Los
guaraníes la llamaron Caá y fueron ellos quienes descubrieron sus excelentes
propiedades. Su nombre quiere decir "hierba o yerba", pero en realidad se trata
de un error de apreciación, dado que los conquistadores al ver tan pequeñas
partículas, así la denominaron, cuando en verdad son las hojas de un árbol, que
en estado desarrollado y primitivo suele alcanzar los ocho metros de altura.
Dicen que dicen…
…que quien
conozca Misiones, con su tierra colorada, sabe de su lujuriante selva, con enormes
árboles de frondosas copas, de las plateadas aguas que corren por sus ríos,
formando bellísimas y exuberantes cataratas con torrentes maravillosos, conoce
los degradé de verdes que inundan la selva y la pueblan de animales y colores.
Sabrá que crecen allí los helechos más
hermosos y las delicadas orquídeas y sus bosques poblados de tucanes, osos
hormigueros, ágiles coatíes, simpáticos monos, mínimos colibríes, aladas
mariposas y enormes papagayos, entre otros, todos propios del lugar.
Muy de trecho en trecho, algún rayo de sol
suele colarse entre el follaje de los tupidos bosques.
Yací, la luna, que era muy curiosa, estaba
fascinada con el paisaje del lugar y de ello habíales contado al sol y las
nubes.
Araí, la nube, dejaba filtrar sus rayos e
iluminaba las copas de los árboles misioneros cubriendo la selva de luz
resplandeciente.
Cierta vez, Yací y Araí se pusieron de
acuerdo y las dos juntas decidieron bajar a la tierra, por eso, Tupá, el dios
bueno y bondadoso, les dió el don de transformarse en dos hermosas y pálidas muchachas.
Al descender las dos jóvenes comenzaron a
recorrer la selva, era mediodía, se escuchaba el melodioso canto de los pájaros
y el cuchicheo ensordecedor de los insectos.
Todo esto maravilló a las muchachas y en su
distracción no les fue posible escuchar las sigilosas pisadas del yaguareté que
se aproximaba dispuesto a atacarlas, agazapado entre los verdes arbustos.
Ellas no sospechaban que un avezado cazador, oriundo del lugar, venía
siguiendo los pasos del yaguareté y cuando éste se propuso atacar a las
jóvenes, él con su arco disparó una certera flecha que fue a dar sobre el lomo
del animal.
El magnífico, pero feroz yaguareté, dió un
salto enfurecido y mostrando sus fauces trató de atacar al tirador.
Yací y Araí quedaron paralizadas ante el
ataque de aquel animal, pero una nueva flecha se incrusto en su pecho dejándolo
agonizante.
El cazador, vió que el animal herido
sucumbía y también creyó ver las siluetas de dos jóvenes que se alejaban a la carrera.
El nativo, se acercó al animal y al verlo
quieto trató de buscar en la espesura, pero nada pudo vislumbrar.
Cuando llegó la noche, el cazador decidió
que era hora de dejar su cuerpo en reposo y se echó a dormir en su cómoda
hamaca.
Al poco rato, el hombre tuvo un sueño
asombroso, en él se repetía la escena del yaguareté y volvía a verse a sí mismo
manejando el arco en el claro del monte, solo que esta vez podía distinguir a
las dos muchachas de piel blanquísima y largos cabellos.
Ellas parecían estarlo esperando, es allí,
que el cazador se ve así mismo acercándose a ellas. Yací se aproximaba hacia él
y lo llamaba por su nombre.
La bella muchacha se presentó así misma y
luego a su compañera Araí, ambas le agradecieron al cazador por haberlas
salvado y reconociendo cuan valiente había sido al protegerlas de las fauces
del yaguareté. Luego, le dijeron que como premio al valor habían decidido
obsequiarles dos favores, uno era un premio, y el otro, un secreto y agregaron:
- mañana, cuando llegue el día hallarás
al frente de tu maloca una nueva planta a la que llamarás Caá, deberás sustraer
las hojas, tostarlas y molerlas y luego, con ellas prepararás una infusión.-
Luego agregaron: - cuando bebas dicha infusión notarás que tu soledad ya no será tal y
lograrás que tus vecinos y amigos quieran compartir contigo este brevaje, el
cual acercará los corazones de los unos a los otros -
Aquel cazador solitario se sumergió
nuevamente en un sueño profundo hasta el amanecer.
Cuando despertó corrió afuera de la casa
comunal y lo primero que descubrió fue una nueva planta que se alzaba frente a
su puerta, tal como Yací y Araí le habían anunciado. Loco de contento, pero sin
entender demasiado aquel sueño, llamó a los gritos a los miembros de su Tevy.
Toda la familia del cazador vió con asombro,
no una, si no muchas plantas de hojitas verdes y ovaladas que crecían aquí y
allá, el cazador le dió a su gente las instrucciones que las jóvenes le habían
encomendado. Ellos recolectaron las hojas y las secaron, una vez hecho esto,
las molieron y buscaron una calabacita y una caña fina, ambas huecas e
introdujeron las hojas y la caña fina y vertieron agua sobre las hojas y así
probaron la nueva bebida.
El sabor era raro, un poco amargo pero
apetitoso.
Como toda su Tevy, se arremolinó alrededor
del cazador, éste pasó el recipiente y uno a uno lo fueron saboreando.
Fue así como nació nuestro sabroso y
riquísimo mate, ese compañero en los momentos de soledad, o ese otro, que
solemos compartir con nuestros parientes y amigos tendiendo un puente entre
unos y otros.
Caá
: yerba
Araí:
nube
Yasí:
luna
Maloca:
casa comunal
Tevy:
extensa fanilia de un jefe