Homenaje a los taínos
En 1492, algún jefe taíno de Santo Domingo (La Hispaniola, según Colón y vaya uno a saber cómo para los taínos) ofreció al almirante sentarse en un "duho", asiento ceremonial reservado a personajes de alto rango, tallado en un solo tronco de guayacán.
Parece que a Colón le gustó el asiento, porque llevó varios a España. Uno de ellos es éste, que hoy se encuentra en el Museo del Hombre, de París. Del taíno que tuvo tan amable gesto, nada sabemos.
Dos años después, en respuesta a aquél agasajo, Colón seleccionó 50 taínos para venderlos en España como esclavos, mientras hacía sus cuentas: si podía vender a todos los indios de La Hispaniola obtendría cuarenta millones de maravedíes, según relata fray Bartolomé de las Casas. Y esa fue la clave de la colonización: España, por aquél entonces, ni moneda propia tenía y de pronto, se le cruzó América en el camino..... Para 1508 ya estaban legalizadas las cacerías de indios en el Caribe. Después de llevar a unas 40.000 personas a trabajar forzadamente en minas de oro, se exterminó la base étnica de las Antillas, obligando a repoblarlas con otra mano de obra para hacerlas rentables: los negros del Africa.
A partir de aquél momento, el Caribe se convirtió en el sitio donde se produjo el primer encuentro registrado en la historia entre tres razas que, hasta entonces, no se habían visto unidas jamás: la blanca europea, la indígena americana y la negra africana. Nació entonces la idea del "coloniaje", que constituía un paso más en la institución de las factorías de intercambio que hasta entonces Europa había instalado en otros continentes. Y Diego Colón, hijo de Cristóbal casado con una sobrina de la Duquesa de Alba, se convirtió en fundador de la primera corte europea en América.
Por suerte América, que desde ese primer momento generó revoluciones sociales y filosóficas en la salvaje Europa de entonces, también obligó a desarrollar el humanismo. Tomás Moro aportó su Utopía (1516) enigmático lugar en el cual el hombre podía desarrollar una vida perfecta; pero entre otras cosas, a Moro se le "escapó" que hace sobrevivir la institución de la esclavitud, como parte necesaria de aquél imaginario mundo ideal. Subrayando entonces, sin darse cuenta, que "el hombre" debía ser necesariamente europeo.
El francés Miguel de Montaigne publicó su ensayo De los caníbales (1580) intentando instruír a sus lectores con el siguiente concepto: ". . . nada hay de bárbaro ni de salvaje en esas naciones (. . .) lo que ocurre es que cada cual llama barbaries a lo que es ajeno a sus costumbres". No se le prestó demasiada atención.
Y surgió también una filología basada en la ignorancia: Colón, creído de haber llegado a las tierras del Gran Can asiático, menciona la existencia de caribes o cánibas, gente del Gran Can, personas muy feroces que comen carne humana: ¡caníbales!
Afortunadamente William Shakespeare, en La Tempestad (1612) nos esclarece, haciendo aparecer en su obra a Calibán, monstruo deforme, inútil y comedor de carne humana a quien el europeo Próspero roba su isla y enseña su idioma y costumbres. Calibán debe su sobrevivencia a la esclavitud a la que es sometido, ya que de no ser su trabajo impuesto indispensable para sus amos, no tendría razón su existencia.
Hoy adoramos a Shakespeare.
Y así estamos.
Alejandro Eduardo Fiadone
Chascomús, 12 - 10 - 2014