Este
árbol crece en Salta, Tucumán, Córdoba, Santiago del Estero, Santa Fe, Chaco y
Formosa.
Se lo llama el barómetro de los
campesinos y se lo conoce con muchas denominaciones deferentes Yaguá-rataí,
Tororatay, Palo Cruz, Tay,í, Uiñaj, Huiñaj, Martín Gil o Palo Barómetro en
Chaco y Palo Sinverguenza.
Una de las leyendas más difundidas fue
recogida en el Chaco; en ella se habla del Palo Barómetro o árbol que anuncia
la lluvia.
Sí, este árbol, como tantos otro
representa la flora nacional y anuncia la lluvia cubriéndose con alegres
campanillas amarillas.
Dicen que dicen...
que en tiempos anteriores a la
conquista una tribu que habitaba el territorio chaqueño cuyo cacique poseía una
hija, la cual era absolutamente hermosa, tan bella era que provocaba la envidia
y admiración de todas las tribus vecinas.
Esta jovencita vestía una túnica y
solía adornar sus cabellos con flores que ella misma recogía, todas amarillas,
su color preferido, al igual que las cuentas con las que adornaba su renegrido
cabello.
Como era muy buena hiladora y tejedora
y adoraba su oficio, solo salía de su choza muy de tarde en tarde.
Cuando paseaba todos los varones de la
zona estaban pendientes de ella. Fue así que descubrieron que cada vez que
Huiñaj abandonaba su morada, al día siguiente, seguramente llovía.
Todos comenzaron a observarla con
admiración, pero también con algo de temor creyendo que solo con su presencia
lograba lo que ellos tanto deseaban.
Transcurrió el tiempo hasta que cierto
día, aquella joven artesana, a quien tanto le gustaba el amarillo cayó enferma,
y ya nadie más la vió pasear por la aldea o visitar el monte.
Fue así, que toda la tribu se reunió a
orar por ella, le suplicaron a Tupá por la recuperación de la joven pero por
más que rogaban y rogaban la niña moría afectada de un terrible mal.
Para peor, la sequía asolaba la región
y el viento levantaba verdaderas nubes de polvo azotando al monte.
Otra vez se reunió la tribu y le pidió
a los dioses e imploró por la mejoría de la bella artesana y que con su sola
presencia desatara la lluvia, para que bendijera los campos y aplacara la
tierra desolada y seca.
Era tanta la unción de los rezos, que
los dioses escucharon las súplicas dando así lugar al pedido y con el último
aliento de la joven poco a poco ella se fue convirtiendo en un hermoso árbol
recubierto de flores amarillas, cosa que sucede hasta hoy en día, cada vez que
la lluvia se aproxima.