Por medio del cine,
hemos conocido más familiarmente a la figura de ese raro hombre, que por las
noches de luna llena sufre una transfiguración física, por lo cual tanto su
cara, sus manos y la totalidad de su cuerpo llegan a cubrirse de pelos, sus
uñas se convierten en poderosas garras y ni que hablar de sus dientes, que
crecen horriblemente completando un cuadro de verdadera ferocidad, para más
tarde, salir por los caminos y atacar hombres y animales.
El
origen de esta superstición retrocede en el tiempo para situarse en países de
influencia céltica, como Gales Bretaña y Galicia, para luego cobrar vida en
ciertos escritores latinos del viejo mundo.
También,
hay quienes la sitúan en Grecia.
Según
se cuenta esta creencia, era tan popular, que hasta el siglo XIX fueron
llevadas varias personas a juicio acusadas de convertirse en lobos.
Luego,
también intervino la medicina y los médicos de aquellos tiempos, calificaron de
licantropía (del griego likán lobo y anthropos, hombre) a diversos estados neuropatológicos
y sicopáticos entre los que se puede encontrar la locura maníaco depresiva, la
demencia precoz y deferentes formas de degeneración mental o delirio en que el
paciente, se tilde de licántropo.
Sucede
algunas veces que el licántropo es una persona que siente impulsos que lo
llevan a actuar como lobo, sin que esto implique que el susodicho sea un animal
o vaya a cometer un asesinato.
Un
asonado caso, y por cierto muy curioso, sucedió en Nueva York con una refugiada
rusa, en tiempos de la postguerra cuyo nombre era Nastatia Filipovna.
Cuentan
que esta muchacha, era hija de una aristócrata familia y que su apariencia no
era demasiado afortunada, tal es así que al describir su apariencia, se la
tildaba de lobuna, ya que poseía unos enormes ojos separados entre sí, su
frente era poderosamente baja y bastante amplia, lucía una enorme boca poblada
de relucientes dientes blancos y bastantes grandes y la nariz muy pronunciada.
Esta
era una joven a la que le fascinaban las ciencias ocultas y según cuentan,
lograba en trance sumergirse en un mundo inimaginable, como habitar las
cavernas junto a los mongoles y realizar ciertos trabajos destinados a las
mujeres, como desollar un oso, con un primitivo cuchillo de piedra.
Cierta
vez, la joven Nastatia fue invitada por un grupo experimental de ocultismo a
realizar ciertas experiencias las cuales consistían en meditar largo rato, para
luego entrar en un estado de trance y traspasar "una puerta" y entrar
en otros mundos.
Relatan
que la joven permaneció en cuclillas, apoyada sobre sus talones por más de una
hora sin que nada ocurriera, sin embargo, en cierto momento la oyeron exclamar
que ya estaba entrando y que la puerta se estaba abriendo hacia el exterior.
Luego
comenzó a describir como era allí, afuera.
Relató
que todo estaba blanco, que había nieve por todas partes y que era hermoso ver
la luna en la nieve blanca y los árboles, dijo estar afuera, tendida en la
nieve y no sentir frío, ya que tenía un abrigo de piel que no se lo permitía.
Más
tarde agregó, -
"estoy desnuda dentro de mi abrigo de piel,
toda desnuda y puedo sentir la tibieza de la blanca nieve, mis mejillas y mi
vientre rozan la nieve tibia y me desplazo con manos y rodillas" -,
para luego gritar que se arrastraba con manos y pies
logrando desplazarse cada vez más rápido, tan rápido como el viento y que le
era muy placentero oler la nieve; lo decía jadeando cada vez más pesadamente.
Los
sonidos que profirió luego ya no eran humanos, los presentes los describieron
como jadeo y ladridos y por último un espectral aullido, como solo los lobos
pueden hacerlo.
Uno
de los asistentes espantado golpeó a la muchacha diciéndole que despertara, que
todo había sido un sueño, por lo que Nastatia gruñó desaforadamente, clavó los
ojos en su víctima y se abalanzó sobre él, directo a la garganta.
Por
suerte, el haber estado tanto tiempo en cuclillas le había entumecido las
piernas y la joven se desplomó pesadamente sobre el piso, sin alcanzarlo, luego
como pudo se arrastró en cuatro patas por el piso para ir a refugiarse a un
rincón oscuro de la habitación. Los presentes encendieron las luces del recinto
y envolvieron a la muchacha en frazadas y le hicieron oler amoníaco para que
recobrara la lucidez.
Un
rato después, ya repuesta de la experiencia relató a los presentes que en su
niñez, en la lejana Rusia, había observado a una manada de lobos en libertad y
en esa ocasión había deseado con toda su alma correr junto a la manada; tanto
que se sintió identificada con ellos y había tenido el sentimiento y la
imperiosa necesidad de actuar al igual que ellos.
Tal
vez muchas personas no hallen una satisfacción con las explicaciones de esta
mujer y piensen que ella era realmente una loba, quien puede sin temor
equivocarse, dar una explicación certera de la historia.
Ya
en nuestro país, este supersticioso mito ha sido traído de la mano de los
conquistadores, ya que muchos recopiladores de nuestras costumbres creen que en
sus comienzos fue griego, para luego extenderse por España y Portugal.
Dicen que
dicen...
que el séptimo hijo
varón consecutivo será, en su adultez, lobizón o luisón y si fuesen siete las
niñas consecutivas, la séptima, será bruja.
¿Cómo es esto?, bueno es creencia que en circunstancias especiales el séptimo
hijo varón podrá transformarse en un perro lobo, lo que seguramente sucederá
los viernes de luna llena por la noche.
Se
dice que éste abandonará el hogar furtivamente para ir a revolcarse en un
estercoral cercano y mientras esto sucede, se irá metamorfoseando en una
temible bestia.
También se dice que quien ve al lobizón jamás lo podrá olvidar por su terrible
apariencia, y que la persona que con valentía lo hiera, cosa que no es nada
fácil, logrará que éste recobre su apariencia humana.
La
creencia popular dice que si al séptimo hijo varón se le pone como nombre
Benito y el mayor de los hermano lo apadrina, el maleficio quedará nulo. (En
éste último párrafo se puede constatar fehacientemente la influencia religiosa
llegada con la conquista).