Te cuento leyendas
EL GIRASOL por Susana C. Otero (adaptaciones) ![]()
El girasol (Acahual Heliánthus Annuus)
Es ésta una planta herbácea muy particular ya que alcanza una altura de hasta tres metros, tiene hojas grandes, de limbo oval, pecioladas, dispuestas en espiral, capítulos grandes, solitarios de receptáculo plano y con escamas, flores amarillas cuya particularidad es que siempre giran y giran buscando el sol. Su fruto, las pipas, son blancas con rayas negras. El girasol es extensamente cultivado en muchos países. Sus semillas, comestibles, son muy ricas en aceite y con ellas se elabora uno muy utilizado en la cocina, también se fabrican jabones, lubricantes, etc con la fibra se puede elaborar papel.
Dicen que dicen... que sobre las márgenes del río Paraguay se asentaba una tribu cuyo cacique era un joven llamado Pirayú. Cerca de allí, en otra aldea vivía Mandió. Pirayú y Mandió habían crecido juntos y habían entablado una verdadera amistad, de allí que ambos pueblos solían intercambiar cotidianamente enceres y alimentos. Transcurrió el tiempo y Mandió se enamoró perdidamente de la hija de Pirayú. Mandió creía que si su amigo Pirayú le concedía la mano de su hija, los dos pueblos se unirían y serían uno solo. Cierto día, después de darle vuelta al asunto, Mandió decidió hablar con su amigo Pirayú, sobre los sentimientos que albergaba en su corazón. Pirayú escuchó a su amigo con preocupación y enseguida le confesó que ningún hombre podría esposar a su primogénita Carandaí porque ella le había ofrecido su vida a Cuarajhí, el Dios Sol. A lo que agregó: - no la has visto con tus propios ojos, no has visto que desde muy niña pasa horas y horas contemplándolo. Solo vive para él, debieras haberte dado cuenta cuán triste se pone los días nublados, agregó - Mandió tomó la respuesta como el peor desprecio y se alejó intespectivamente prometiendo venganza. Pirayú nada pudo hacer y pensaba que Mandió en algún momento iba a castigar a su pueblo. Con el correr de los días, cierta tarde, mientras que Carandaí recorría el río en su pequeña canoa contemplando el Sol, divisó fuego en la aldea. La muchacha llena de desesperación, remó lo más fuerte que pudo pero las lenguas de fuego eran tan intensas, que Carandaí no podía desembarcar. Allí, en una herradura de la orilla estaba Mandió riendo con crueldad. - ¡ pídele a tu Dios Sol, pídele a Cuarajhí que te libere de mí ! - le gritó Mandió. La indiecita trémula, desesperada, aterrorizada le rogó a Cuarajhí que por favor no permitiese que Mandió acabara con su pueblo y con ella. No había terminado de pronunciar sus súplicas, que un potente rayo luminoso bajó en torbellino, envolvió su bello y cobrizo cuerpo hasta hacerla desaparecer de la vista de Mandió. En el mismo lugar en que Carandaí había suplicado por clemencia brotó una planta esbelta, de flores doradas y que al igual que ella siempre de cara al cielo busca al Dios Sol.
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