UN MISIONERO SIGLO 20/21
Entre las tantas tareas trascendentes que realizó el
padre Boasso en esta vida terrena sobresalen haber sido profesor del Papa
Francisco y el biógrafo "autorizado" de don Atahualpa Yupanqui.
En Mayo de 1994 lo entrevisté y fotografié en la Casa de los Jesuitas de la Ciudad de Córdoba,
con motivo de estar realizando yo un audiovisual sobre don Ata. Don Boasso fue
un activísimo investigador, docente y escritor de artículos y libros (tanto de
asuntos referidos a Dios como a la obra de Yupanqui) y también activo
participante de programas radiales.
La última vez
que conversé con él ocurrió hace un año en el acceso a Radio Nacional (Buenos
Aires).
El chaqueño Bosquín Ortega (escritor, poeta,
compositor, cantor y guitarrista) me envió el excelente material que, con su
amable permiso, se publica a continuación de esta introducción.
Don Fernando: la
única muerte es el olvido. Sus libros, sus alumnos (integra las listas de ellos
un tal Bergoglio) y la fuerte impresión que nos quedó a todos los que alguna
vez conversamos con usted de que habíamos tenido como interlocutor a un ser de Luz, no han de permitir ese olvido.
Ricardo Luis Acebal
Bosquín ...
"Misión es `ir hacia` llevándose a sí
mismo, como mensaje."
Tomás Bradley sj
Don Boasso y Don Ata
Cuenta Héctor Roberto
Chavero Haram, paisano oriundo de Campo Cruz, en el partido de Pergamino,
conocido por Atahualpa Yupanqui, que Don José -tal como llamaba el pueblo de
Mendoza al general San Martín- pulsaba la guitarra en momentos de soledad. Gustaba
interpretar La gota de agua, un preludio de Fernando Sor, concertista y autor español,
a quien aprendió en España, durante su etapa de cadete en el regimiento de
Murcia.
Tocaba, con el
pie izquierdo sobre un banquito y la curva de la vihuela apoyada en la misma
pierna, posición de rigor para un músico de conservatorio. Así, memoro a
Fernando Boasso, sacerdote jesuita, allá, por calendarios de los setenta, en la
parroquia San Francisco Javier. Vuelto
hacia dentro de su índole, desde su figura
severa y ascética, una escena de atmósfera intimista, emanada de un lienzo de
Zurbarán. El breviario de las horas y la guitarra de las coplas, a su lado, y su
figura nimbada por la luz que venía, saeta en scorzo, de una ventana en lo alto.
Volví a
encontrarlo, hacia éste lado del siglo, durante una misa de mediodía, en la Iglesia Regina
Martyrum, de la Compañía
de Jesús, pleno barrio del Congreso. Cercano a los noventa años, mantenía la
voz con su vibrar intacto en sus homilías de barítono loyoliano. Otra mañana,
camino a su oficio litúrgico, la calle nos condujo -paradojas del vértigo- a la
ribera del diálogo. Hablamos acerca del Chaco, de su experiencia junto al padre
Víctor Robles Bellido y del Hermano Bustamante, un seglar que donó su vida a la
causa de Jesús, como el Hermano José Marcos Figueroa, portero del Colegio de la Inmaculada, en Santa Fe.
Sentenció, mirando lejos, "guardo bellos recuerdos, me gustaría regresar; pero
tengo muchos años".
Una tarde decidí
buscarlo. Me recibió en el patio cerrado de la congregación, en Sarandí al 600.
El recinto inmenso era una caracola terrestre donde el sonido se descalza y el
silencio envuelve las palabras. Cruzó el ámbito, lento y elegante, con la
modestia distinguida de un caballero sacerdote. Nos sentamos en un banco
extenso de la galería, y entramos mar adentro del espíritu. Morosa y melódica, la
marea del pensamiento; nutricia y amable, la bitácora de sus asuntos. Y en dirección
a ese vocablo, fuimos en busca de aquel hombre que definió a ciertas cuestiones
supremas como asuntos de vida: Atahualpa Yupanqui.
No costó llegar
a ése puerto, alzado en pleno mar de la pampa. El conocía el camino, pues le
dedicó su existencia para conocerlo, interpretarlo y transmitirlo: Fernando
Boasso, es el biógrafo autorizado por Don Ata, en vida del autor de El payador
perseguido.
Don Boasso en la Casa de los Jesuitas en Córdoba y Don Ata con el fondo del Cerro Colorado
En tal horizonte admirativo, escribió Atahualpa Yupanqui, Símbolo, Mensaje y
drama; Atahualpa Yupanqui,
Hombre-Misterio; Campeador de
Misterios, y Tierra que anda-Atahualpa
Yupanqui - Historia de un trovador. Ediciones revisadas, agotadas y
reeditadas.
En los primeros
dos libros Boasso quiso "ofrecer una interpretación del dilatado espacio
literario-musical que alumbra la obra yupanquiana, espacio lleno de sugestión
con atisbos metafísicos, con resonancias que trae el viento de lo sagrado". Por
su parte, en Tierra que anda, rescata y recopila "la palabra del mismo poeta en
conversaciones personales, y recogida en innumerables entrevistas
periodísticas, radiales y televisivas". Para éste tomo Boasso trabajó en base a
material de su archivo y de documentos cedidos por Antonieta Paula Pepín de
Chavero (o Pablo del Cerro, seudónimo con el que Doña Nenette, su esposa, musicalizó
poemas de su marido, ahora canciones célebres: Indiecito dormido, El alazán y
Chacarera de las piedras, por nombrar algunas) y Sebastián Domínguez, que constela
más de medio siglo de un auténtico Misionero del canto de la Estrella del Sur, a lo
largo de América y el planeta. Un varón
justo que hizo de la patria, la guitarra y el caballo, su trinidad viviente; y
del silencio, su santuario cósmico.
Atahualpa
Yupanqui "alentó constantemente la elaboración de esas páginas con la ilusión
de verlas publicadas". Pero no llegó a verlas impresas. Cómo decía Bagual
Fuentes, "se acostó bajó la tierra para descansar".
Me relató que
pudo gozar de la amistad personal de Don Ata y de su familia, de charlas a
solas y de conversaciones dilatadas acerca de temas núcleos en la cosmovisión
atahualpina. Lo definió como un hombre dotado de sabiduría, la que "nace en el
vivir reflexionado". Al respecto escribió en Campeador de misterios "la palabra
sabiduría procede del latín sapor que
significa sabor y gusto, y del verbo sápere
que significa gustar. Esto es, saber gustar lo bueno, sin engaños". Persuadido
por la vida y convencido por la obra de
Yupanqui, aseveró que en su prédica y práctica existencial habitaba un espíritu
de simbolismos religiosos (símbolo es "juntar" y religio es "religar", al
hombre con su Creador en su tierra y su patria) manifestados en una poética con
rasgos místicos, a través de una síntesis de hondura y altura en sapiente
equilibrio. La letra de Piedra y camino (lo estable y lo mudable, lo fijo y lo
móvil, el inicio y la partida) sirve de ejemplo para saber de su credo, su ideario
de conducta y su perspectiva de infinito en la búsqueda del Camino (así aludían
los cristianos primitivos) hacia la trascendencia de Dios, desde la experiencia
cotidiana: "de un sueño lejano y bello, viday /soy peregrino".
Hace unos pocos
meses, la Providencia
nos halló, otra vez, en la nave de la capilla de San Francisco Javier. Había
vuelto al Chaco, con su intacta lucidez,
a despedirse de aquel pago amado. Partía
rumbo a la Casa
de San Miguel, en Córdoba, rumbo al retiro definitivo, a la espera de la Tierra sin Males. Guardo su
amistad y los libros que me obsequió aquel atardecer. Son parte de mi "avío"
para el viaje diario y su herencia de cura gaucho. Atesoro su saber sobre Don
Ata, y el recuerdo de Atahualpa mismo, a quien conocí, en 1973, en el ex Cine
Sep. Tengo por testigos a Alfredo Humberto Norniella, en la tierra, y a José
Mariscal, en el cielo. Su cálido afecto al recibir un papelito con la letra manuscrita
de Patriarca de las guitarras, una zamba que hice en su honor. Escribí las
coplas en una servilleta del bar, contiguo a la sala histórica. Cuando me
retiraba, luego del saludo de gratitud, me llamó (sobretodo y traje negro,
impecable) y me dijo, con mano tendida: "Paisano, ponga su dirección aquí
abajo. Pueda ser que alguna vez nos "carteemos".
Cada canción suya, es una carta nueva en mi vida. El padre Fernando Boasso y
don Atahualpa Yupanqui, una gracia, haberlos conocido: demasiado, premio
inmerecido. Los comparto, a manera de tributo y mandato.
El padre
Fernando Boasso es licenciado en Filosofía y Teología, por la Universidad del
Salvador; cursó seis años de Humanidades Clásicas, y realizó estudios de
Teología Bíblica, en el Instituto Católico, de París. Fue profesor de
literatura griega, latina y castellana; enseñó Antropología y Simbología
mítico-religiosa, y tuvo a su cargo la cátedra de Teología Bíblica, en la Universidad del
Salvador.
Su ministerio
pastoral lo acompaña con su tarea de ensayista y escritor. Publicó El misterio
del Hombre (Identidad y sentido), El rostro descubierto, Dios más grande que el
pecado, Símbolo y Mito, en la colección Literatura y Hermenéutica, dirigida por
Graciela Maturo, ¿Qué es la
Pastoral Popular" y Mirar para orar.
Yupanqui le
confesó a un amigo personal que Fernando Boasso era el mejor intérprete del
sentido de su obra. Ambos están signados por un alma sencilla y un espíritu
libre, una mente clara y un corazón solidario. Son, en su legado, binomio de argentinos
y criollos; yunta de paisanos "que llevan país adentro y que tienen paisaje en
la mirada".
Mensajes de la Tierra
EL LIBRO SOBRE EL CURA BROCHERO
Afirma,
su letra viva, verbo activo en homenaje, que "no ha sido suficientemente ponderada su gesta que, en el orden cívico,
elevara su personalidad al activo ideal patriótico creativo de los mejores
hombres públicos que gobernaron la segunda mitad del siglo XX". Así, define
Fernando Boasso SJ, teólogo, docente y escritor, en su libro Vida y obra del beato José Gabriel del
Rosario Brochero (Editorial Bonum), con prólogo del Papa Francisco, al
legendario pionero de Traslasierra, hoy en trance de santidad por la Iglesia
Católica.
Boasso,
letrado y paisano -hijo del país-, como Leonardo Castellani, construye una
morada de interpretación del Beato argentino para que habitemos en su intimidad
histórica, a través de su palabra austera, ascética y labrada en humilde
bajorrelieve, y convivamos una épica del espíritu y una epopeya comunitaria, de
carácter y trascendencia misional.
El
párroco y jinete transhumante, que ofrendó su vida en prédica y práctica a la
instrucción de los Ejercicios Espirituales, de Iñigo López, hijo dilecto de
Loyola, es rastreado por su biógrafo, a la manera de un rabdomante, que busca
el cauce oculto del agua, la senda intima de la fe del Cura Gaucho en su obra
pública.
Lo
sigue, desde el designio inicial de la Providencia que lo prueba, sacerdote
ordenado en 1866, durante la epidemia de Cólera morbo que azota a Córdoba, y
que diezma a más de dos mil personas; la temprana templanza del
misionero-enfermero en la asistencia sacramental a las víctimas, inclinado ante
el moribundo y ayudando al médico; el destino, inmediato, al departamento de
San Carlos, oeste de las Sierras Grandes, al que arriba, luego de tres días, a
lomo de mula por la planicie de Pampa de Achala, hasta Villa del Tránsito, con
sus doce casas, una pequeña parroquia y el horizonte abierto. Será su axis
mundi, enclavado en la soledad serrana, cósmico confesionario, donde Dios habla
en lengua de silencio y clave de viento.
El
libro del Beato Gaucho, contiene un capítulo dedicado al milagro manifestado en
el niño Nicolás Flores Violino, a los 11 años de edad, que había perdido la
mitad del hemisferio izquierdo de su cerebro en un accidente automovilístico y,
luego, había sobrevivido a tres paros cardíacos. La causa de beatificación del
Siervo de Dios, demandó 10 años. El 20 de diciembre de 2012, Benedicto 16 firmó
el decreto de la cura del niño Violino, el "milagrado", término que utiliza la
Iglesia para referirse al beneficiario de la intercesión divina.
En su
prólogo el Papa Francisco escribe en su condición de pontífice y de amigo:
"Nuestro Cura es un ejemplo de discípulo misionero, que nos invita a
evangelizar a nuestro pueblo fiel, como él lo hizo: "andando, andando,
andando". Francisco, cuando era un novicio de la Compañía de Jesús llamado Jorge Mario Bergoglio, tuvo a Fernando Boasso en su condición de profesor de Teología.
El Cura Brochero y su publicista, don Fernando Boasso
Audio de la nota: Don Ata y Dios (voz de
Fernando Boasso, entrevistado por Ricardo Luis Acebal)