría realidad
porque ahora todos íbamos a optar por cambiar nuestra sexualidad.
Como si la
sanción de una ley (como en el caso del divorcio vincular) pudiera hacernos
cambiar de opción de la noche a la mañana.
En fin...
En "Pagina
12" del domingo 7 de febrero se publicó a doble página (18 y 19) una excelente
nota firmada por Luciana Peker, que a continuación reproducimos en esta página.
Es justo
también hacer mención al excelente reportaje que Eduardo Aliverti retransmitió
en su espacio "Decime quien sos vos", también el pasado domingo 7 de 10 a 11
por AM 870 Radio Nacional.
Ricardo Luis Acebal
febrero de 2016
SOCIEDAD
- ENTREVISTA INEDITA A LOHANA BERKINS, LA LIDER TRAVESTI
FALLECIDA EL VIERNES 5 DE FEBRERO
La
comandante de las mariposas
"En un mundo de gusanos capitalistas, hay que tener coraje para ser
mariposa", era la frase que seguía a la firma de Lohana Berkins en sus
comunicaciones. Así se presentaba, con tanta ideología como poesía; con garra y
humor. El viernes 5 de febrero, cuando la líder travesti dejó de respirar, dejó
huérfana a una comunidad entera que, aunque lo intentó siguiendo su deseo, no
logró que las lágrimas fueran menos que la música en un velorio que ella misma
organizó igual que lo hizo para sus amigas más queridas.
por
Luciana Peker
Decir
Lohana es nombrarla a ella. Ella. Lohana. La Berkins. Sinónimo de la lucha por
la identidad de género, de un feminismo diverso, de una batalla con garra y
garganta. Lohana es una revolución en sí misma.
No
hay duda de que las marchas y contramarchas no serán iguales sin ella.
La
alegría o la furia que regalaba cuando exigía derechos fue tan potente como un
cuerpo multiplicado por muchas muchedumbres, muchas.
Cuando
iba a entrevistarla para el proyecto de investigación -todavía inédito-impulsado por Diana Maffía, junto a Claudia Korol, sobre Feministas Fundamentales,
en el Centro Cultural Tierra Violeta, creí que iba a divertirme con ese humor
tan suyo. Y sin embargo en su relato hubo amor y duelos. Duelos de amor. Y
velorios. Al menos tres fundamentales. Su vida estuvo signada por todo lo que
amó y por devolverle a las que la amaron una digna despedida.
En
esta entrevista aparece no sólo la Lohana dirigente travesti y presidenta de la
Cooperativa Nadia Echazú, la que gritaba, pedía, se plantaba, construía. Es la
Lohana que transitó por la vida esperando el día de su cumpleaños ?el 15 de
junio? al lado del teléfono para que todos y todas la llamen porque no quería
perderse ningún saludo. No quería perderse nada. Ni a nadie más.
Pero
eso sí, el año de su nacimiento, "eso no te lo diría jamás". "Es coquetería", se
ufanó. Aunque no necesitaba purpurina, su coquetería se desprendía de su cuerpo
sin maquillaje ni exageraciones, su belleza o su postura naturalmente de
barricada glamorosa. Pero, como una diva en la que le gustaba reencarnar por
talento propio, ella ponía sus condiciones. Así que el año de nacimiento, no.
Es
la Lohana que se encontró a sí misma en su Salta la que se muestra, a través de
sus despedidas, en sus propios encuentros. En su tía Florita, primero, y en La
Pocha, después, encontró a dos madres sustitutas.
Lohana
no conocía la pobreza antes de conocerse a ella y por decidir ser ella la
conoció muy pronto. No podía traicionarse y enfilarse en otra vida y otro
cuerpo. Pero el costo fue alto. También lo pagó con el cuerpo. Por eso, una de
sus posturas más fuertes es la crítica a nombrar la prostitución como trabajo.
Ella estuvo en situación de expropiación. Habla desde su propia piel ajada y
despide de sus recuerdos la noción de elección. "La prostitución destruye la
autoestima, recuperar el dominio del cuerpo es un acto de libertad. Y teniendo
en cuenta que es un trabajo que ejercen compañeras que no saben leer ni
escribir y están más allá de estos debates, esa denominación significa abrir la
puerta sencillamente a las más perversas de las explotaciones", le dijo Lohana
a la periodista Sonia Tessa en una nota en el suplemento Las 12, de este
diario, aunque nunca cerraba la puerta al debate: "Si bien creo que hay que
aggiornar el abolicionismo, soy absolutamente abolicionista. La recuperación
del cuerpo es uno de los actos más fuertes de libertad", se posicionó.
No
llegó a verse incluida en ese libro que se estaba preparando, del que esta
entrevista formaba parte, cuyo título la hubiera enorgullecido: Feministas
fundamentales, pero la gran mayoría de esas fundamentales la rodearon en su
propio velorio, que también se dedicó a organizar, casi como último acto.
-¿Cómo fue tu infancia?
-Hay
dos etapas en mi vida: yo de muy chiquitita creía que era mujer, que había un
error y que ese error iba a ser solucionado. Era muy delicada, no me gustaban
los juegos bruscos. Creía que era mujer, jugaba con mis hermanas, jugaba a la
mamá, a mi hermana menor (Gloria) la hacía hacer de papá y yo de mamá sino no
había juego posible. Éramos trece, tenía un montón de hermanos pero yo dormía
con mis hermanas. Recién a los 13 años tuve claro que no era mujer y que sí era
travesti.
-¿Entonces la verdad se volvió crueldad?
-El
hito muy doloroso fue el ingreso a la escuela. En primer grado tuve un maestro
(Roberto) del que me enamoré perdidamente porque era bello. Pero hacían filas
separadas y me ponían en la de los varones y yo me volvía a la de las mujeres.
Ahí empezó el primer atisbo de que mi identidad era independiente de la
genitalidad y del género que me imponían. Yo me ponía al medio. Esas cuestiones
yo las iba marcando. A los 13 años dije "mujer no soy". En el campo se estila
mucho ir a orinar todos, yo iba con ellas sin hacer distinciones. A los 13 años
ya me daba cuenta de la diferencia de los cuerpos. No sé de dónde saqué la
información, nunca había visto una travesti. Quería tener tetas y sabía que no
me iban a crecer como a mis hermanas. Yo decía que quería las tetas más que
cambiarme de sexo. No sé de dónde saque eso ni por qué quería las tetas ni cómo
sabía que se podían operar.
-¿Te fuiste de tu casa?
-A
lo de mi tía. Eso fue muy doloroso. En el Norte las familias son muy
socializadas. Aunque no sean pobres, porque yo nunca fui pobre. La pobreza la
conocí después, cuando me echaron de mi casa. Cuando me di cuenta de que frente
a la comida me tenía que apropiar rápido de mi porción porque me quedaba sin
nada fue muy duro.
-¿Por qué te echaron?
-Mi
papá me dijo que me hacía bien hombre o me iba.
-¿No dudaste?
-Yo
me fui. Me fui como un juego. Nunca pensé que no me iban a buscar. Después me
fui a lo de otra tía y a lo de otra tía en Salta capital. Yo pensé que un día
me iban a buscar si era su hijo. Los volví a ver cuando tenía 22 años. Mi mamá
se estaba muriendo y fue una historia redura. Eso hizo que mis hermanos
cambiaran su postura con respecto a mí.
-¿Cómo fue el choque con la vida ya sin la protección de tu casa y tu
familia?
-Cuando
me llevaron presa yo casi me desmayo. No podía entender. Cuando salí la primera
vez fui a la casa de una hermana. Le pedí que me ayudara. Me acuerdo de que
tenía hambre. Me dijo que no volviera a su casa, que ella sentía vergüenza y
que sus hijos no tenían por qué verme. Ninguno de mis hermanos intentó
buscarme.
-Y volviste cuando estaba muriendo tu mamá.
-Yo
de muy chiquita estuve muy relacionada con la muerte. Se murió mi abuela y yo
estuve ahí. Se empezaron a morir amigas. Vi morir muchas travestis. Se murió mi
mamá. Y después se murió mi tía Florita que entre mi mamá y mi tía elijo a mi
tía Flora. Ella siempre me dijo: "Si vos querés hacer eso, tenés que hacer eso.
Y si vos querés ser mujer tenés que aprender a coser, a tejer, a cocinar".
También escondía la llave para que no me vaya a mariconear. La vi toda mi vida.
Ella siempre, siempre me buscaba. ¿Viste ese lugar en el que te sentís celebrada,
querida? Ella me decía "menos mal que viniste". Me daba tareas para que no me
vaya. Si yo tenía que terminar un pullover ella me lo alargaba. Pensaba que
cuanto más tarea, menos tiempos tenía para irme. Pero yo, después, saltaba la
ventana y me iba. Yo ya tenía noviecitos, me prostituía, a pesar de que ella me
daba dinero. Nunca la sentí juzgar o hablar mal de nadie. Ni mal de mi propia
madre cuando yo le decía: "¿Cómo no me buscó? entonces no me quiere". De nadie
ella hablaba mal. Nunca la sentí decir una blasfemia, un insulto, una crítica
-¿Cómo aceptaba tu tía tu otro mundo?
-Las
travas éramos súper salvajes. Ella se sentaba y tomaba mate. Nunca preguntaba.
Hasta que se murió me iba a buscar a la casa de la Pocha, que era mi madre
travesti, aunque nos teníamos que vivir mudando. Los Caballeros de la Noche era
un corso de travas. Yo estaba espléndida en el corso y siempre la encontraba a
ella, iba todas las noches a verme. Me saludaba y me tiraba besos. Todas las
noches iba a verme. Los días de corso estábamos eufóricas. Y después me quedaba
con ella. Y ella siempre me tenía un regalito. Mi primer conjuntito tímido me
lo regaló ella. Siempre estuve muy rodeada de personas que eran pilares
afectivos muy fuertes en mi vida. La Pocha me escribía durante toda la vida y
si seguís esas cartas son las cartas de la madre y una hija. Las cartas de ella
te van contando todo: sus amoríos, sus logros, sus angustias. Y siempre
empezaba "querida hija" y siempre "cuidate mucho, tu madre".
-¿Lo hacía con todas o con vos?
-Con
todas, pero conmigo en especial. Porque a mí, a pesar de todo el desprecio y
las humillaciones que sufrí, nunca pudieron quebrarme en el afecto y en mi
autoestima. Yo lloro cuando veo una noticia en la televisión. Nunca lograron
generarme un resentimiento ante la vida. A pesar de que viví en carne propia
violaciones, golpes, la violencia en todas sus formas, yo establecí una
relación amorosa con la gorda (la Pocha) que me rescataba: había solo una cama
grande donde dormía ella y el resto eran un montón de colchones. En el corso
podíamos ser cincuenta travas salteñas, allá se dice maricas. No permitía que
tuviéramos camas porque ¿donde iba a meter tantas camas? Se armaban los
colchones. Pero cuando veía que la gorda se iba a dormir me metía en la cama y como
se dormía rápido yo me dormía con ella y al otro día me hacía un escándalo. Yo
ya vivía en Buenos Aires e iba y venia. Entonces me dejó comprar un sillón cama
porque si no me metía en la suya. Me decía que era una marica abusiva que tenía
un montón de cosas. Pero yo le decía que era para ella. Teníamos esa relación
afectiva con la gorda. Cuando todas llegábamos le dábamos todo el dinero y ella
tenía un cuaderno donde anotaba cuánto le dábamos cada una y te iba haciendo la
contaduría. Nosotras teníamos que poner diez pesos para la comida. Y cuando nos
veníamos, después del corso, te decía para la luz, para la garrafa y lo que nos
sobraba nos lo daba. No se quedaba con nada. Igual, durante el año, todas le
hacíamos giro de dinero. Nunca te pedía. Yo todos los meses le enviaba dinero.
Éramos cuatro o cinco que siempre le mandábamos. No te lo agarraba fácilmente;
"no hijita", te decía. Era una persona muy grandota y la última vez que la vi
en Salta estaba muy chiquitita. Estaba en un Encuentro de Mujeres y, aunque
tenía el hotel pago, me fui y dormí con ella. Cuando la vi muy chiquitita casi
me muero. Le dije porque no venía a Buenos Aires. Hablé con Valeria, otra trava
que también se murió y que éramos las hijas predilectas de la gorda. Yo le dije
que se quede un tiempo en mi casa. La sacamos a todos lados. Por lo menos le
brindamos eso. Ella no decía que estaba enferma. Se quedó dos meses. La gorda
no te levantaba una cuchara, le tenías que poner hasta los zapatos, tenías que
atenderla. Estuvo en las dos casas. Le dimos el oro y el moro, ropa, tela que
ella quería para el carnaval. Se fue en mayo. Un día me llamo la Marilú,
presentí algo. Mi fantasía era que escuchar que estaba mal, pero no. En cambio
me dijo: "Mirá, Lohanita, la gorda falleció". La llame a Valeria, ella también
se largo a llorar. Empezamos a llamar a todas las salteñas. Hicimos una colecta
para afrontar los gastos. Las maricas pobres, las maricas que venían del campo,
las travestis que se prostituían, todas pusieron algo. Contratamos micros, organizamos
todo el velorio. Fue una escena muy fuerte que viví otras veces con amigas. El
lío se armó cuando apareció una hermana.
-¿Por qué?
-Porque
las travas la escucharon decir que se iba a llevar todo de la casa de la Pocha.
Me fui hecha una furia porque nunca tuve perfil bajo, ni lo pienso tener y le
dije a la hermana que la había echado a la Gorda como veinte veces: "No se les
ocurra decir si las velas van a ser blancas o negras porque ustedes no son
nadie. Las únicas que vamos a decidir sobre la Pocha somos nosotras porque la
que hemos vivido toda la vida con ellas somos nosotras". Volví y le dije a las
maricas "Llévense cosas, pero sólo lo que necesitan". Yo no me traje un alfiler
porque una señora católica y religiosa como yo no se lo hubiera permitido. Todo
esto se lo dimos nosotras y tiene que quedar en una compañera trava que lo
necesite. En el cementerio despedí a mi amiga, pedí un aplauso, estaba
terriblemente conmovida. Señoras bien religiosas cumplimos con todo. Cerramos
con llave y se las dimos a la hermana de la Pocha que no podía creer tanta
prolijidad. Después hice mi duelo por mi amiga. Y esa historia la viví tres
veces con tres amigas. Tuve que poner dureza en resolver las cosas con mi amiga
Catiluz que también fue una madraza que me cuidó, otra chica de la que guardo
cartas, una era más delincuente que la otra, pero a mí siempre me protegieron.
Murió, me avisaron, yo fui. Todo el mundo sabía que su única amiga que sabía lo
que tenía o dejaba de tener era yo y había pelea por lo que dejaba entre dos
bandos. Las hice rezar a todas varias veces. No quería que en vez de un velorio
hubiera cinco. Empezaron a caer otras que en vez de antecedentes tenían
prontuario. Cuando fuimos más el otro bando desistió. La enterramos a mi amiga.
Todos esperaban que me quedara con la casa. Yo dije que las que se tienen que
quedar son Adriana y Martina, que eran las que habían estado a su lado. Era una
casa a la que no le faltaba nada. Me quede ahí, mire todo lo de mi amiga,
entregué la llave y le dije "buenas tardes, mucho gusto". No me atrevo ni a
pasar, no tengo el valor de que me abran esa puerta y que mi amiga no esté. Y
la tercera vez fue con mi amiga Valeria.
-Con la que fuiste a enterrar a la Pocha...
-Ella
estaba en el Ramos Mejía. Salí y me largue a llorar. "Mi amiga se va a morir",
dije. Yo prefiero llorarla ahora y después acompañarla con fortaleza. Ya tuve
experiencia en ver amigas morir de sida. Pero ella lo negaba a cuatro manos.
Armó una historia novelesca para decirme. A la única persona que se lo quería
decir era a mí. Ella tenía un auto descapotado y un pelo rubio que parecía de
Los Simpson. Pusimos música muy de marica y seguíamos las dos, finas. Como
somos las travas, suspendí las lágrimas y continuamos con nuestra vida y nunca
le mostré debilidad, dolor, pena, nada.
-¿Sos religiosa en serio?
-Soy
tremendamente católica. No creo en las jerarquías eclesiásticas. No dejo que
ninguna jerarquía maneje mi vida. No creo en la Iglesia, ni en los curas, ni en
las monjas. Estoy a favor del aborto, pero sí creo en Dios. No es una postura.
-¿Cómo te convertiste en feminista?
-Yo
todas estas cosas las puedo contar, no porque no me atraviesen, sino porque me
salvo el feminismo. Yo abracé el feminismo porque el feminismo me dio las
herramientas para poder pensar todas estas cosas, para poder encuadrarlas. La
idea tan iluminista fue el feminismo. Todas las historias las vivía en un
extremo de absoluto castigo, asumiendo que era lo que tenía que pasar por ser
travestis. Esa era la gran culpa. Cuando yo pude empezar a entender qué era la
opresión, la sumisión fue cambiando. Cuando pude decir "decido sobre mi
cuerpo", cuando pude empezar a leer, cuando vi que había mujeres que habían
pasado por eso y situaciones mucho más duras: la esclavitud, la hoguera, la prostitución.
No era un hecho individual que me pasaba a mí como Lohana Berkins sino que
había un sistema económico, fundamentalista, religioso que operaba sobre
nuestros cuerpos y que había siempre una intencionalidad sobre los hechos.
Valeria y Pocha van a vivir en mi. La mitad de mi vida y de mi cuerpo está
muerto. Pero pueden ser un relato vivo para que otras no atraviesen lo mismo
que La Pocha, Catiluz y Valeria. Todo mi mundo se desplomó con el feminismo y
soy artífice de esta construcción.
-¿Cuando te encontraste con el feminismo?
-En
los noventa con el lesbo feminismo con Alejandra Sarda, Ilse Fulkova, Chela
Nadio, Fabiana Tron. Se daban discusiones y cuando ellas ponían en palabras lo
que nosotras no podíamos poner era un bálsamo, era maravilloso. Ellas nos
marcaban nuestros propios errores y, a su vez, ellas también tuvieron que
repensar sus propias construcciones y limitaciones. Fue una cosa mágica.
Conocer a esas compañeras fue maravilloso. Nuestra voz era tenida en cuenta, no
querían hablar por nosotras como en otros espacios. Esa diferencia a mí me
marcó. Después nos acercaban textos para leer que suscitaban grandes debates,
que nos hacían confrontar con nuestra lesbofobia, nuestra transfobia, nuestra
misoginia. Fue un antes y un después del movimiento travesti. Ellas siempre nos
llevaban a la reflexión. Y empezamos a desaprender la violencia. Nosotras
veníamos de la calle que te exige otros valores: ser más rápida, ser fuerte,
agarrarte a los botellazos con alguien en dos minutos. En cambio, a partir del
feminismo, empezamos a discernir a partir de la palabra. Ahí salió el
transfeminismo
-¿Qué es el transfeminismo?
-Ya
nosotras queríamos mucho más. Empezamos a darnos cuenta de los límites de la
construcción de una víctima siempre mujer. Nosotras éramos, en parte,
atravesadas pero en otras cosas no. Se empezaron a dar disputas dentro del
feminismo y dijimos hay que plantarse y se nos ocurre el transfeminismo para
hacer planteos desde la visión feminista pero que nos incluyera, para que ese
posicionamiento también tuviera en cuenta nuestras agendas y nuestras
corporalidades. Yo dije "soy feminista", pero muchas nos dijeron "vos tenés un
pene". Fui muy insultada dentro del feminismo y eso te duele más porque no lo
esperás de este sector. He recibido insultos gruesísimos. Estaba bien que yo
vaya, que agite, que lleve el megáfono, que sea el cotillón, pero ¿qué osadía
era esa de ser feminista?
-¿Había un feminismo transfóbico?
-Totalmente.
-¿Ya se extinguió?
-Yo
creo que sí y que si sigue persistiendo no tiene la misma fuerza huracanada que
tenía al principio cuando te decían: "pero de última vos sos hombre, sos un
disfrazado, tenés pene". Son cuestiones duras, pero "antes muerta que sencilla"
(risas). Aunque, más allá de eso, surge el debate mucho más rico y más
interesante de que había nuevas sujetas y nuevas corporalidades y que
encarnaban el feminismo. Ni el feminismo de la igualdad, ni de la diferencia,
ni de la primera ola. Yo me supongo que las niñas travestis que vendrán ya
plantearan un feminismo supercibernético, hipergaláctico, con una cuestión de
la movilidad de las luchas. Y para mí va a ser súper interesante.