CARTA A DON NARVARTE DE SU AMIGO DON CHAVERO
por Juan Ghioni
(informe: "Coya" Chavero)
Hablar de la universidad de la calle suena a lugar
común y a eufemismo de lo que significa la educación no formal. Además, supone
esa rivalidad con lo académico que existirá siempre. Pero lo cierto es que la
sabiduría puede estar en cualquier lado, en los claustros universitarios más
prestigiosos del planeta o en una charla de café.
Sentado a la mesa de un bar notable del barrio de
San Cristóbal, el actor, cantante, bailarín y coreógrafo Marcelo Keller testea
la curiosidad de su interlocutor. Sobre la curtida mesa de madera apoya un
papel amarillento, escrito a máquina, fechado el 6 de noviembre de 1953, en
Agua Escondida, Cerro Colorado. Es una carta que eligió entre varias de la
correspondencia que mantuvo su tío abuelo Juan Manuel Narvarte con su amigo
Atahualpa Yupanqui. Sí: al final del texto extenso, reflexivo y poético al
mismo tiempo aparece la firma manuscrita del músico.
Por esos años todavía no había alcanzado la fama ni
el reconocimiento que cosechó a partir de las décadas siguientes. Sin embargo,
ya había recorrido el país, viajado a Europa, donde grabó su primer disco de
edición francesa, y regresado a la Argentina. Sus canciones no sólo se
escuchaban en su voz. En sus reflexiones (incluso en esas que de manera
coloquial compartía con su amigo vía carta) se nota esa sabiduría de a caballo
que también plasmó en su música.
En esas líneas escritas a Narvarte, Yupanqui pone
al día a su amigo de sus últimas novedades:
"Anduve en gira,
con mucho éxito, felizmente. Hice veintiséis conciertos en la provincia [de
Córdoba] y ahora, en un breve descanso, antes de partir para Tucumán, estoy en
este pago de piedras, chañares y quebrachales sedientos. Me cansé un poco en la
gira
-escribe Yupanqui, que era un hombre de 45 años-;
ya
no estaba muy acostumbrado a esto de abrir y cerrar valijas cada 24 horas. La
vida me había dado un ritmo pacífico o, por lo menos, ordenado; y estos
trajines me han tenido apurao; y como debe ser, dejé en los hoteles, como
trofeos olvidados, medias, camisetas, corbatas y otras prendas más o menos
verijeras."
Lo que sigue sostiene dos líneas de reflexión. Por
un lado, la identidad del pueblo argentino y las cosas con las que genera
empatía; por otro, la música folklórica que a la gente le gusta escuchar.
"
Estos recitales me han dado algo de la tónica general de los
pueblos del interior. En general, he sacado en conclusión que nuestras gentes
de provincias están inclinadas a gustar mucho más de las danzas que de las
canciones. Una chacarera es aceptada enseguida; un estilo tiene que hacer mucha
fuercita para no llegar cola. Esto no pasa por casualidad. La cosa es simple:
el pueblo no quiere ocuparse de pensar. Ésta es tarea que cansa y enerva. Por
mi parte, registro estos estados del alma colectiva, pero no me amargo. Sé
dónde nacen y qué cosa los alimenta. Pero como vivo en un clima interior, el de
la infinita esperanza, sigo trabajando y cantando como si tuviera un público de
adivinos, hechiceros y videntes. El pueblo nuestro tiene un alma de niño, a
veces travieso y a veces equivocadamente malo. Pero es fundamentalmente
generoso, de esencia limpia dentro de climas equívocos. Es como un gigante
inocente y poderoso, que por besar una flor pisotea todo un prado de aromas y
colores. Nuestra tarea, como artistas, es grande y seria. Debemos enseñar al
pueblo; somos los arquitectos de su espíritu. [...] Sería una pretensión la de
decir que a veces, en esta misión, me encuentro un poco solo. Pero por momentos
es la verdad. Los rumbos que elijo para facilitar el reencuentro del pueblo con
su propia profunda raíz son un cuesta arriba fatigoso. [...] Pero por algo
tenemos en las venas un gaucho escondido y un vasco que lo empuja de atrás; y
seguimos, con versos y puteadas, este camino hermoso de argentinizar nuestra
Argentina."
De puño y letra (pag. 112 de "Atahualpa Yupanqui-la tierra hechizada" de Flores Vassella y García Martínez)
Sus dichos, puestos en contexto, anticipan
preocupaciones futuras. Porque todo esto, en el universo de la música criolla,
comenzó a ser tema de debate varias décadas después. Las preocupaciones por el
espíritu nuevaolero que invadía el país y corría de sus espacios a la música
nativa era tema de discusión en los sesenta y setenta. Y la rivalidad entre el
folklore para bailar y hacer palmas y el de contenido social y poético empezó a
manifestarse con más fuerza recién en la década del 80, con festivales alternativos
al masivo Cosquín. Por eso se puede decir que Atahualpa fue, en 1953, un
visionario de signos que mostrarían sus síntomas varias décadas después.
Otras de sus preocupaciones era la identidad
.
"No es contra molinos de viento nuestra embestida. En esto tocamos tierra,
como Sancho, aunque parecemos quiméricos, como Quijote. Nuestra lucha es contra
corrientes ya muy ahondadas en el gusto popular; corrientes que han ido
creciendo y ensuciando el verdadero sentido de la estética, en el arte y en la
apreciación sencilla y valedera de la vida. La pintura decorativa nos obliga a
pensar en cubano o esquimal; o en South Carolina. Usted entra a un bar, o a una
boite criolla, el ambiente, las luces, la música, el mozo, las bebidas y la
cara de extranjeros de los argentinos lo ubican lejos de esto que está en
nuestros caracuses. Mire usted, por ahí, a lo largo y ancho de Buenos Aires,
los nombres de peluquerías y mercerías, y verá que todo es yanqui, falso
francés u oriental. Nada nos recuerda al abuelo, ni la tradición del suelo
nativo; y eso que Buenos Aires, como capital de la Nación, tiene la obligación,
aunque moderna y ultracivilizada, de ser la representación del poderío y de la
cultura de los argentinos, con sello propio, con idioma propio, con características
definidas. Ésta es una independencia que debemos realizar: la de adquirir la
soberanía del aire argentino, para que los muchachos de mañana miren en el
simple letrero de un negocio, como en los monumentos, como en las leyes y en
los libros, el rostro de la Patria. Roma es internacional, pero es netamente
italiana; lo mismo París. Usted sabe que no soy nacionalista de partidos ni de
sectas. Soy argentino, nada más, y nada menos."
"En el terreno del arte, me
preocupa mucho nuestro futuro. Cada valle de nuestra tierra tiene su tono en el
viento, tiene su musicalidad especial, que configura el acento de las gentes,
la forma de mirar y respirar. El músico de oído alerta y espíritu hondo puede
aprender allí las lecciones de armonía que en vano buscará en los tratados de
Schönberg o de Kórsakov; las leyes de la técnica deben aprenderse, sin duda,
pero sólo para aplicarlas en el asunto creador. Y de nada valdrán las leyes, la
ciencia, sin el aliento espiritual que es lo que da calidad y perdurabilidad a
las cosas que el hombre es capaz de construir. Al fin y al cabo, los artistas
sólo somos unos obreros especializados que hacemos cosas para ayudar, poco o
mucho, a que la humanidad sea un poco feliz."
DON GHIONI (A SU MEMORIA): CANTOR, POETA, GUITARRERO Y... ESCRIBIDOR
No
es la primera vez que "Identidad Cultural" se da el lujo de publicar asuntos
relacionados con este paisano juninero. En este caso no solo se incluye su
canto, sino esta colaboración que le agradecemos con todas nuestras ganas. Y,
como no podía ser de otra manera, la publicamos para que también la aprovechen
nuestros seguidores.
Identidad
Cultural
Juan Ghioni, de Junín, Provincia de Buenos Aires
Audio de la nota: "Los hermanos"
milonga de Atahualpa Yupanqui por Juan Ghioni
Audio de la nota 2: "Mi tierra te
están cambiando" milonga de Atahualpa Yupanqui y Pablo del Cerro por Atahualpa
Yupanqui